domingo, 2 de noviembre de 2014

Vendimia de sangre ~ Reina Negra ~ HALLOBLOGWEEN 2014

Mi segundo relato para la iniciativa de la autora Teresa Cameselle para estas fechas de Halloween, llamado HALLOBLOGWEEN 2014. En esta ocasión es un relato original, que hice en estos días y que espero que os guste... este no es tan sangriento como el anterior... creo jajaja


Vendimia de sangre


—¡Eres imbécil! —se reprendió echándose la capucha de la cazadora por la cabeza.

Había aceptado la invitación que una de sus compañeras de clase le había ofrecido ese mismo día por la mañana. Decidió ser impulsiva y así poder hacer amigos con más facilidad en su nuevo instituto. Por eso, aceptó la invitación a la pequeña reunión que iban a celebrar la noche de Halloween en el cementerio de la ciudad. Todo iba bien hasta que el alcohol comenzó a envalentonar a sus acompañantes y ella decidió irse. Podía beber con ellos, incluso probar algún porro, pero lo que no aceptaría era formar parte de la orgía que le acababan de ofrecer.

En ese momento le daba igual no hacer amigos y seguir siendo, como siempre, la marginada de la clase. Ya estaba acostumbrada a esa situación, nunca se quedaba demasiado tiempo en un lugar como para que algo así le llegase a importar.

Todo pensamiento quedó apartado al sentir de repente la sensación de que no estaba sola, sentía como si alguien la estuviese observando fijamente. Temiendo que fuese uno de los chicos que estaban en la reunión y que no hubiese aceptado su negativa, aceleró el paso pero sin demostrar que huía de allí. No levantó la mirada del suelo en ningún momento, fijándose en él para evitar tropezar con las raíces de los arboles que estaban en esa zona del cementerio. Un fuerte ruido hizo que tropezara al girarse y enfrentar a quien la perseguía.

—Joder qué susto —refunfuño al ver volar a una lechuza desde uno de los arboles a la oscura noche.


Se apoyó en un árbol cercano a ella y respiró hondo, recuperando unas pulsaciones más normales. Retomó la marcha intentando convencerse que todo eran imaginaciones suyas causadas por las historias y cuentos que se habían relatado en la reunión, nada de aquello era real y solo era su subconsciente que quería hacerla pasar un mal rato. Pero por mucho que se dijese aquello a sí misma, no podía deshacerse de la sensación de ser observada, y esta vez no pudo evitar mirar hacia atrás, buscando los ojos que la atormentaban.

No descubrió nada, no captó el brillo de unos ojos, como en tantas películas de miedo había visto, pero la sensación de sentirse observaba la embargó hasta el punto de sentir que la garganta se la cerraba. En ese momento se olvidó de cualquier pensamiento coherente y corrió entre los árboles, deseando llegar a la zona de los mausoleos, la zona más cercana a la salida. Sintió que alguna rama le arañó el rostro y echó atrás la capucha, dejando que su pelo rojo como el fuego, brillase bajo la luna llena que adornaba el cielo. 

Casi se vuelve a tropezar al distinguir en la lejanía el brillo titilante de la hoguera que habían encendido para poder realizar la pequeña reunión con sus compañeros. Extrañada, miró a su alrededor, buscando una señal del momento en el que había dado un giro de ciento ochenta grados para volver al mismo punto de partida. Detuvo sus pasos al poco de entrar en el claro donde los demás chicos continuaban la fiesta. Sabía que no quería entrar allí, que su cuerpo se negaba a cruzar la franja de árboles que la separaban de ellos, pero un destello blanco a su derecha, hizo que se encaminara hacia allí. Apartó las quimas que encontraba a su paso en esa zona, donde la vegetación se espesaba a cada paso y volvió a sentir aquella presencia que hacía unos momentos la agobiaba.

Extrañamente, ahora la sentía como una caricia, no como algo que la apresaba y que la asfixiaba. Sacudió la cabeza, dejando atrás ese pensamiento absurdo y continuó caminando hacia la mancha blanca que brillaba gracias al fuego. Su cuerpo no se negaba a ir hacia ella, como había sentido momentos antes respecto al claro, sino que era como si él supiese que por mucho que su cerebro se negase a ir hacia allí, él haría lo que quisiera. Apartando la última rama de su camino, se quedó quieta, observando lo que acababa de aparecer ante ella y que hasta ese momento no había visto.


Un ángel se alzaba sobre una plataforma llena de hiedra y musgo, manchada por los años y la humedad, pero ninguna de esas hierbas tocaba al espléndido ángel. Seguía blanco, perfecto, como si hubiesen acabado esa escultura ese mismo día y no muchos años atrás. Se acercó y acarició la roca cubierta por el manto verde, rodeándolo. La estatua era de un ángel, pero no uno cualquiera, no era un querubín, esos ángeles regordetes y aniñados que tantas veces se han representado. Éste poseía una mirada fuerte, fija más allá del horizonte, amenazante. Su cuerpo era el de un guerrero, fuerte y oculto bajo una armadura digna del mejor caballero. La pose que mantenía daba la sensación de que en cualquier momento se lanzaría a la batalla. Mantenía las piernas abiertas y flexionadas, con uno de sus brazos alzado agarrando una espada enorme, con una empuñadura con unas filigranas que la dejaron cautivaba. Sin pensárselo dos veces y, sabiendo que aquello no estaba bien, se sujetó a la mano libre de la estatua que parecía que la estaba invitando a ello por su posición, y se subió junto a él. Con la mano libre, acarició la filigrana, recorriendo las diferentes curvas y líneas que recorrían la empuñadura.

Siguió acariciando la estatua, dejando a su mano vagar libremente hasta llegar al rostro del ángel, que en ese momento estaba a su altura. Acunó la mejilla con su mano, como si fuese una persona real y sintió calor en su palma. No se extrañó de que la pierda estuviese caliente puesto que la hoguera no estaba muy lejana y la noche no estaba siendo especialmente fría. Continuó mirándole embelesada, estudiando sus rasgos a la luz anaranjada del fuego, los ojos vacíos de vida, pero con tanta expresión que tuvo que contener un suspiro. Embelesada como estaba, gritó al ver que esos ojos se movían y la miraban directamente. Apartó la mano de su mejilla y por poco se cae del pedestal donde se mantenía a duras penas.

—Deja de flipar, ha sido el fuego…


La sensación de ser observada regresó y fue cuando se dio cuenta de que todo estaba en silencio, solamente se escuchaban las risas y gemidos que procedían de su espalda, y el crepitar del fuego. Hasta ella no llegaba ningún ruido más, ni el del tráfico, ni tan siquiera los ruidos propios de la noche. Asustada, echando un último vistazo al rostro del ángel, se giró entre sus brazos y observó a sus compañeros. Ninguno había captado su presencia, estaban demasiado ocupados en lo que sus cuerpos y lenguas hacían, que ninguno la había visto. Fue a apartar la vista de aquella imagen, asqueada, pero se detuvo al ver algo que hace unos momentos, cuando ella estaba allí, con sus compañeros, no estaba.

En la pared del fondo, la que quedaba a sus espaldas, había algo, una mancha oscura, alta y grande, estaba allí quieta. No, empezaba a moverse en aquel momento, saliendo de la oscuridad que la alta pared le proporcionaba. Intentó gritar a sus compañeros de la presencia de aquel hombre cuando vio el brillo del hacha que colgaba de una de sus manos, pero su boca se negó a abrirse. Estaba paralizaba, agarrada con fuerza al ángel, apretándose a él, intentando que aquella sombra no la viese.

«¡Grita! ¡Les va a matar y tú no haces nada!»

A pesar de saber eso, que aquellos cinco jóvenes iban a morir, su cuerpo no reaccionó. Se quedó quieta, observando horrorizada cómo el fuego revelaba el rostro del hombre que se cernía sobre los chicos y sonreía. Nunca olvidaría la expresión de ese rostro, el brillo en esos ojos que no parecían humanos y que se deleitaban con lo que veía, como si absorbiera algo de ello. Ninguno de los chicos sintió la presencia que se cernía sobre ellos. Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas, impotente por lo que iba a suceder y odiándose a sí misma.

El brillo del hacha hizo que levantase la mirada de la sonrisa de satisfacción del hombre y vio cómo descendía a gran velocidad para acabar clavándose, con un sonido seco, en el cuello de una de las chicas, que cayó al suelo sin vida, sin cabeza. Los demás miraron la escena, sorprendidos por lo que acababa de pasar y salpicados de la roja sangre. «¡Corred gilipollas!» gritó interiormente, pero ninguno de ellos hizo nada, volvieron a lo suyo, como envueltos por un halo de deseo que no eran capaces de deshacerse de ellos. 

Las lágrimas caían por sus mejillas, sus sollozos quedaban apresados en su muda garganta mientras veía cómo aquel hombre decapitaba y desangraba con ello a todos los chicos, dejando sus desnudos cuerpos en el suelo, separados de sus cabezas. Vio cómo saboreaba la sangre de los chicos muertos, haciendo cuenco con la mano libre del hacha y bebiendo la sangre recién extraída del cuello de sus víctimas, manchándose el rostro y las ropas. Cuando la última cabeza tocó el suelo y acabó mirándola con unos ojos abiertos completamente pero sin vida, su cuerpo cobró vida y levantó la mirada hacia el asesino, fuera del trance en el que se encontraba a causa de aquellas imágenes. 

—¡Oh Dios! —gritó ahogadamente al ver que aquellos ojos la miraban a ella directamente.
—Dios no tiene que ver nada que ver aquí —observó consternada cómo aquella cosa, porque había decidido que no podía ser humano algo así, la miraba y pasaba la lengua por el filo del hacha, llevándose consigo la sangre fresca y saboreándola —. Es más… por mucho que uno de sus guardianes te proteja, nada te podrá salvar de mí.


Pasó por encima de uno de los cuerpos sin vida y fue directo a ella. Soltándose del ángel, saltó al suelo y echó a correr lejos del claro. Nunca en su vida había estado tan asustada, el terror que la estaba ahogando era superior a cualquier miedo que hubiese sentido en su vida, y eso que estaba acostumbrada a tener que vivir atenta a todo lo que ocurría a su alrededor. Ahora corrió con todas sus fuerzas, sus pies volaban por el suelo, se chocaba contra los árboles, pero estaba decidida a salir de allí con vida y unos arañazos eran mejor a morir.

—Me encanta que huyas… lo hace más emocionante… 

Sintió aquellas palabras como si se lo susurrasen en el oído, tan cerca de ella que un gemido de terror puro salió de su garganta. Las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas, nublándole la visión a ratos. 

—Por favor…. Por favor… por favor… —el susurro se repetía una y otra vez, rezando en voz alta por encontrar la salida del pequeño bosque y no regresar al claro, como le había pasado antes.
—¡Ya está bien de correr!

Un grito que le destrozó la garganta salió de ella al ver aparecer delante suyo al ser, levantando el hacha para acabar con ella como con sus amigos. Lo esquivó por poco y continuó huyendo. Sentía que estaba perdiendo la cabeza, aquello no podía estar pasando, los sollozos se mezclaban con las apresuradas pisadas sobre las hojas caídas. Buscaba con la mirada cualquier señal que le indicara la salida, desesperada y cada vez más agobiada de no ver nada más que troncos y hojas. Pasó entre dos gruesos árboles, arañándose la espalda en el proceso y gritando por el dolor que le causó.

—¡Eso es! ¡Grita para mí! Sé que vas a estar deliciosa…

Una arcada subió por su garganta al pensar en lo que aquel ser acababa de decir. Salió de la trampa que eran los dos árboles y se chocó contra uno de los mausoleos. Estuvo a punto de besar la fría pared, pero no tenía tiempo para ello, ahora ya podía ubicarse en el cementerio, había memorizado el camino y enseguida supo por dónde debía ir.


Visualizó al fondo la gran verja que cerraba el campo santo y corrió hacia ella con las últimas fuerzas que tenía. Las piernas le pinchaban por la carrera y los pulmones parecían estar en carne viva del dolor que le suponía respirar, pero estaba decidida a salir de allí. Estaba cerca de la salida cuando un estruendo, parecido a un trueno ensordecedor, cruzó la noche, seguido del sonido de piedras al derrumbarse algo. Cerró los ojos con fuerza, no quería volver la vista atrás, no quería saber qué ocurría a su espalda, solo quería salir de allí y olvidarse de toda aquella pesadilla. Chocó contra algo duro y fuerte y abrió los ojos deseando que fuera la verja de entrada, pero su corazón se detuvo al ver que lo que tenía delante era metal, pero no de la gran portilla de entrada.

—¡No! ¡No! ¡No! —su cuerpo empezó a temblar, lleno de locura y desesperación, muerta de miedo porque al final aquella cosa la había captura.
—Gracias por irte de allí. No me hubiera gustado acabar contigo tan rápidamente —le besó en la frente, dejando en ella la marca de un beso de sangre que la marcaría para el resto de su vida.

Se apartó de aquel ser, empujándolo, manchándose así con la sangre de sus compañeros, y corriendo en la dirección opuesta, rezando por encontrar alguno de los mausoleos abierto y poder refugiarse en él. Buscó con la mirada en la oscura noche cualquier signo que le indicase un escondite, buscó frenética mientras escuchaba a su espalda y por todas partes la risa profunda del ser. Empujó con fuerza las puertas de los mausoleos que se iba encontrando. La desesperación pugnaba contra ella, estaba perdiendo las fuerzas de seguir luchando por salir de aquella. Los sollozos habían pasado a ser hipidos descontrolados, las lágrimas se mezclaban con el sudor por el esfuerzo y por el miedo que le recorría el cuerpo. Cuando iba a darlo todo por perdido, una de las puertas cedió y se precipitó al interior del mausoleo, cerrando la pesada puerta a sus espaldas.

Se dejó caer hasta el suelo pegada a la puerta, haciendo con su cuerpo el contrapeso necesario para mantenerla cerrada, aunque presentía que con eso no iba a hacer nada.

—¿Ya te has cansado de correr? —escuchó la voz al otro lado de la puerta.

Saltó de su posición, alejándose de allí, asqueada porque estuviese tan cerca de ella. No entendía nada de aquello, su mente iba a mil por hora, pero se sentía derrotada, muerta incluso antes de sentir el filo del hacha. Vio horrorizada cómo la puerta se abría poco a poco, dejando a la vista el hacha impregnada en sangre para dar paso a su portador.


—Por favor… —su voz salió entre los sollozos incontrolables. Su cuerpo temblaba, buscando con las manos la pared del fondo para pegarse a ella.
—La verdad es que no esperaba un regalo así, pero me alegro de haber venido a vuestra celebración —se acercó a ella lentamente hasta detenerse a escasos centímetros de su rostro —. Los humanos sois tan deliciosos.

Al terminar de hablar, acercó el rostro al de la chica, que apartó la cara, y le lamió desde la línea de la mandíbula hasta la raíz del pelo. Ella no paraba de temblar y de llorar, aterrada porque sus últimos recuerdos fueran así. Sintió el filo del hacha en su estómago, acariciándola como si fuesen las manos de su amante, arañando su piel, provocándole arañazos que comenzaban a sangrar.

—Aléjate de ella —una voz profunda surgió de la espalda del ser.
—Se acabó lo divertido —se mofó éste.

A partir de ese momento no fue capaz de identificar nada, sus sentidos empezaban a estar tan embotados a causa de todo lo ocurrido y visto, y por las heridas que había recibido del hacha en el estómago, unas heridas que sentía arder. Con las manos tapando esas heridas, intentando aliviar su tormento, se dejó caer de nuevo por la pared que tenía a su espalda hasta llegar al suelo, observando la imagen que tenía delante. Dos hombres luchando, uno con un hacha y el otro con una gran espada con una empuñadura repleta de filigranas que le recordaron, sin entender por qué, a la espada del ángel de mármol.

Antes de que el mundo desapareciera ante ella, creyó captar la voz del agónico ser antes de caer al suelo y desaparecer en una nube de polvo diciendo.

—Aunque yo muera, vendrán más, nunca descansarás. Ella será nuestra.


sábado, 1 de noviembre de 2014

Sin miedo... ~ FanFic Anima Nigrum de Laura Nuño ~ Reina Negra

Este es un fic de uno de los microcuentos del libro Anima Nigrum de Laura Nuño. Uno de los que más me gustaron y del que necesité hacer un fic, porque el cuerpo me lo pedía. El microcuento del libro se llama A la caza del miedo, y mi relato se llama Sin miedo... 

También aprovecho a subirlo ahora para apuntarme a la iniciativa de la autora Teresa Cameselle para estas fechas de Halloween, llamado HALLOBLOGWEEN 2014. Este no será el único relato que suba, esta tarde o mañana subiré el otro que tengo, pero para abrir boca... os dejo con este pequeño relato. Espero que os guste...

Sin miedo...

Dejó el coche dos calles más abajo del lugar donde la fiesta de Halloween se estaba celebrando, prefería dejarlo allí para evitar posibles represalias que afectasen a su pequeña. Se tocó el bolsillo interior de la chaqueta, encontrando allí escondida la navaja que le gustaba tener en el maletero de su coche.

Siguió el sonido de la música y el ruido que los jóvenes hacían. Sintió todo el cuerpo en tensión a cada paso que daba, conocía muy bien lo que podía llegar a hacer si no pensaba más allá de la ira que sentía en esos momentos. Pero la rabia que había prendido en el centro de su pecho al ver a su hija llorar, no le dejaba nada más que el sabor amargo del azufre que tan bien conocía.

Giró en la última esquina y descubrió el descampado donde todos los jóvenes estaban gritando para poder hablar entre ellos, bailando o metiéndose mano a cualquier oportunidad que encontraban. No quería imaginarse a su hija allí, haciendo lo que esos chicos estaban haciendo tras un coche.

—Pagaros una habitación —susurró al pasar a su lado.

Buscó con la mirada al chico que sabía muy bien que había herido a su hija. Fue apartando a los chavales que se cruzaban en su camino, ajenos al peligro que significaba su presencia allí e intentando no caerse a causa de la borrachera que llevaban encima. Asqueado por el entorno, empezaba a cansarse de no encontrar a su presa, hasta que lo vio restregarse al culo de una joven en un estado de embriaguez preocupante. Buscó la mirada del chico y cuando sus ojos se cruzaron, le ordenó con el dedo que se acercara.

Sonrió al ver que dejaba a la chica a un lado y se acercaba a él como si fuera un pavo real, desplegando sus plumas y proclamando que era un dios entre aquellos jóvenes. Tendría que dar gracias a su aspecto amenazador porque una vez más volvían a confundirlo con un hombre con oscuros pretextos. Si ellos supieran…

—¿Qué pasa? —la voz le salía pastosa y su aliento olía a alcohol.
—Me gustaría enseñarte algo —señaló con la cabeza una zona apartada y completamente a oscuras.
—¿Es bueno lo que me vas a enseñar? —«Ah, la bravuconearía» pensó con regocijo.
—Yo nunca trabajo con algo malo.
—De acuerdo, vamos.

Dejó que el chico pasase por delante de él y le siguió hasta la oscuridad, hasta debajo del puente por donde pasaban los coches y podrían camuflar así lo que él tenía en mente. 



—Tío, no se ve una mierda.
—Puedes fiarte de mí, es mejor así.
—¿Por qué coño dices eso? 
—Porque ver cómo tus tripas caen al suelo no es algo agradable.

Con un rápido movimiento y, gracias a que el chico estaba demasiado borracho, le sujetó de las dos muñecas y lo empujó contra una de las paredes del túnel.

—¡Maricón de mierda! ¡Suéltame!

El chico intentó zafarse de su agarre, pataleando y lanzando la cabeza hacia atrás para golpearlo, pero sin existo. El hombre aprovechó el impulso del chico para estampar su cabeza contra la pared y dejarle inconsciente.

—Espero que no te hayas muerto todavía…


Varios minutos después, el chico empezó a emitir ruidos y a moverse, buscando una postura cómoda pero sin conseguirlo. Observó sus manos atadas por encima de la cabeza a una de las vigas del túnel, manteniéndolo de pie en mitad de aquel oscuro lugar.

—Por fin despiertas.

Al escuchar su voz, el chico levantó el rostro hasta él. Había encendido la linterna que llevaba en otro de sus bolsillo y la había colocado en una posición que les diera a los dos, pero sin levantar sospechas para cualquiera que pasase por allí en esos momentos. Salió de la semipenumbra, colocándose frente al muchacho.



—Al final he decidido que sí quiero que veas. Quiero que veas con tus propios ojos cómo te destrozo, como tú hiciste con mi niña.
—¡¿De qué coño hablas!? ¿Dónde está mi ropa? —gruñó al darse cuenta de que estaba desnudo.
—La ropa es el menor de tus problemas —dejó que el frío metal de su navaja acariciase el estómago del chaval —. Le advertí a mi niña que tuviese cuidado, que no se fiase de la gente como tú —subió el metal por su torso, acariciando la piel de su costado —, pero por desgracia, ha tenido que aprender la lección sufriendo. Y ¿Sabes una cosa? —esperó a que el chico negase con la cabeza — que tú también lo vas a aprender de la misma forma.
—Suélteme, no sé de qué me está hablando —sonrió llevando el afilado metal hasta su rostro.
—Quizás ahora no, pero dentro de un rato… lo sabrás — apretando la navaja contra la mejilla del chico, le cortó.

El grito de verdadero terror y dolor que salió de la garganta de su presa fue música para sus oídos y no el estruendo que le llegaba desde la entrada del puente.

—¿Sabes que los cerdos hacen el mismo sonido cuando les desangran? —se alejó de él para observar cómo la sangre corría por su mejilla y le manchaba el torso.
—¡Suéltame hijodeputa! 
—No, no, no… —dijo acercándose de nuevo, moviendo la navaja delante de su rostro — Deberías estarme agradecido por enseñarte algo valioso en tu miserable vida. Como iba diciendo —volvió a posar la navaja en su pecho y tuvo la satisfacción de ver cómo el chico intentaba alejarse de él, pero sin éxito —, a los pobres animales, se les desangra antes de acabar con sus vidas, así, se puede aprovechar todo el líquido para hacer unas buenas morcillas. El lugar elegido es el cuello, justo aquí —se lo mostró pinchándole con la punta de la navaja, sin llegar a hacerle una herida —, pero si yo lo hiciera igual… se me acabaría demasiado pronto el juego.

Sintió más que vio el escupitajo que el muchacho le lanzó al rostro al verse acorralado, siendo la única forma de defenderse.

—No aprendes, ¿verdad?

Un grito cruzó la noche, más desgarrador que el primero puesto que ahora el metal había entrado por completo en su cuerpo, justo encima de su corazón. Estuvo tentado de tirar para abajo del chuchillo, desgarrar la carne y partirle el corazón, pero se contuvo, disfrutando del grito, absorbiendo su fuerza.

Toda valentía, el aplomo chulesco con el que el muchacho le había afrontado hacía unos segundos, se había acabado. El dolor, y comprender que aquello no era un juego, habían hecho mella en él, haciendo que su rostro se llenase de lágrimas y su cuerpo luchase por escapar. Le observó a la luz de la linterna, temblaba, se movía y gritaba sin ninguna lógica, solo buscando huir de él. Sus manos atadas empezaban a acusar esos movimientos, abriéndose bajo la fina cuerda con la que lo había atado, haciendo que más sangre le bajase por los brazos, mezclándose con la de sus otras dos heridas.



Bajó la vista por su rostro, desencajado por el horror, el dolor y la locura; y adornado por el rojo de la sangre y la transparencia de las lágrimas. Así es cómo quería ver a aquel bastardo, que él sintiese lo que su pobre niña estaba sintiendo en esos momentos en su habitación. La herida del pecho sangraba profusamente, dejando ver que en su momento de furia, no había calculado demasiado su movimiento y había cortado parte de la subclavia. Él sabía que no había seccionado por completo la arteria, puesto que la sangre salía al ritmo de los latidos de su corazón, bombeando a la misma fuerza, pero sin llevar demasiada cantidad de sangre.

—He cometido un error —se lamentó —, tendré que darme un poco más de prisa de lo esperado.
—Déjeme —la súplica había llegado —. No le diré a nadie quién es, pero por favor, déjeme vivir.
—Tus promesas no te servirán para nada. El monstruo ha visto la luz, no volverá a la oscuridad hasta acabar.

La navaja brilló antes de clavarse en la pierna izquierda del chico, justo encima de la rodilla. Más gritos de dolor los envolvieron.

—No deberías chillar por esto… —el chico siguió gritando sin control, temblando ante él.

Sin apartar los ojos de su rostro, comenzó a subir el cuchillo por el muslo, sin sacarlo de su cuerpo. El músculo, los tendones, la piel, se abrían a su paso, dejando a la vista la carne, roja y pulsante por los movimientos. Supo exactamente por dónde debía llevar el cuchillo para evitar la arteria femoral, no pensaba darle a aquel despojo una muerte rápida. El olor cobrizo de la sangre inundo sus fosas nasales, impregnándolo todo con ese olor tan característico.

—Ten cuidado —le dijo apartándose y sacando el cuchillo a la altura de su ingle, al observar cómo el muchacho se hacía pis encima —. Creo que ha llegado el momento de explicar quién soy, ¿no? —le levantó el rostro con el cuchillo, haciendo que lo mirara —. Soy el padre de una de tus conquistas. No te voy a decir el nombre, porque seguramente ni lo recuerdes, pero te aseguro que me encargaré que ni muerto puedas descansar en paz. Y, créeme, que será así.
—Se… seguro que su hija… era una… — el chico tragó saliva por el esfuerzo de hablar — de las muchas… putas que me he follado.

Otra vez la furia nubló todo lo que había a su alrededor salvo el cuerpo que tenía delante. En esta ocasión, el cuchillo no se clavó en ninguna parte, seccionó de un solo movimiento la parte que aquel chico amaba más. El pene seccionado cayó al suelo con un ruido sordo tras los alaridos de su ex-dueño.

—Me estoy cansando de ti. Al final no has sido tan divertido. Tres cortecitos de nada y ya estás medio muerto —le empujó haciéndole girar, semi-inconsciente por la pérdida de sangre —. Además debo volver a mi casa, mi pequeña me necesita.


Observó a su presa girar y decidió que no se merecía un golpe de gracia rápido. Esperó a que volviese a estar de cara a él para estirar el brazo donde sujetaba el cuchillo y hundirlo en el bajo vientre del muchacho. Aprovechó su movimiento para continuar hasta el otro lado del abdomen, abriéndole por completo. Los gritos del chico se convirtieron en gorgoteos, buscando el aire que su cuerpo empezaba a necesitar con urgencia. La diversión se había acabado para él y se alejó para ver su obra.

La sangre lo bañaba todo, la piel del chico y el suelo debajo de sus pies, creando un charco casi negro a la luz de la luna y espeso al mezclarse con la tierra presente. Su muslo estaba completamente abierto por los forcejeos del chico, dejando a la vista el hueso y con parte del músculo colgando de la gran herida. Pero donde él más disfrutó, fue viendo cómo los intestinos del bastardo salían de su cuerpo y se ensuciaban, al llegar al suelo, de la mugre que se había ido acumulando allí.

—Una gran ironía. La mierda siempre se junta con mierda… —cogió su linterna y limpió su cuchillo en las ropas del chico.

Se alejó de allí, dejando a su espalda la respiración trabajosa de su víctima y sonriendo por lo que acababa de hacer. Más tarde llegarían las represalias, pero en ese momento, disfrutaba de la bestia que vivía en él.


—¡Eh! ¡Apartase del medio!

Un bocinazo y aquel grito llevaron a Damian de nuevo a la realidad. Estaba parado a pocos pasos de su coche y miró a su alrededor con desconcierto. Levantó una mano pidiendo perdón al conductor y se ubicó de nuevo.

Había ido en busca del miedo, en busca de lo que había hecho que su niña estuviera destrozada. Su mente le había hecho divagar con lo que su monstruo interior disfrutaría y, siendo sincero, su corazón y su cuerpo estaban atentos, alertas y dispuestos a pasar a la acción, pero su promesa tenía más fuerza. 

—No te abandonaré pequeña…

Con esa plegaria, avanzó por las calles hasta la fiesta, donde estaba el bastardo, aquel que había hecho llorar a su hija y el que aprendería por las buenas que con ella no se jugaba. No utilizaría su navaja, pero tenía dos buenas razones para que el chico captase a la primera que con ellos no se jugaba.


martes, 1 de julio de 2014

Educando ~ FanFic Mi Bestia de Laura Nuño ~ Reina Negra

Bueno... después de varios meses sin subir nada... aquí regreso, y regreso con un nuevo Fic. Esta vez de una novela de una autora española, de la que ya hice otro Fic hace tiempo (Un mordisquito por favor). La autora es Laura Nuño y su novela Mi Bestia, la segunda entrega de su saga Los Ocultos.

Decidí hacer este relato porque estoy perdida y absolutamente enamorada de la protagonista femenina, Selene <3, y porque hace unos días (ya semanas jaja) fue el cumpleaños de Laura y me empeñé en regalarle este pequeño relato y... que por varios motivos, no he podido subir hasta el día de hoy ^^u. 

Perdona por el retraso, pero FELICIDADES LAURA!!!!, a que nunca te lo han dicho el 1 de Julio?? jajaja

Sin más dilación.... os dejo con el relato, del que espero que disfrutéis como yo al escribirlo ;)


Educando ~ Reina Negra

—¿Pero qué coño? —Leo intentó tirar de las ataduras que lo mantenían sujeto al cabecero de la cama.
—Al fin te despiertas, ya pensé que la que se dormía de nuevo era yo…

Selene se levantó del sofá donde estaba intentando mantenerse despierta y, sobre todo, controlar las ganas que tenía de tirarse sobre Leo y, aprovechando que él estaba sujeto en la cama, satisfacer sus deseos. Nunca se le había ocurrido que tener a Leo a su entera disposición le provocaría un estado de excitación difícil de mantener a raya, pero el sueño que la había despertado hacia unas horas, era demasiado tentador para dejarlo pasar. Su cuerpo despertó tan excitado, que el volver a dormir le había resultado imposible. Estuvo tentada de despertar a Leo y comentarle su sueño, pero al verle tan plácidamente dormido y relajado a su lado, supo que tenía que llevar a cabo su nueva e, inesperada, fantasía.

—¿Por qué cojones estoy atado Gata? —volvió a tirar de las esposas que rodeaban sus muñecas —¿Y de dónde coño has sacado esto? —Leo se removió en la cama, provocando que la sábana, que tan precariamente le cubría las caderas, dejara al descubierto el inicio del vello que adornaba su ya semierecto pene.
—Las encontré por ahí —Selene se colocó al lado de la cama, dejando que Leo recorriese su cuerpo con la mirada — ¿Quieres que te cuente dónde las encontré o… prefieres que te cuente mi idea? 

Leo no dijo nada, no fue capaz de encontrar una respuesta a su pregunta, estaba demasiado ocupado observando los pequeños pechos de Selene, cubiertos por la fina tela del salto de cama, acercándose a él, al inclinarse ésta sobre su cuerpo para susurrarle la pregunta al oído. Desde que Selene había regresado a su lado no podía estar lejos de ella demasiado tiempo. Y si no estaba a su lado, no paraba de pensar en lo que haría cuando eso pasara, sobre todo con esos pechos que tenía tan cerca de su rostro en ese momento.

—Joder, acércate más, déjame comerte esas tetas.
—Antes tienes que escuchar las reglas del juego —Selene se irguió, alejando de él su cuerpo y poniendo distancia para que Leo no la afectase tanto y aquel juego terminase antes de empezar —. Ya sabes que soy psicóloga, y los psicólogos tenemos que intentar cambiar o mejorar las conductas dañinas de nuestros pacientes…
—No necesito una clase sosaina. Lo que necesito es follart… —Selene lo calló colocando el dedo índice sobre sus labios.
—Y se me ha ocurrido —continuó como si Leo no la hubiese interrumpido —, que podría probar un nuevo método —jugó con el lazo que mantenía unida la tela entre sus pechos, atrayendo la mirada del hombre a ese punto.

Con Leo se sentía segura y deseada, pero no siempre había sido así y, echando ahora la vista atrás, Selene lamentaba haber estado tan cerrada al mundo que se abrió ante ella cuando aceptó lo que su corazón quería. Conocía de buena mano el gran deseo de Leo y en ese momento, sus ojos verdes brillaban cargados de él. Sonrió llena de satisfacción y continuó dibujando el contorno de la tela por su cuerpo.

El salto de cama se abría a partir de ese punto por todo su estómago, dejando al descubierto parte de su piel. Sus dedos acariciaban lentamente la tela, abriéndola para tocar la suave piel que ocultaba, excitando a Leo y a sí misma al verse observada con tanta hambre y atención. Al llegar al borde de las braguitas rojo borgoña, las aletas de la nariz de Leo se abrieron, al aspirar una gran cantidad de aire.

—Joder Gata, estás excitada —Selene no pudo evitar jadear ante esa afirmación. No entendía el por qué, pero que Leo le dijera esas cosas siempre la alteraba y hacía que su cuerpo se estremeciera.
—Yo no tengo tan desarrollado mi olfato, pero veo perfectamente —Selene miró la completa erección de Leo que asomaba por debajo de las sábanas.
—Ella te echa tanto de menos como yo. Déjate de juegos y ven aquí —Leo elevó las caderas para deshacerse de la sábana y quedar completamente desnudo ante ella —. Si continuas mirándome así y con la mano en tu coño, voy a correrme sin que me toques.

Selene regresó a la realidad con esas palabras, se había quedado embobada al ver cómo los marcados músculos de Leo se movían al hacer aquel gesto y deslizar la sábana por su cuerpo «¿Es que nunca lo has visto desnudo?» Apartando la vista de su cuerpo, la llevó hasta sus ojos y sonrió. Sacó su mano de debajo de la tela y la acercó hasta los labios de Leo, donde, con los dedos, acarició sus labios, dejando un rastro de su excitación en ellos.

—¡No! —le gritó al descubrir su intención de lamerse los labios — Hoy soy yo quien juega —un gruñido reverberó en la habitación procedente de Leo, pero se mantuvo quieto, esperando ver qué es lo que hacía Selene.
—Tanto juego… mis cojones van a explotar.
—Ahora te explico las reglas, antes… —Su boca se cerró sobre la del hombre, una boca más que dispuesta a recibir ese beso.

Sus bocas se encontraron en una lucha feroz, como cada vez que se besaban, la locura se desataba y les resultaba tan complicado parar como pensar. Selene escuchó cómo Leo volvió a tirar de las esposas para soltarse y ella le enmarcó el rostro con las manos, profundizando el beso y hacerle olvidar que estaba sujeto, a su disposición. Sentía en su lengua el sabor de Leo, tan adictivo como cualquier droga que te engancha y no eres capaz de soltar a pesar de conocer sus riesgos, y también su propio sabor. Aunque no era la primera vez que sentía estos dos sabores juntos, nunca había sido ella la causante de la mezcla, y saber eso, estaba haciendo que empezara a dudar de su plan. Lo que ahora necesitaba, y los que su cuerpo pedía a gritos, era la fuerza de Leo, sentirlo en su interior, sentir cómo él se volvía loco y cómo ella le seguía al abismo del auténtico placer. Se alejó de él gimiendo ante esa visión.

—¡No me jodas! —gruñó Leo.
—Perdona, es que… me alteras —respiró hondo, cerrando los ojos para recuperar un poco de control.
—¿A qué cojones estás jugando Gata? —se movió incómodo en la cama haciendo que su erección se moviera sobre su estómago y que Selene se sintiera igual que una polilla frente a una fuente de luz. Atraída a ella aunque eso supusiera su muerte.
—He tenido un sueño, más bien una fantasía y… —sus miradas se encontraron —quiero hacerlo.
—¿Esa fantasía era que tuviese un dolor de huevos insoportable? Porque si es así, lo has conseguido.
—Pronto te recuperarás —contestó restándole importancia al comentario —, pero antes te lo explicaré —volvió a colocarse al lado de la cama, tan cerca de Leo como esta se lo permitía —. Como te comenté, los psicólogos…
—Ya me sé ese rollo sosaina, pasa a la práctica —Leo le sonrió y elevó las cejas mientras se miraba el miembro, ganándose un golpe en el pecho por parte de Selene y una sincera sonrisa —¡Oh! ¿Vamos a tener sexo duro?
—Cállate —sonrió —. Lo que te decía, quiero probar un nuevo método de refuerzo positivo. Ya sabes, una acción correcta se lleva su recompensa.
—¿Y cómo coño vas a utilizar eso, en este momento? 
—Muy fácil. Cada vez que digas una palabrota… paro de hacer lo que estoy haciendo —Selene estiró su mano, sin apartar la mirada del rostro de Leo, hasta llevarla a su fuerte erección.
—¡Joder! ¿Me estás vacilando? —se detuvo justo antes de tocarle, dejando que Leo sintiera el calor de su mano pero sin sentirla.
—Una lástima, la verdad es que tenía muchas ganas de tocarte —dijo separando su mano de él.

Se quedó quieta, observando la reacción de Leo. Conocía su afición por decir palabrotas y sabía que para él decir un joder era como para otros decir un hola, pero no iba a tener piedad. En realidad, no quería cambiarle. Si hacía eso perdería la esencia por la cual se enamoró de él, pero eso no quería decir que no podía divertirse un poco. Las fuertes mandíbulas de Leo se apretaron, seguramente reteniendo una cantidad ingente de tacos.

—¿No me quieres decir nada? —se acercó a él, deteniendo su rostro a escasos centímetros del de él.
—Cuando me sueltes de estas esposas… 
—Muy bien, respuesta adecuada —Selene lo besó como recompensa.

Esta vez sus manos le recorrieron el rostro, no sujetándolo como antes, y bajaron por su cuello hasta llegar al amplio pecho. Sintió en sus palmas el fuerte latido del corazón de Leo. 

—¿Te gustaría que mis labios acariciasen todo tu cuerpo?
—¡Cojones sí!
—Fallo —Selene se incorporó.
—¡Joder! Mierda, espera.

Los ojos de Leo se cerraron y Selene observó cómo inspiraba lentamente para calmarse, utilizando una de las técnicas que ella le había enseñado en las terapias que utilizaba con los cachorros. Sonrió llena de ternura, él estaba haciendo todo lo posible por seguirle el juego y llevar a cabo esa descabella fantasía.

—Lo siento, pero no te alejes —dijo al abrir los ojos.
—No me voy a ir. Estás aprendiendo muy bien.

Se subió a la cama, colocándose de rodillas al lado de Leo, dejando que sus piernas acariciaran el costado del hombre. Volvió a posar las manos sobre su pecho en la misma posición que antes, con la diferencia de que ahora cada porción de piel que su mano dejaba atrás, sus labios y lengua la recorrían. Escuchaba la respiración superficial de Leo y sentía en sus manos cómo los músculos de su abdomen se contrarían a su paso. Saboreó el sabor salado del sudor en su lengua, al ir descendiendo por la línea que dibujaban sus abdominales contraídos. Ambos conocían el final de aquel camino y ambos estaban deseando que llegara al final. Notó en sus dedos la sensible punta del pene, que rodeó sin dudarlo, describiendo círculos con el dedo gordo, esparciendo el líquido que le indicaba que Leo también necesitaba sus caricias.

—Jod…. —Leo apretó los dientes al darse cuenta a tiempo de la palabra que iba a salir de su boca, por nada del mundo iba a dejar que Selene se alejara de su cuerpo. Sentir su aliento contra la punta del pene y no poder sujetar su cabeza entre las manos mientras se introducía en su boca, le tenía al borde del colapso.
—Quizás tenga que utilizar esta técnica con algún paciente más.
—Hazlo y morirá —los verdes iris de Leo centellearon, dejando ver el rastro de su verdadera bestia —. Y tú lo pagarás.
—¿Sabes que tu posesividad me excita? Estoy tan, pero tan mojada –le dijo con voz ronca, forzando su voz para picarle.
—No te conviene jugar conmigo.
—¿O qué?

Sonrió para sus adentros, sabía que si Leo no hablaba no podría jugar con él, porque así podría mantener una actitud correcta y llevarse cada una de las recompensas. Por eso había parado de acariciarle y le mantenía sujeto con una de sus manos mientras que con la otra, se acariciaba su propio cuerpo. Había abierto las piernas para que Leo la viese por completo, aunque llevaba las braguitas de encaje, su excitación era visible a través de la tela y por encima de todo, él podía olerla.

—Joder —masculló —. O te voy a follar hasta que no puedas caminar.
—Leo, Leo… no aprendes —le recriminó al levantarse otra vez de la cama —. Veo que vamos a estar así un rato.
—Gata…
—Las reglas son sencillas —le decía mientras deslizaba las braguitas por sus torneadas piernas, dejando que cayeran hasta el suelo —. Si no las cumples… te quedas sin recompensa.
—Tú también —era una excusa infantil, pero Leo no pudo resistirse a utilizarla contra ella.
—En eso te equivocas —Selene se inclinó sobre él —. Yo sigo las normas y tengo dos manos muy útiles —le susurró al oído. Le dio la espalda y regresó al sofá donde estuvo esperando a que se despertara.
—¿Qué vas a hacer?
—¿Tú qué crees? —le dijo por encima del hombro.

«Respira hondo, no pierdas el control… como si eso fuese algo sencillo» Selene se dio la vuelta para sentarse en el sofá, buscando la mirada de Leo y, sin romper ese contacto, abrió las piernas lo máximo que los brazos del sofá se lo permitieron. Leo se pasó la lengua por los dientes, como el depredador que era ante su presa, saboreando el momento antes de caer sobre ella. Pero Selene no iba a caer en su juego, era ella quien mandaba y él estaba a su merced. Colocó los dedos sobre sus rodillas y fue subiendo lentamente por el interior del muslo, acariciándose como si fuese un amante quien la tocaba y no ella misma. No apartó la mirada del rostro de Leo, quería ver lo que él sentía al verla así, abierta a él y siendo ella quien se daba placer.

Sus manos se encontraron en el punto donde su deseo era más evidente. Los fluidos que su cuerpo lloraba bañaron los dedos de Selene al deslizar las manos entre los hinchados pliegues de su sexo. Tembló al sentir la caricia y se mordió el labio, intentando controlar el deseo tan inesperado que estaba adueñándose de ella. Una de sus manos continuó más arriba, acariciando la transparente tela hasta uno de sus pechos, tan dolorido por la falta de atenciones como lo estaba su sexo. Se apretó el pecho, intentando imitar los gestos que hacía Leo cada vez que la tocaba allí. Gimió envuelta en la mezcla de sensaciones que sus manos estaban obrando en su cuerpo y la imagen que su mente generaba de Leo tocándola. Cada movimiento que hacía era seguido por la abrasadora mirada que en ese momento la estaba regalando su amante.

—Selene… —la voz de Leo salió en apenas un susurró, pero fue tan audible como los jadeos que ella estaba emitiendo —. Ven… por favor.
—¿Crees que mereces una recompensa? —la mano que cubría su sexo seguía moviéndose por su rosada piel y Leo no era capaz de apartar la mirada, siguiendo cada uno de sus gestos. Pero cuando observó cómo dos de los dedos de Selene se enterraban en su cuerpo, apartó la mirada e inspiró hondo. Sintió la polla saltar contra su estómago, anhelando el poder ser ella quien ocupara el lugar de esos dedos.
—Ya te digo que sí. 
—¿En qué piensas? —continuaba mirando para otro lado, si volvía el rostro para mirarla perdería todo su control y Selene volvería a alejarse de él.
—Si lo digo… no volvería a tocarte en meses —escuchó la risa de Selene por el comentario.
—Mírame Leo.

Giró el rostro sin poder resistirse más y la descubrió a los pies de la cama, justo entre sus piernas. Tan hermosa que le dejaba sin sentido. Selene subió una de sus rodillas en la cama, subiéndose en ella, acercándose lentamente a él de rodillas.

—Me estás matando…
—¿Necesitas un besito para curarte? —se detuvo entre sus piernas, colocándose de rodillas ante él.
—Coj… —Selene levantó una de sus cejas, esperando —Claro que sí.

Sonriendo, se inclinó sobre él y lamió su erección desde la base hasta la punta, recogiendo el líquido con el que antes jugó y deslizó por el sensible glande. El cuerpo de Leo se tensó, soportando la caricia sin moverse, porque si lo hacía, todo aquel juego que Selene estaba llevando a cabo se terminaría en un abrir y cerrar de ojos. Por su parte, Selene gimió al sentir en su lengua el fuerte sabor de la esencia de Leo y, con la ayuda de sus manos, levantó el duro miembro para poder introducírselo en la boca. Sus labios le rodearon y, poco a poco, el calor húmedo de su boca le envolvió por completo.

—Dioses… no pares —gruñó Leo.

Con la lengua acarició la suave piel a la vez que le introducía en su boca, dejándole claro que por nada del mundo se iba a alejar en ese momento. Una de sus manos le sujetaba por la base del miembro, apretándole cada vez que descendía por él y aflojando su agarre al alejarse y dejar que saliera de su boca. Continuó con las atenciones, tanto de su boca como de sus manos, intercalando la fuerza con la suavidad de una caricia hasta que Leo habló.

—Me voy a correr si sigues así —ella levantó el rostro para mirarlo —. Y necesito correrme dentro de ti.
—¿Eso es lo que quieres? —Leo asintió —Eso es hacer trampas.

A pesar de recriminarle por no hablar, pasó las piernas por encima de su cuerpo, quedando sentada sobre su estómago con las piernas colocadas a cada lado. En esa postura, su sexo quedó completamente pegado al abdomen de Leo, haciendo que un escalofrío le recorriese la columna al sentir la suave presión sobre su clítoris. Slene cerró los ojos y se mantuvo quieta para recuperar la respiración. 

—Abre los ojos Selene —abrió los ojos mordiéndose el labio, buscando el brillante verde de los de Leo.
—Parece que el juego está siendo entretenido.
—Pero quiero mi premio final —ambos sonrieron y Selene buscó su boca.

El beso fue intenso desde el inicio, las lenguas lucharon por ganar la batalla sin resistirse en ningún momento, los dientes chocaron en algún momento a causa del hambre de la pareja. Selene deslizó su cuerpo por encima de Leo, hasta sentir en su resbaladiza entrada la dureza de su deseo, pero sin dejar que entrase en ella, aún no. Con un movimiento, elevó las caderas, colocando su sexo sobre el enhiesto pene. Comenzó a moverse sobre él, lentamente al principio, dejando que sus fluidos impregnaran toda su extensión. Leo imitó sus movimientos, acompasando los movimientos de sus caderas, haciendo que esa fricción aumentara el deseo y la necesidad de sus cuerpos.

—Vuelves a hacer trampas —sus alientos se mezclaban, ambos jadeaban sin control, perdidos en la nube del placer.
—Te deseo, deja de hacernos sufrir.
—Eso es lo que te libra de seguir así durante horas —Selene se separó, quedándose sentada de nuevo sobre él —. Yo también te necesito ahora.

Se elevó sobre su longitud, apoyando una de las manos en su pecho para no caerse y con la otra guiarlo hacia su interior. Cuando sintió a Leo llamando en su entrada, ambos aguantaron la respiración, tan anhelantes de ese contacto final como del respirar. Selene continuó el movimiento lentamente, disfrutando de la sensación y observando cómo la cara de Leo se desfiguraba por el placer, y las venas de su cuello se marcaban por el esfuerzo de mantenerse quieto y, sobre todo, callado.

—Me cagüen la put… 
—¿Qué has dicho? —Selene detuvo el movimiento, Leo estaría sufriendo, pero ella también necesitaba sentir cómo su duro miembro se abría paso en su interior.
—Que estoy en el cielo —soltó el aire —, déjame entrar Gata —su voz se había transformado en un profundo gruñido.
—Gracias a Dios —suspiró y, de un solo movimiento, se dejó caer sobre él.

Selene gritó por la invasión tan deseada, se sentía estirada al máximo por Leo, pero lo último que sentiría en ese momento, sería dolor. Se apoyó en los pectorales de su amante y comenzó a moverse adelante y atrás, haciendo que su sexo rozase lo más posible el cuerpo que tenía debajo. Sus miradas se encontraron, comprendiendo el deseo del otro y complaciéndose mutuamente. Selene se elevó, dejando salir el miembro de Leo de su interior y regresando a ella lentamente, demasiado lentamente para lo que él necesitaba.

—Deja de torturarme.
—Te estoy dando el premio gordo —a pesar de sus palabras, Selene no cambió el ritmo, sino que fue más despacio.
—Lo siento, pero ya no puedo aguantar más.
—¿Qué…?

No acabó la frase porque se quedó sorprendida al escuchar cómo las esposas se rompían y Leo quedaba libre de su atadura. Con las manos libres, Leo la rodeó la cintura, sujetándola y manteniéndola quieta, para ser él quién marcase el ritmo.

—Perdóname.

Tras decir esas palabras, empezó a moverse a un ritmo demoledor. Aunque Selene le hubiera querido responder u obligarle a parar, ese ritmo y la fuerza con la que acometía contra su cuerpo, no la hubieran permitido hablar. Dejó caer la cabeza hacia atrás, presa del más primitivo deseo y lamentando que ella no pudiera gruñir tan fuerte como Leo lo estaba haciendo con cada embestida. Selene se mantenía quieta, mientras él subía y bajaba, golpeando su cuerpo sin control, pero necesitaba más, el último toque que la llevase a la perdición.

—Dioses, tócate Gata… tócate como hacías antes.

Obedeció sin pensárselo dos veces, acercó sus dedos hasta su inflamado clítoris y comenzó a acariciarse al ritmo enloquecido con el que Leo entraba en ella. Cualquier juego que ella hubiera pensado como tortura para Leo quedaba relegado al fondo de su mente. 

—¡Oh Leo!
—Eso es… sigue… 

Selene gritó presa del orgasmo, quedando exhausta a merced de Leo, quien no tardó demasiado en llegar a su propio clímax, entrando en ella varias veces más de forma errática y dejando que parte de su bestia saliera a la luz, envuelta por el placer. Ambos cayeron sobre la cama, buscando el aire que les faltaba en los pulmones. Selene sintió la caricia de Leo en el pelo y un tierno beso en su sien.

—¿Ves como no decir tacos no es tan malo?
—Cojones, y que lo digas.
—¡Leo! —Selene se incorporó y le golpeó en el pecho, provocando que él se riera con ella.
—Vas a tener que trabajar más conmigo —le dijo burlón.
—No lo creo —se sentó en la cama con las rodillas contra el pecho.
—Yo… No quería… —se sentó a su lado, rodeándola con el brazo y acercándola a él.
—No, me he dado cuenta de que te quiero por cómo eres, con tus improperios y todo. Sin ellos no… no es lo mismo, aunque nos lo hayamos pasado bien —los dos sonrieron antes de besarse.
—Por algo me llaman…
—El Puto Amo —Selene lo besó otra vez para tapar su sonrisa —. Mi Puto Amo.
—En unos minutos te enseñaré lo que vale este macho —Selene rió al verse atrapada contra el colchón por el enorme cuerpo de Leo.
—Por cierto —le dijo esquivando uno de sus besos —¿Te has podido soltar desde el principio?
—Unas esposas no me retienen.
—Entonces… 
—Tú querías esto… —la besó en los labios —Y ya sabes que por ti hago cualquier cosa, Gata.
—Oh Leo… —Selene pestañeó rápido para evitar que las lágrimas escapasen de sus ojos.

Leo la besó, esta vez con otro sentimiento por encima del deseo, el del reconocimiento de que la otra persona es la correcta, que es el verdadero amor, que tanto tiempo estuvo esperando…