martes, 5 de julio de 2011

Una oportunidad - Navidad

Con este relato conoceréis mi otra cara, a Nishta, espero no escandalizaros jaja. Este fue mi primer relato Homoerótico y por el que me gané alguna que otra seguidora, y amenazas para que continuase escribiendo u.u. 

Otro punto a favor del relato es que tiene ilustración!! Gracias a mi amiga Tses (Herio) tengo a Bastian y Stephan “vivos” jaja. Podeis ver más dibujos de ella en DA --> Herio13

P.D: puede que la primera escena sea sensible para algún@s...

Espero que disfrutéis
Nistha

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Notar como una mano entra en contacto con mi piel. Recorre mi muslo, sentir la piel de otro en contacto con la mía. Hace mucho que no lo siento, es una sensación ya olvidada. Pero ahora noto cómo esa mano busca el contacto de mi piel. Un momento... ¿me están tocando?

Stephan abrió los ojos al notar que esa caricia era demasiado real para ser solamente un sueño. Y se encontró con una sonriente cara cubierta de mugre.

- Estate quieto chico y no te pasará nada. Hace mucho frío esta noche para pasarla solo ¿no crees?

Stephan intentó gritar pero el hombre le tapó la boca. Solo podía sentir la mano que seguía acariciándolo y oler a aquel tipo. Desprendía el olor característico de la gente de la calle, a suciedad. Sin hacer caso de la advertencia intentó zafarse del agarre pero lo que se ganó fue que la mano que tenía tapándole la boca acabase en su cuello.

- Te he dicho que te estés quieto chico – el hombre acercó su cara a la de Stephan y éste pudo oler el nauseabundo aliento del vagabundo.

Consiguió esquivar el beso en los labios, pero no el sentir esa sucia lengua recorrerle el cuello y la mejilla. Mientras Stephan intentaba no vomitar, la mano que le estaba acariciando subió hasta su entrepierna.

- Oh... tu amiguita no está alegre... dará igual, no me es de utilidad esta noche.

Según decir estas palabras el hombre giró el cuerpo de Stephan y lo colocó boca abajo, contra los cartones que le servían de cama. Stephan luchaba por liberarse, pero estaba muy débil por llevar varios días en la calle sin comer más que las sobras que encontraba o que la gente le daba. Al ver que no podía hacer más, ya que si seguía luchando se quedaría sin fuerzas y su asaltante podía llevar a cabo sus amenazas, cerró los ojos y rezó por quedarse inconsciente lo más pronto posible.

Sabía que se había ido, pero Stephan no quería abrir los ojos, no era capaz de ver un mundo que tantos problemas le había causado en cuestión de meses. Lo único que había pedido en estos meses era caer inconsciente y ni eso le había sido concedido, notando cada estremecimiento de su violador y sentir cómo se vaciaba en su interior y dándole unas palmaditas en el trasero le había recordado que volvería cada noche, que tenía un culo demasiado bonito para ser desperdiciado. No quería seguir viviendo en esas condiciones y ser la puta de un asqueroso. Agarró la manta raída que tenía y se tapó con ella deseando poder borrar esa situación de su mente.

El día llegó, pero no borró nada de lo sucedido, había sido real, no un mal sueño. El cuerpo de Stephan estaba dolorido por lo que tantas veces había recibido, el encuentro de la noche anterior había sido el primero en esta etapa de su vida, pero no el único. Del anterior había huido y de este huiría en cuanto se levantase, no volvería a ser la puta de nadie.

- Siempre serás mi puta Stephan. Allá donde vayas siempre estaré en la sombra, porque nunca podrás olvidarme – y tenía razón, pensó Stephan.

Stephan no era capaz de olvidar cómo su profesor y más tarde su familia lo habían destrozado.

Salió de debajo de la manta y enrolló en ella todas sus pertenencias que consistían en otro par de deportivas, un pantalón, un jersey y una muda, fue todo lo que pudo llevarse de su casa. Estaba ya en la salida del túnel abandonado donde los sin techo tenían sus hogares cuando oyó que el hombre que lo había atacado la noche anterior lo llamaba. Empezó a correr a pesar de que no tenía fuerzas apenas , ni para seguir andando, pero el miedo de que lo encontrase lo ayudó a huir de allí.

Llegó al parque, que lindaba con el túnel, agotado. Buscó un lugar donde esconderse para recuperar fuerzas y seguir huyendo como había hecho dos meses antes…



- ¡Abre la puerta ahora mismo Stephan! – Rugía su padre desde el pasillo.
- ¡No! ¡Vete, no quiero veros más, a ninguno!

Stephan escuchó como los pasos de su padre se perdían por el pasillo, había ganado esta batalla pero la guerra sería para el otro bando. No podía creer que su profesor lo hubiese traicionado, cuando él decía que lo amaba.

- ¿Por qué me has traicionado…? – Stephan estaba sentado contra la pared hecho un ovillo.

Su profesor le había descubierto el placer de estar con otro hombre de sentirse amado a pesar de desear cosas que todo el mundo decía que estaban erróneas y que eran una aberración. Y ahora todo lo que durante meses había sido su paraíso, se había convertido en el peor infierno que cualquiera puede sufrir. Su profesor había ido a su casa, a contar a sus padres mentiras sobre su relación, y todo porque se había negado a hacer lo que él quería.

Lo habían llamado al salón donde le esperaban sus padres y su profesor, este último le sonrió de una manera extraña que en ese momento no entendió pero a medida que fue hablando comprendió esa sonrisa, una sonrisa de venganza y superioridad.

- No sé cómo decirles esto señor y señora Tindale. Pero su hijo no es el hijo perfecto que habían pensado – había empezado su profesor -. Es mi deber decirles que su hijo intentó seducirme para poder tener algo con lo que chantajearme si le suspendía en mi materia.

Sus padres lo miraron horrorizados, pero Stephan no podía apartar su mirada de su profesor. Su corazón empezó a acelerarse, la traición dolía demasiado como para hacer otra cosa que no fuese mirarle esperando que dijese cualquier otra cosa y negase lo que acaba de decir. La voz de su padre le hizo mirarle.

- ¿Qué está diciendo tu profesor Stephan? – la voz de este sonó dura y fría.
- ¿Stephan? – su madre lo miraba con asco.

Stephan pasaba su mirada entre las tres personas que tenía delante. Sus padres lo miraban con odio y asco en partes iguales, su profesor en cambio lo miraba suficiencia y sin esconder su sonrisa.

- Yo… - Stephan no sabía que decir.
- No pensaste en que esto pudiese pasar ¿verdad? Pero yo tengo el deber y la responsabilidad de decirles a tus padres la clase de hijo que están educando.
- Y se lo agradecemos – respondió su padre -. Gracias por decirnos cómo es nuestro hijo en realidad.
- ¡Pero eso es mentira! Yo no me insinuó fue…
- ¿No iras a decir que fui yo el que te sedujo? – respondió su profesor supuestamente alarmado.
- Stephan no sumes más delitos a tu situación
- ¡¿Más delitos!? Os estoy diciendo la verdad ¿Lo creéis a él antes que a mí?
- Por supuesto – fue su madre la que contestó.
- ¿Qué puede sacar tu profesor con estas acusaciones? Entiéndenos…
- ¿Entenderos? Creéis antes a una persona ajena a la familia que a vuestro propio hijo… - Stephan se levantó del sofá donde estaba sentado –. Pero creo que esto solo era cuestión de tiempo que pasase, vuestro hijo no significa nada para vosotros.

Stephan salió del salón y subió las escaleras a hasta su cuarto, dejando atrás las voces de su padre llamándolo y a su madre decirle a su profesor que lamentaba esta situación que su hijo no era digno del apellido Tindale.

Stephan continuaba tirado contra la pared cuando escuchó que la puerta principal se cerraba. Fue hasta la ventana y observó como su profesor se subía al coche y miraba hacia su habitación. Stephan se apartó de allí y decidió lo que estaba rondando por su cabeza desde que entró en su habitación. Se iría de su casa.


Stephan se despertó asustado porque sintió una mano que lo sujetaba por el hombro. Su instinto le llevó a intentar golpear al que lo tocaba sin abrir los ojos. Pero su puño fue parado por una enorme mano.

- Tranquilo chico, no te voy a hacer nada.

Stephan abrió los ojos y se encontró con un hombre que estaba demasiado cerca de él, alejándose rápidamente por el suelo pudo observarlo mejor. Estaba en cuclillas donde había estado él tendido en el suelo. Debía tener cerca de los treinta, iba vestido con una cazadora de cuero y unos vaqueros gastados, su pelo era castaño claro y estaba despeinado. Sus ojos de color avellana lo miraban interrogante.

- Solo quiero saber si estás bien. Parecía que estabas desmayado ¿Qué te ha ocurrido? – le preguntó mientras le señalaba.

Stephan bajó la mirada hacia su cuerpo, su ropa estaba sucia y arrugada, señal de que llevaba como dos días sin poder cambiarse, y sabía que las zonas que se veía de su piel estaban marcadas por las heridas. Stephan solamente se encogió de hombros.

- No vas a hablarme ¿Verdad? Muy bien – dijo el hombre al incorporarse -. Como veo que estás vivo y que no necesitas mi ayuda, me iré.

Le observó mientras se alejaba, sin saber el porqué el corazón de Stephan empezó a latir con fuerza y en su cabeza comenzaron a surgir preguntas ¿Debía confiar en él? ¿Y si solamente era otra persona dispuesta a aprovecharse?

- ¡Espera! – gritó Stephan intentando ponerse en pie. Pero su cuerpo no lo sostuvo y una mano lo salvó de caerse al suelo.
- Tranquilo estoy aquí - Stephan se sujetó con fuerza al brazo que lo sostenía -. Apóyate en mí, vamos a sentarnos en aquel banco - Stephan asintió y juntos llegaron al banco donde se dejó caer. caer -. ¿Quieres algo de comer? Estas muy pálido – y el extraño lo acarició en la mejilla para dar más énfasis a sus palabras.

Stephan huyó de ese contacto, se apartó de su lado. Pero por dentro Stephan estaba preguntándose si el escalofrío que recorrió todo su cuerpo había sido porque no podía soportar el contacto de otro hombre o porque precisamente el contacto de ese hombre despertaba en él un deseo que había estado escondido.


Stephan estaba acostado en su cuarto cuando escuchó voces en el pasillo. Llevaba dos meses viviendo en la casa de Bastian, él lo había sacado de las calles y le había dado un hogar. Lo único que él debía hacer es seguir con las clases y ayudarlo con la gestión de su negocio.

- Veo que se te dan bien las cuentas – le había dicho a las pocas semanas de llegar a su casa -. Podemos hacer un trato, yo te ayudo si tú me ayudas con las cuentas de mi negocio. Siempre me han parecido un asco.

Los pasos se detuvieron cerca de su habitación, se quedó esperando a que la puerta se abriese y entrase alguien a romper su nuevo hogar, pero el que entró fue Bastian.

- ¿Aún sigues en la cama? Aunque sea sábado en esta casa se trabaja chico. Levanta y reúnete conmigo en mi despacho.

Estaba cerca del despacho de Bastian y abrió la puerta sin llamar, no esperaba ver lo que sus ojos vieron. Bastian estaba sentado en la silla de su despacho y había un hombre entre sus piernas. Por suerte para Stephan ninguno de los dos logró verle, con lo que cerró la puerta y se quedó mirándola.

Bastian era… no podía ser. En los dos meses que llevaba viviendo en su misma casa nunca le había notado nada. Pero lo que acaba de ver lo decía todo, la cara de placer que Bastian tenía no podía ocultar nada. Stephan cerró los ojos y apoyó la frente contra la puerta, su respiración estaba acelerada, la visión de Bastian con el otro hombre lo había alterado y al pensar en la imagen sentía envidia ¿Por qué él no podía disfrutar de eso sin ningún miedo? Esperó antes de llamar y volver a entrar en el despacho, pero esta vez llamó antes y hasta que no escuchó a Bastian diciéndole que pasase no abrió la puerta.

- Que rápido has sido, pensé que tardarías mas – le dijo con una sonrisa en la cara. Yo también sonreiría si hubiese hecho lo que él, pensó Stephan.
- Me había duchado anoche, asique solo ha sido vestirme – le dijo mientras buscaba con la mirada al otro hombre.
- Bien. Te he llamado porque al ser sábado me he tomado el día libre ¿Qué te apetece hacer hoy? – Stephan recordó la escena de antes al escuchar esa propuesta y su cuerpo se tensó - ¿Stephan?
- Me da lo mismo, para hoy no tenía nada pensado.
- ¿Qué te parece si vamos a la feria de navidad? Esta semana está en la explanada del antiguo túnel – Stephan sujetó con fuerza el respaldo de la silla que tenía en frente hasta que sus nudillos se pusieron blancos de la fuerza -. Sé que no quieres volver allí – le recordó Bastian mientras se acercaba a él y lo agarraba de los hombros -, pero esta vez estaré yo a tu lado. Además, tendrás que escribir la carta a Papa Noel con lo que quieres y que mejor manera qué mirando lo que ahí para poder pedir a gusto.

Stephan observo su cara, estaba a escasos centímetros de él. Sabía que Bastian no le abandonaría.

- Vale, iremos.

La feria estaba llena de familias que buscaban el mejor abeto para llevarse a casa y decorarlo esperando a ser rellenado con los regalos de Papa Noel. Stephan iba al lado de Bastian en todo momento, mirando a su alrededor esperando que alguien lo reconociese y todo lo que había conseguido se arruinase. Iba tan distraído que no escuchó la pregunta de Bastian.

- Stephan, escúchame y deja de buscar a tus dragones – esperó a que le mirase y continuó -. No hemos venido aquí para que estés asustado sino para elegir un buen árbol y regalos. Asique deja de mirar al horizonte y mira los puestos ¿Vale?

Bastian le pasó un brazo por encima de los hombros y juntos fueron al siguiente puesto del mercadillo. Stephan había conseguido relajarse y hasta sonreír por la manera de regatear de Bastian con el tendero cuando su mundo se vino abajo.

- No creo que aquí encontremos un árbol digno de la casa – oyó a su madre.
- Tranquila señora Tindale, sé de un sitio que venden abetos dignos de su salón – ahora era la voz de su profesor.

Estaban al otro lado del puesto observando los abetos, estaban sus padres y su profesor, y como si éste hubiese notado su mirada desvió la vista y se encontró con los ojos azules de Stephan.

- ¿Por qué no van saliendo para ir a comprar el abeto a la tienda que les digo? Enseguida me reúno con ustedes.

Stephan no fue capaz de irse de allí, estaba paralizado por lo que estaba viendo. Estaba solo Bastian acababa de irse a pagar el abeto y el estaba esperándolo. Y su profesor se acercaba a él. Seguía siendo un hombre muy atractivo, llevaba su pelo negro recogido en una cola en su nuca, llevaba unos pantalones de seda que marcaban sus piernas y una cazadora de ante. Sus oscuros ojos, ocultos tras unas gafas de ver, no dejaban de mirarle.

- Que sorpresa tan agradable, ¿o crees? – le dijo mientras le acariciaba el brazo -. Este era el lugar en el que menos esperaba verte mi niño – Stephan continuaba inmóvil agarraba el tronco del abeto con fuerza -. ¿No vas a saludarme como lo hacías antes? – Esto se lo dijo a escasos centímetros de su oído, se había ido agachando hasta llegar a esa altura.

Stephan temblaba del miedo y de la impotencia de no poder hacer nada con su cuerpo, como soltarle un puñetazo en su arrogante cara.

- Eh, ¿qué ocurre? – era Bastian había regresado -. Aléjese de él – y apartó a Stephan.
- Vaya… veo que no has perdido mucho tiempo en buscarte a otro para satisfacer tus deseos Stephan
- ¿Qué demonios dice? Lárguese de aquí ahora mismo si no quiere que lo eche yo.
- Y además te lo has buscado protector. Tienes buen gusto – Bastian se acercó a él de manera amenazante -. Tranquilo amigo, ya me marcho. Espero volver a verte Stephan…

Stephan observó cómo su profesor se perdía entre la multitud. Continuaba sin poder moverse o articular palabra. La presencia de ese hombre lo seguía alterando mucho.

- Stephan mírame a mí – Bastian se cruzo en su campo de visión -. Respira y tranquilízate, o nuestro abeto no vivirá para ser adornado – continuó sonriéndole. Stephan miro hacia su mano y soltó el abeto.
- Lo siento…
- No, no te disculpes por algo que no es tu culpa.
- Pero…
- Vamos a casa.


El camino a casa lo hicieron en silencio. Stephan miraba por la ventanilla para evitar la mirada de Bastian. No se atrevía a mirarle después del encuentro con su profesor, tenía miedo de lo que pudiese pensar de él. No quería volver a sentir el desprecio hacia su persona, y sabia que esta vez sería mucho peor, Bastian era muy importante en su vida, si lo defraudaba…

- Hemos llegado. Vamos ayúdame a bajar el abeto.

Entre los dos llevaron el abeto al salón y Bastian dejó que lo adornase Stephan a su gusto, mientras él iba a comprar la cena. Al regresar con la cena se encontró a Stephan tumbado en el sofá que había frente a la chimenea, mirando el fuego.

- Vaya, yo que tenía la esperanza de auparte y ayudarte a colocar la estrella en la cima del árbol – este comentario devolvió a Stephan al presente y sonrió.
- Creo que no hacía falta, nuestro abeto no es demasiado alto.
- No es alto, pero tiene personalidad – los dos sonrieron y se miraron durante un momento - ¿Cenamos? – Stephan apartó la mirada, asintió y se levantó para ir a la cocina -. ¿Por qué no cenamos aquí? Sería una tontería desperdiciar el calor de la chimenea.

Bastian se dejó caer a los pies del sofá e instó a Stephan, que continuaba de pie, que se sentase a su lado.

- Pero eso si, como se te caiga una gota kétchup en la alfombra será tu fin muchacho.

Stephan se sentó a su lado sonriendo, lo que pensó que tardaría en pasar después del encuentro en el mercadillo. Cenaron frente a la chimenea hablando de cualquier cosa, Bastian no le dejó que pensase en nada que no fuera ese momento y en lo que quería para navidad.

- De verdad que no quiero nada. Lo que me has dado ya es suficiente.
- ¡Vamos! Todos los chicos de tu edad sueñan con tener la Xbox o la Play.
- Pues llámame raro, pero prefiero hacer cualquier otra cosa que pasar mis horas libres frente al televisor.
- De acuerdo, tendré que devolverla entonces…
- ¡¿Ya la habías comprado?! Bueno si ya la tienes no la devuelvas – contestó con “indiferencia”.
- Vaya, con que preferías hacer cualquier otra cosa ¿no? – Bastian lo golpeó amistosamente en el hombro y dejó su mano allí. Stephan se tensó por el contacto, había olvidado sus miedos pero al ver a su profesor habían regresado -. Lo siento – se disculpó Bastian al notar su incomodidad.

Stephan lo miró y se sintió sucio. No se merecía que Bastian lo ayudase su profesor tenía razón, no valía para otra cosa que no fuese para dar placer.

- Ni se te ocurra volver a alejarte de mí – dijo Bastian -. No permitiré que lo que pasó esta tarde te hunda y te destroce.

Stephan empezó a levantarse mientras negaba con la cabeza. Debía irse antes de que descubriese su verdadera naturaleza, era un asqueroso gay que solamente quería el placer que le daban. Bastian consiguió agarrarle de la muñeca y evitar que se fuese.

- Cuéntame que te hicieron Stephan. Déjame ayudarte.

Stephan dejó de luchar y se derrumbó, le contó todo lo que le había pasado antes de conocerlo a él. Cómo había soportado el desprecio de sus padres, lo que le hizo su profesor, y lo que le ocurrió en las calles. Bastian no hizo ningún movimiento, permaneció impasible ante la historia que estaba escuchando. Estuvo en silencio hasta que Stephan dijo.

- Sé que ahora debo irme pero quiero que sepas…
- ¡Irte! ¿Pero qué estás diciendo? No te vas a ir a ningún sitio. Este es tu hogar ahora – Bastian se acercó a él -. Ahora y espero que por mucho tiempo – y juntó sus labios a los de Stephan.

Stephan abrió los ojos sorprendido por la reacción de Bastian, lo estaba besando. Al principio se sintió incomodo por ese beso, nunca lo habían besado, su profesor nunca lo había hecho solamente lo había utilizado para el sexo. Los labios de Bastian eran suaves y se apretaban con fuerza contra los suyos, Stephan se relajó y disfrutó de ese beso. Separó sus labios y dejó que Bastian entrase en su boca, sus lenguas se encontraron tímidamente la primera vez pero enseguida pasaron a jugar a un juego más sensual y apremiante. Y fue entonces cuando Bastian rompió el beso.

- Stephan – su voz sonaba ronca, y su respiración era superficial -. Ve a tu cuarto.

Bastian tenía su frente apoyada contra la suya y lo sujetaba con fuerza por los hombros. Las manos de Stephan estaban apoyadas contra su pecho y al escuchar esta orden cayeron muertas contras su propio cuerpo. Sin dejar que Bastian continuase humillándolo corrió a su cuarto donde se encerró con llave, alejándose de él.

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A partir de este encuentro Stephan evitó a Bastian siempre que podía, iba a la escuela y cuando regresaba se encerraba en su cuarto. Había estado sin cenar con él hasta que Bastian fue a buscarlo a su cuarto.

- Stephan abre la puerta, por favor. Necesito hablar contigo – estuvo sin contestarle pero al oír que se alejaba por el pasillo abrió la puerta.
- Pasa – dijo asomándose al pasillo, y regreso a su habitación.
- No quería que pasase nada… - dijo Bastian al entrar y quedarse junto a la cama donde Stephan estaba leyendo.
- Tranquilo ya noté que fue un error no necesito que me lo recuerdes. Y si eso era lo que querías decirme…
- ¡Maldita sea! Quieres escucharme, lo que no quería era que pasase algo entre nosotros después de lo que has vivido, no quiero ser uno más de la lista – Stephan levantó la vista del libro -. No quiero unirme a las personas que han destrozado tu vida Stephan. Solo quería que lo supieras. Estaré abajo preparando la cena, si quieres cenar eres bienvenido - Y salió de su habitación cerrando la puerta a su espalda.

Quedaban dos días para Nochebuena y Stephan todavía no se atrevía a estar cerca de Bastian. No es que no quisiese no tenía fuerzas para enfrentarse a su mirada. El día que hablaron Bastian estaba extraño no tenía la vitalidad de siempre. Ese día había decidido bajar y acompañarlo en la cena, desde el día en que hablaron no había podido dormir tranquilo, la imagen de Bastian se repetía una y otra vez en sus sueños. Lo encontró cocinando.

- ¿Necesitas ayuda?
- Puedes acercarme ese cuenco con las verduras – le contestó por encima del hombro. Cuando se acercó con el cuenco le dijo –. Me alegro que te hayas animado a bajar.

Pero Stephan no miró la cálida sonrisa que le estaba ofreciendo sino el moratón que adornaba su cara.

- ¿Qué ha ocurrido? – le preguntó mientras acariciaba su piel magullada.
- Solo ha sido una pequeña discusión. No tienes que preocuparte – la mano de Bastian subió hasta envolver la suya -. Tenía que hacerlo – Stephan se quedó mirándolo.
- ¿Quién te lo hizo?
- Eso no importa…
- ¿Quién te lo hizo?
- Fui a visitar a tu profesor – Stephan se alejó de él.
- ¿Por qué has ido? ¡No ves que puede usar esto para hundirte como hizo conmigo!
- Eso no va a pasar, no tiene el valor de hacerlo. Esta vez seria él quien saliese perdiendo. Tengo una cinta en la que cuenta todo lo que te hizo. Lo siento tanto Stephan… - Bastian lo abrazó y esta vez Stephan no huyó de sus brazos. Necesitaba su contacto y su calor -. Tengo que acabar la cena o las verduras se quemarán, ve poniendo la mesa – le dijo y lo besó suavemente.

Esa noche cenaron como si nada hubiese pasado, ni el encuentro con su profesor en el mercadillo ni lo que vino después. Al acabar de recoger todo fueron al salón a ver la televisión antes de acostarse.

- Bastian…
- Dime.
- ¿Tú me ves como algo despreciable y que solo sirve para dar placer?
- No quiero que pienses eso nunca más acerca de ti. No eres nada de eso Stephan – Bastian puso dos dedos bajo su barbilla y alzo su cara -. No eres nada de esas dos cosas, nunca lo has sido ni lo serás.

Bastian lo besó y Stephan le respondió. Esta vez el beso continuó donde lo dejaron hacia unos días. El cuerpo de Stephan despertó sin dificultad al besó y las manos de Bastian, que sujetaban por las caderas a Stephan y lo subieron a su regazo.

Stephan pasó sus brazos por encima de la cabeza de Bastian y se agarró al respaldo del sofá y así apretarse contra su cuerpo. Las manos de Bastian acabaron en su trasero obligándolo a estar unido a su cuerpo y notar la dureza que sus pantalones escondían. Stephan gimió cuando la boca de Bastian se separó de sus labios y buscó su cuello, notó su lengua recorrer la línea de su mandíbula hasta acabar junto a sus labios.

- Si no paramos ahora, llegaremos hasta el final…
- Yo no quiero parar – contestó Stephan.

Stephan restregó su cuerpo contra el de Bastian en una clara invitación a que continuase con lo que había empezado. Sus bocas se encontraron de nuevo devorándose.

Las manos de Bastian subieron por su espalda, arrastrando en su exploración la camisa de este, dejando al descubierto su torso. Cuando la camisa desapareció por encima de su cabeza, la boca de Bastian capturó un pezón y comenzó a succionarle, provocando que de la boca de Stephan escapasen gemidos de placer. Sus dedos se enredaron en el pelo de Bastian y lo sujetaron contra él.

La lengua de Bastian recorrió el pecho de Stephan hasta su cuello. Stephan necesitaba sentir su piel contra la de Bastian por lo que sus manos arrancaron los botones de la camisa que llevaba, dejando al descubierto un pecho musculoso cubierto por un fino bello. Sus manos lo acariciaron y descendieron por su estómago hacia sus pantalones. Acarició débilmente el bulto que se marcaba en ello y disfrutó del sonido que Bastian dejó escapar y cómo sus caderas buscaban su contacto, al ver esta reacción por su parte Stephan hizo lo que llevaba queriendo hacer desde que lo viese con aquel otro hombre en su despacho. Se bajó del regazo de Bastian y se arrodilló entre sus piernas.

- Stephan… - no le dejó acabar la frase.

Sus manos desataron el botón que encerraba su miembro y lo liberaron. Su erección saludaba orgullosa a Stephan, que sin esperar a que Bastian se arrepintiese lamió la primera gota de su deseo que coronaba su glande. Bastian gimió y Stephan actuó. Se introdujo el miembro en su boca sin más preámbulos, comenzó lentamente disfrutando de la suavidad de la piel y la dureza que existía debajo de ella, una de sus manos acariciaba el estomago de Bastian y la otra acariciaba su propio miembro.

Bastian se inclinó hacia él para poder tocarlo. Sus manos comenzaron a acariciar su espalda de manera sensual y llegaron hasta la cintura de sus pantalones, consiguieron desatarlos y continuaron su exploración. Bastian buscó su entrada con una mano mientras que la otra buscaba su miembro, al dar con él lo acarició, provocando una sacudida en Stephan. La mano que acariciaba su miembro se humedeció con sus jugos y se fue a encontrar con su hermana en la entrada de Stephan. Los dedos impregnados en la esencia de Stephan comenzaron a acariciar su ano, estimulándolo para poder penétralo. Stephan notó cómo el primer dedo entraba en su cuerpo, y no pudo evitar tensarse y soltar el miembro de Bastian de su boca.

- Bastian…
- Dime qué quieres parar, y lo haré – le dijo mientras continuaba su exploración. Stephan gimió y negó con la cabeza.
- No pares… por favor…

Bastina acabó de introducir su dedo y Stephan gritó por la impresión. Aún estaba recuperándose por esa invasión cuando Bastian lo hizo subirse al sofá y así cambiaron las posiciones, ahora era él el que estaba sentado en el sofá. Le hizo tumbarse lo más que pudiese y empezó su ataque. Su boca fue a su entrada, y comenzó a estimularla, a la vez que una de sus manos acariciaba el pene de Stephan.

Stephan se sujetó a los cojines del sofá para soportar lo que Bastian le estaba haciendo, era demasiado placer el que le estaba provocando. Gemía, se retorcía, buscaba más placer, y esta vez no se arrepintió de ese hecho necesitaba a Bastian dentro de él y lo necesitaba ya. Agarrándolo de su cabello levanto la cabeza de Bastian y le dijo.

- Quiero sentirte en mí.

Bastian se incorporó y antes de hacer lo que Stephan le pedía probó su miembro. Su sabor era amargo a la vez que dulce. Al escucharle murmurar su nombre se incorporó del todo y esta vez sí cumpliría los deseos de Stephan. Se colocó en su entrada y muy lentamente comenzó a introducirse en él, mientras lo besaba.

Al principio Stephan estuvo tenso, pero a medida que Bastian entraba en él la tensión se transformaba en placer. Sus movimientos al principio fueron descoordinados ganando sincronización a la vez que el placer los inundaba a los dos, las embestidas de Bastian fueron incrementando su velocidad hasta que Stephan llegó al clímax, arrastrándolo a él al suyo propio al sentir las contracciones de su ano contra su miembro. Bastian dejó caer su cuerpo contra el de Stephan.

Se quedaron en esta posición hasta que sus respiraciones recuperaron su ritmo normal. Estaba sudorosos y cansados pero Stephan estaba feliz por el momento compartido con Bastian.

- Será mejor que nos acostemos en la cama, o mañana tendremos contracturas – dijo Bastian al levantarse y ofrecerle la mano.

Stephan lo contempló, estaba allí de pie, desnudo y sin miedo a demostrar lo que quería. Fueron a la habitación de Bastian y este estrechó entre sus brazos el cuerpo de Stephan.

- ¿Ya has pensado que quieres para navidad?
- Lo que quería ya lo tengo.
- ¿La Play?
- Exacto… - contestó Stephan a la vez que se acurrucaba más contra su cuerpo.


El día de Navidad llegó y Stephan se encontró con que estaba solo en la cama de Bastian, desde el día en el que se habían acostado en el salón no había vuelto a dormir en su cama. Se incorporó en la cama y descubrió una nota en la almohada.

Sigue las flechas… te llevaran a tu regalo de navidad…

Extrañado por esta nota buscó por la habitación hasta que encontró la primera flecha. Se levantó de la cama para seguir con el juego. La siguiente flecha la encontró en frente se la habitación, la siguió y así con todas las que encontró hasta llegar a la cocina. Encima del mármol había una caja con un lazo rojo adornándola, sin esperar abrió el paquete descubriendo la Play que Bastian le había comprado junto con otra nota.

Ya has encontrado el primero de tus tres regalos… continúa tu camino…

Con una sonrisa en los labios continuo su búsqueda, el siguiente regalo se encontraba en la despensa, se trataba de un bote de nata montada y unas tijeras, más otra nota.

Estás cerca del final… o del principio…

Encontró otra flecha que le llevó hasta el salón. Al lado del abeto estaba el mejor regalo que hubiese deseado. Bastian estaba sentado a su lado y en su regazo tenía un perrito.

- Ahora debes elegir con qué regalo te quedas. Con el cachorro, o conmigo…
- ¿Y no podemos llegar a un trato?
- ¿Qué me propones?
- Te cambio el perrito por este bote de nata y mi entera disposición…
- Veo que sabes negociar – le contestó mientras se levantaba y le tendía al perrito -. Pero quiero que ahora dejes al cachorro en su cuna y vengas a compartir mi regalo - Bastian le quitó el bote de nata, mientras le decía estas palabras junto al oído.

Sin perder mucho tiempo Stephan dejó a su nuevo amigo en su cama y fue en busca de Bastian, el bote de nata y la diversión que ésta combinación le daría... y sobre todo de disfrutar la libertad que Bastian le había ofrecido, su pasado no volvería a dañarle...