martes, 1 de julio de 2014

Educando ~ FanFic Mi Bestia de Laura Nuño ~ Reina Negra

Bueno... después de varios meses sin subir nada... aquí regreso, y regreso con un nuevo Fic. Esta vez de una novela de una autora española, de la que ya hice otro Fic hace tiempo (Un mordisquito por favor). La autora es Laura Nuño y su novela Mi Bestia, la segunda entrega de su saga Los Ocultos.

Decidí hacer este relato porque estoy perdida y absolutamente enamorada de la protagonista femenina, Selene <3, y porque hace unos días (ya semanas jaja) fue el cumpleaños de Laura y me empeñé en regalarle este pequeño relato y... que por varios motivos, no he podido subir hasta el día de hoy ^^u. 

Perdona por el retraso, pero FELICIDADES LAURA!!!!, a que nunca te lo han dicho el 1 de Julio?? jajaja

Sin más dilación.... os dejo con el relato, del que espero que disfrutéis como yo al escribirlo ;)


Educando ~ Reina Negra

—¿Pero qué coño? —Leo intentó tirar de las ataduras que lo mantenían sujeto al cabecero de la cama.
—Al fin te despiertas, ya pensé que la que se dormía de nuevo era yo…

Selene se levantó del sofá donde estaba intentando mantenerse despierta y, sobre todo, controlar las ganas que tenía de tirarse sobre Leo y, aprovechando que él estaba sujeto en la cama, satisfacer sus deseos. Nunca se le había ocurrido que tener a Leo a su entera disposición le provocaría un estado de excitación difícil de mantener a raya, pero el sueño que la había despertado hacia unas horas, era demasiado tentador para dejarlo pasar. Su cuerpo despertó tan excitado, que el volver a dormir le había resultado imposible. Estuvo tentada de despertar a Leo y comentarle su sueño, pero al verle tan plácidamente dormido y relajado a su lado, supo que tenía que llevar a cabo su nueva e, inesperada, fantasía.

—¿Por qué cojones estoy atado Gata? —volvió a tirar de las esposas que rodeaban sus muñecas —¿Y de dónde coño has sacado esto? —Leo se removió en la cama, provocando que la sábana, que tan precariamente le cubría las caderas, dejara al descubierto el inicio del vello que adornaba su ya semierecto pene.
—Las encontré por ahí —Selene se colocó al lado de la cama, dejando que Leo recorriese su cuerpo con la mirada — ¿Quieres que te cuente dónde las encontré o… prefieres que te cuente mi idea? 

Leo no dijo nada, no fue capaz de encontrar una respuesta a su pregunta, estaba demasiado ocupado observando los pequeños pechos de Selene, cubiertos por la fina tela del salto de cama, acercándose a él, al inclinarse ésta sobre su cuerpo para susurrarle la pregunta al oído. Desde que Selene había regresado a su lado no podía estar lejos de ella demasiado tiempo. Y si no estaba a su lado, no paraba de pensar en lo que haría cuando eso pasara, sobre todo con esos pechos que tenía tan cerca de su rostro en ese momento.

—Joder, acércate más, déjame comerte esas tetas.
—Antes tienes que escuchar las reglas del juego —Selene se irguió, alejando de él su cuerpo y poniendo distancia para que Leo no la afectase tanto y aquel juego terminase antes de empezar —. Ya sabes que soy psicóloga, y los psicólogos tenemos que intentar cambiar o mejorar las conductas dañinas de nuestros pacientes…
—No necesito una clase sosaina. Lo que necesito es follart… —Selene lo calló colocando el dedo índice sobre sus labios.
—Y se me ha ocurrido —continuó como si Leo no la hubiese interrumpido —, que podría probar un nuevo método —jugó con el lazo que mantenía unida la tela entre sus pechos, atrayendo la mirada del hombre a ese punto.

Con Leo se sentía segura y deseada, pero no siempre había sido así y, echando ahora la vista atrás, Selene lamentaba haber estado tan cerrada al mundo que se abrió ante ella cuando aceptó lo que su corazón quería. Conocía de buena mano el gran deseo de Leo y en ese momento, sus ojos verdes brillaban cargados de él. Sonrió llena de satisfacción y continuó dibujando el contorno de la tela por su cuerpo.

El salto de cama se abría a partir de ese punto por todo su estómago, dejando al descubierto parte de su piel. Sus dedos acariciaban lentamente la tela, abriéndola para tocar la suave piel que ocultaba, excitando a Leo y a sí misma al verse observada con tanta hambre y atención. Al llegar al borde de las braguitas rojo borgoña, las aletas de la nariz de Leo se abrieron, al aspirar una gran cantidad de aire.

—Joder Gata, estás excitada —Selene no pudo evitar jadear ante esa afirmación. No entendía el por qué, pero que Leo le dijera esas cosas siempre la alteraba y hacía que su cuerpo se estremeciera.
—Yo no tengo tan desarrollado mi olfato, pero veo perfectamente —Selene miró la completa erección de Leo que asomaba por debajo de las sábanas.
—Ella te echa tanto de menos como yo. Déjate de juegos y ven aquí —Leo elevó las caderas para deshacerse de la sábana y quedar completamente desnudo ante ella —. Si continuas mirándome así y con la mano en tu coño, voy a correrme sin que me toques.

Selene regresó a la realidad con esas palabras, se había quedado embobada al ver cómo los marcados músculos de Leo se movían al hacer aquel gesto y deslizar la sábana por su cuerpo «¿Es que nunca lo has visto desnudo?» Apartando la vista de su cuerpo, la llevó hasta sus ojos y sonrió. Sacó su mano de debajo de la tela y la acercó hasta los labios de Leo, donde, con los dedos, acarició sus labios, dejando un rastro de su excitación en ellos.

—¡No! —le gritó al descubrir su intención de lamerse los labios — Hoy soy yo quien juega —un gruñido reverberó en la habitación procedente de Leo, pero se mantuvo quieto, esperando ver qué es lo que hacía Selene.
—Tanto juego… mis cojones van a explotar.
—Ahora te explico las reglas, antes… —Su boca se cerró sobre la del hombre, una boca más que dispuesta a recibir ese beso.

Sus bocas se encontraron en una lucha feroz, como cada vez que se besaban, la locura se desataba y les resultaba tan complicado parar como pensar. Selene escuchó cómo Leo volvió a tirar de las esposas para soltarse y ella le enmarcó el rostro con las manos, profundizando el beso y hacerle olvidar que estaba sujeto, a su disposición. Sentía en su lengua el sabor de Leo, tan adictivo como cualquier droga que te engancha y no eres capaz de soltar a pesar de conocer sus riesgos, y también su propio sabor. Aunque no era la primera vez que sentía estos dos sabores juntos, nunca había sido ella la causante de la mezcla, y saber eso, estaba haciendo que empezara a dudar de su plan. Lo que ahora necesitaba, y los que su cuerpo pedía a gritos, era la fuerza de Leo, sentirlo en su interior, sentir cómo él se volvía loco y cómo ella le seguía al abismo del auténtico placer. Se alejó de él gimiendo ante esa visión.

—¡No me jodas! —gruñó Leo.
—Perdona, es que… me alteras —respiró hondo, cerrando los ojos para recuperar un poco de control.
—¿A qué cojones estás jugando Gata? —se movió incómodo en la cama haciendo que su erección se moviera sobre su estómago y que Selene se sintiera igual que una polilla frente a una fuente de luz. Atraída a ella aunque eso supusiera su muerte.
—He tenido un sueño, más bien una fantasía y… —sus miradas se encontraron —quiero hacerlo.
—¿Esa fantasía era que tuviese un dolor de huevos insoportable? Porque si es así, lo has conseguido.
—Pronto te recuperarás —contestó restándole importancia al comentario —, pero antes te lo explicaré —volvió a colocarse al lado de la cama, tan cerca de Leo como esta se lo permitía —. Como te comenté, los psicólogos…
—Ya me sé ese rollo sosaina, pasa a la práctica —Leo le sonrió y elevó las cejas mientras se miraba el miembro, ganándose un golpe en el pecho por parte de Selene y una sincera sonrisa —¡Oh! ¿Vamos a tener sexo duro?
—Cállate —sonrió —. Lo que te decía, quiero probar un nuevo método de refuerzo positivo. Ya sabes, una acción correcta se lleva su recompensa.
—¿Y cómo coño vas a utilizar eso, en este momento? 
—Muy fácil. Cada vez que digas una palabrota… paro de hacer lo que estoy haciendo —Selene estiró su mano, sin apartar la mirada del rostro de Leo, hasta llevarla a su fuerte erección.
—¡Joder! ¿Me estás vacilando? —se detuvo justo antes de tocarle, dejando que Leo sintiera el calor de su mano pero sin sentirla.
—Una lástima, la verdad es que tenía muchas ganas de tocarte —dijo separando su mano de él.

Se quedó quieta, observando la reacción de Leo. Conocía su afición por decir palabrotas y sabía que para él decir un joder era como para otros decir un hola, pero no iba a tener piedad. En realidad, no quería cambiarle. Si hacía eso perdería la esencia por la cual se enamoró de él, pero eso no quería decir que no podía divertirse un poco. Las fuertes mandíbulas de Leo se apretaron, seguramente reteniendo una cantidad ingente de tacos.

—¿No me quieres decir nada? —se acercó a él, deteniendo su rostro a escasos centímetros del de él.
—Cuando me sueltes de estas esposas… 
—Muy bien, respuesta adecuada —Selene lo besó como recompensa.

Esta vez sus manos le recorrieron el rostro, no sujetándolo como antes, y bajaron por su cuello hasta llegar al amplio pecho. Sintió en sus palmas el fuerte latido del corazón de Leo. 

—¿Te gustaría que mis labios acariciasen todo tu cuerpo?
—¡Cojones sí!
—Fallo —Selene se incorporó.
—¡Joder! Mierda, espera.

Los ojos de Leo se cerraron y Selene observó cómo inspiraba lentamente para calmarse, utilizando una de las técnicas que ella le había enseñado en las terapias que utilizaba con los cachorros. Sonrió llena de ternura, él estaba haciendo todo lo posible por seguirle el juego y llevar a cabo esa descabella fantasía.

—Lo siento, pero no te alejes —dijo al abrir los ojos.
—No me voy a ir. Estás aprendiendo muy bien.

Se subió a la cama, colocándose de rodillas al lado de Leo, dejando que sus piernas acariciaran el costado del hombre. Volvió a posar las manos sobre su pecho en la misma posición que antes, con la diferencia de que ahora cada porción de piel que su mano dejaba atrás, sus labios y lengua la recorrían. Escuchaba la respiración superficial de Leo y sentía en sus manos cómo los músculos de su abdomen se contrarían a su paso. Saboreó el sabor salado del sudor en su lengua, al ir descendiendo por la línea que dibujaban sus abdominales contraídos. Ambos conocían el final de aquel camino y ambos estaban deseando que llegara al final. Notó en sus dedos la sensible punta del pene, que rodeó sin dudarlo, describiendo círculos con el dedo gordo, esparciendo el líquido que le indicaba que Leo también necesitaba sus caricias.

—Jod…. —Leo apretó los dientes al darse cuenta a tiempo de la palabra que iba a salir de su boca, por nada del mundo iba a dejar que Selene se alejara de su cuerpo. Sentir su aliento contra la punta del pene y no poder sujetar su cabeza entre las manos mientras se introducía en su boca, le tenía al borde del colapso.
—Quizás tenga que utilizar esta técnica con algún paciente más.
—Hazlo y morirá —los verdes iris de Leo centellearon, dejando ver el rastro de su verdadera bestia —. Y tú lo pagarás.
—¿Sabes que tu posesividad me excita? Estoy tan, pero tan mojada –le dijo con voz ronca, forzando su voz para picarle.
—No te conviene jugar conmigo.
—¿O qué?

Sonrió para sus adentros, sabía que si Leo no hablaba no podría jugar con él, porque así podría mantener una actitud correcta y llevarse cada una de las recompensas. Por eso había parado de acariciarle y le mantenía sujeto con una de sus manos mientras que con la otra, se acariciaba su propio cuerpo. Había abierto las piernas para que Leo la viese por completo, aunque llevaba las braguitas de encaje, su excitación era visible a través de la tela y por encima de todo, él podía olerla.

—Joder —masculló —. O te voy a follar hasta que no puedas caminar.
—Leo, Leo… no aprendes —le recriminó al levantarse otra vez de la cama —. Veo que vamos a estar así un rato.
—Gata…
—Las reglas son sencillas —le decía mientras deslizaba las braguitas por sus torneadas piernas, dejando que cayeran hasta el suelo —. Si no las cumples… te quedas sin recompensa.
—Tú también —era una excusa infantil, pero Leo no pudo resistirse a utilizarla contra ella.
—En eso te equivocas —Selene se inclinó sobre él —. Yo sigo las normas y tengo dos manos muy útiles —le susurró al oído. Le dio la espalda y regresó al sofá donde estuvo esperando a que se despertara.
—¿Qué vas a hacer?
—¿Tú qué crees? —le dijo por encima del hombro.

«Respira hondo, no pierdas el control… como si eso fuese algo sencillo» Selene se dio la vuelta para sentarse en el sofá, buscando la mirada de Leo y, sin romper ese contacto, abrió las piernas lo máximo que los brazos del sofá se lo permitieron. Leo se pasó la lengua por los dientes, como el depredador que era ante su presa, saboreando el momento antes de caer sobre ella. Pero Selene no iba a caer en su juego, era ella quien mandaba y él estaba a su merced. Colocó los dedos sobre sus rodillas y fue subiendo lentamente por el interior del muslo, acariciándose como si fuese un amante quien la tocaba y no ella misma. No apartó la mirada del rostro de Leo, quería ver lo que él sentía al verla así, abierta a él y siendo ella quien se daba placer.

Sus manos se encontraron en el punto donde su deseo era más evidente. Los fluidos que su cuerpo lloraba bañaron los dedos de Selene al deslizar las manos entre los hinchados pliegues de su sexo. Tembló al sentir la caricia y se mordió el labio, intentando controlar el deseo tan inesperado que estaba adueñándose de ella. Una de sus manos continuó más arriba, acariciando la transparente tela hasta uno de sus pechos, tan dolorido por la falta de atenciones como lo estaba su sexo. Se apretó el pecho, intentando imitar los gestos que hacía Leo cada vez que la tocaba allí. Gimió envuelta en la mezcla de sensaciones que sus manos estaban obrando en su cuerpo y la imagen que su mente generaba de Leo tocándola. Cada movimiento que hacía era seguido por la abrasadora mirada que en ese momento la estaba regalando su amante.

—Selene… —la voz de Leo salió en apenas un susurró, pero fue tan audible como los jadeos que ella estaba emitiendo —. Ven… por favor.
—¿Crees que mereces una recompensa? —la mano que cubría su sexo seguía moviéndose por su rosada piel y Leo no era capaz de apartar la mirada, siguiendo cada uno de sus gestos. Pero cuando observó cómo dos de los dedos de Selene se enterraban en su cuerpo, apartó la mirada e inspiró hondo. Sintió la polla saltar contra su estómago, anhelando el poder ser ella quien ocupara el lugar de esos dedos.
—Ya te digo que sí. 
—¿En qué piensas? —continuaba mirando para otro lado, si volvía el rostro para mirarla perdería todo su control y Selene volvería a alejarse de él.
—Si lo digo… no volvería a tocarte en meses —escuchó la risa de Selene por el comentario.
—Mírame Leo.

Giró el rostro sin poder resistirse más y la descubrió a los pies de la cama, justo entre sus piernas. Tan hermosa que le dejaba sin sentido. Selene subió una de sus rodillas en la cama, subiéndose en ella, acercándose lentamente a él de rodillas.

—Me estás matando…
—¿Necesitas un besito para curarte? —se detuvo entre sus piernas, colocándose de rodillas ante él.
—Coj… —Selene levantó una de sus cejas, esperando —Claro que sí.

Sonriendo, se inclinó sobre él y lamió su erección desde la base hasta la punta, recogiendo el líquido con el que antes jugó y deslizó por el sensible glande. El cuerpo de Leo se tensó, soportando la caricia sin moverse, porque si lo hacía, todo aquel juego que Selene estaba llevando a cabo se terminaría en un abrir y cerrar de ojos. Por su parte, Selene gimió al sentir en su lengua el fuerte sabor de la esencia de Leo y, con la ayuda de sus manos, levantó el duro miembro para poder introducírselo en la boca. Sus labios le rodearon y, poco a poco, el calor húmedo de su boca le envolvió por completo.

—Dioses… no pares —gruñó Leo.

Con la lengua acarició la suave piel a la vez que le introducía en su boca, dejándole claro que por nada del mundo se iba a alejar en ese momento. Una de sus manos le sujetaba por la base del miembro, apretándole cada vez que descendía por él y aflojando su agarre al alejarse y dejar que saliera de su boca. Continuó con las atenciones, tanto de su boca como de sus manos, intercalando la fuerza con la suavidad de una caricia hasta que Leo habló.

—Me voy a correr si sigues así —ella levantó el rostro para mirarlo —. Y necesito correrme dentro de ti.
—¿Eso es lo que quieres? —Leo asintió —Eso es hacer trampas.

A pesar de recriminarle por no hablar, pasó las piernas por encima de su cuerpo, quedando sentada sobre su estómago con las piernas colocadas a cada lado. En esa postura, su sexo quedó completamente pegado al abdomen de Leo, haciendo que un escalofrío le recorriese la columna al sentir la suave presión sobre su clítoris. Slene cerró los ojos y se mantuvo quieta para recuperar la respiración. 

—Abre los ojos Selene —abrió los ojos mordiéndose el labio, buscando el brillante verde de los de Leo.
—Parece que el juego está siendo entretenido.
—Pero quiero mi premio final —ambos sonrieron y Selene buscó su boca.

El beso fue intenso desde el inicio, las lenguas lucharon por ganar la batalla sin resistirse en ningún momento, los dientes chocaron en algún momento a causa del hambre de la pareja. Selene deslizó su cuerpo por encima de Leo, hasta sentir en su resbaladiza entrada la dureza de su deseo, pero sin dejar que entrase en ella, aún no. Con un movimiento, elevó las caderas, colocando su sexo sobre el enhiesto pene. Comenzó a moverse sobre él, lentamente al principio, dejando que sus fluidos impregnaran toda su extensión. Leo imitó sus movimientos, acompasando los movimientos de sus caderas, haciendo que esa fricción aumentara el deseo y la necesidad de sus cuerpos.

—Vuelves a hacer trampas —sus alientos se mezclaban, ambos jadeaban sin control, perdidos en la nube del placer.
—Te deseo, deja de hacernos sufrir.
—Eso es lo que te libra de seguir así durante horas —Selene se separó, quedándose sentada de nuevo sobre él —. Yo también te necesito ahora.

Se elevó sobre su longitud, apoyando una de las manos en su pecho para no caerse y con la otra guiarlo hacia su interior. Cuando sintió a Leo llamando en su entrada, ambos aguantaron la respiración, tan anhelantes de ese contacto final como del respirar. Selene continuó el movimiento lentamente, disfrutando de la sensación y observando cómo la cara de Leo se desfiguraba por el placer, y las venas de su cuello se marcaban por el esfuerzo de mantenerse quieto y, sobre todo, callado.

—Me cagüen la put… 
—¿Qué has dicho? —Selene detuvo el movimiento, Leo estaría sufriendo, pero ella también necesitaba sentir cómo su duro miembro se abría paso en su interior.
—Que estoy en el cielo —soltó el aire —, déjame entrar Gata —su voz se había transformado en un profundo gruñido.
—Gracias a Dios —suspiró y, de un solo movimiento, se dejó caer sobre él.

Selene gritó por la invasión tan deseada, se sentía estirada al máximo por Leo, pero lo último que sentiría en ese momento, sería dolor. Se apoyó en los pectorales de su amante y comenzó a moverse adelante y atrás, haciendo que su sexo rozase lo más posible el cuerpo que tenía debajo. Sus miradas se encontraron, comprendiendo el deseo del otro y complaciéndose mutuamente. Selene se elevó, dejando salir el miembro de Leo de su interior y regresando a ella lentamente, demasiado lentamente para lo que él necesitaba.

—Deja de torturarme.
—Te estoy dando el premio gordo —a pesar de sus palabras, Selene no cambió el ritmo, sino que fue más despacio.
—Lo siento, pero ya no puedo aguantar más.
—¿Qué…?

No acabó la frase porque se quedó sorprendida al escuchar cómo las esposas se rompían y Leo quedaba libre de su atadura. Con las manos libres, Leo la rodeó la cintura, sujetándola y manteniéndola quieta, para ser él quién marcase el ritmo.

—Perdóname.

Tras decir esas palabras, empezó a moverse a un ritmo demoledor. Aunque Selene le hubiera querido responder u obligarle a parar, ese ritmo y la fuerza con la que acometía contra su cuerpo, no la hubieran permitido hablar. Dejó caer la cabeza hacia atrás, presa del más primitivo deseo y lamentando que ella no pudiera gruñir tan fuerte como Leo lo estaba haciendo con cada embestida. Selene se mantenía quieta, mientras él subía y bajaba, golpeando su cuerpo sin control, pero necesitaba más, el último toque que la llevase a la perdición.

—Dioses, tócate Gata… tócate como hacías antes.

Obedeció sin pensárselo dos veces, acercó sus dedos hasta su inflamado clítoris y comenzó a acariciarse al ritmo enloquecido con el que Leo entraba en ella. Cualquier juego que ella hubiera pensado como tortura para Leo quedaba relegado al fondo de su mente. 

—¡Oh Leo!
—Eso es… sigue… 

Selene gritó presa del orgasmo, quedando exhausta a merced de Leo, quien no tardó demasiado en llegar a su propio clímax, entrando en ella varias veces más de forma errática y dejando que parte de su bestia saliera a la luz, envuelta por el placer. Ambos cayeron sobre la cama, buscando el aire que les faltaba en los pulmones. Selene sintió la caricia de Leo en el pelo y un tierno beso en su sien.

—¿Ves como no decir tacos no es tan malo?
—Cojones, y que lo digas.
—¡Leo! —Selene se incorporó y le golpeó en el pecho, provocando que él se riera con ella.
—Vas a tener que trabajar más conmigo —le dijo burlón.
—No lo creo —se sentó en la cama con las rodillas contra el pecho.
—Yo… No quería… —se sentó a su lado, rodeándola con el brazo y acercándola a él.
—No, me he dado cuenta de que te quiero por cómo eres, con tus improperios y todo. Sin ellos no… no es lo mismo, aunque nos lo hayamos pasado bien —los dos sonrieron antes de besarse.
—Por algo me llaman…
—El Puto Amo —Selene lo besó otra vez para tapar su sonrisa —. Mi Puto Amo.
—En unos minutos te enseñaré lo que vale este macho —Selene rió al verse atrapada contra el colchón por el enorme cuerpo de Leo.
—Por cierto —le dijo esquivando uno de sus besos —¿Te has podido soltar desde el principio?
—Unas esposas no me retienen.
—Entonces… 
—Tú querías esto… —la besó en los labios —Y ya sabes que por ti hago cualquier cosa, Gata.
—Oh Leo… —Selene pestañeó rápido para evitar que las lágrimas escapasen de sus ojos.

Leo la besó, esta vez con otro sentimiento por encima del deseo, el del reconocimiento de que la otra persona es la correcta, que es el verdadero amor, que tanto tiempo estuvo esperando…