lunes, 17 de octubre de 2011

La única mujer

Después de muuuucho tiempo, aquí regreso para dejaros un relato que hice para el blog de las Excomulgadas en un concurso que hicieron hace meses ^^.
La portada me la hicieron Tses (dibujo) y Yueshi (letras) gracias chicas!!!

Espero que os guste y disfrutéis leyéndolo...


La única mujer

Sin poder hacer nada más que rendirme al placer, eso hice...

Había salido del trabajo malhumorada. Mi jefe exigía que trabajara más ¡yo, que soy la que más hace! Así se lo dije, pero parecía que tenía cosas más interesantes que mirar, y babear. Seguí su mirada y descubrí por qué me ignorara. Había entrado a trabajar, unas semanas antes, una chica despampanante y claro... novedad en la oficina. Todos los tíos babeaban por ella.

Frustrada, regresé a mi oficina y no pude resistir el mirarme en el espejo de cuerpo entero que tenía allí. Admito que no soy una mujer que quite el hipo, mi cuerpo no seguía el canon de belleza de la actualidad, pero saberse deseada siempre era bueno. Y en esos momentos odiaba a aquella chica.

Ahora estaba entrando en la casa que compartía con mi pareja desde hacía unos meses, necesitaba verlo y saber que alguien me mira con deseo y sentirme la única mujer en el mundo para él.

- Hola, ya llegue... – no se oía ni un ruido – Pablo, ¿estás en casa?

Genial, sencillamente genial, estoy sola en casa. Dejé el bolso y el abrigo en la habitación y fui a la cocina, no tenía muchas ganas de cenar, pero algo había que comer. Me preparé un sándwich simple y fui al salón a ver qué película daban en la tele. Me tumbé en el sofá de tres plazas tapándome con una manta y estuve mirando la tele pero sin verla. Mi mente seguía dándole vueltas a lo sucedido ese día en la oficina. ¿Qué se sentiría ser admirada por tanta gente? Descubrir que no eres indiferente para los hombres...

Definitivamente eso no era para mí. Todas queremos ser deseadas, pero me conformo con que un solo hombre me desee y justamente ese hombre ahora no está.

Refunfuñando, me tapé con la manta para aplacar el desasosiego que tenía y sin darme cuenta, me quedé dormida.


Sentí frío en mi cuerpo, siendo aplacado enseguida por un calor muy acogedor. Me acerqué a ese calor y escuché un leve sonido que animó a mi cuerpo y volví a acercarme más al calor.

- Luna cariño, despierta.
- Mmm...
- Como sigas moviéndote así no llegamos a la habitación – su voz sonaba ronca y profunda, pero no pude identificar si por el deseo o por mi estado de somnolencia.
- Yo estoy muy a gusto aquí – dije contra su cuello.

Pablo me tenía en su regazo y acariciaba mi cuerpo con sus manos.

- Tú estás cómoda, pero yo... – Pablo movió las caderas contra mi costado, dejándome notar su dureza.
- Puede que consiga que los dos estemos cómodos – dije levantando la vista atrapando la suya.
- Y... ¿Cómo lo harías? – me sonrió, con su sonrisa pícara, la que más me encantaba.
- No te muevas – le susurré mientras me levantaba.

Pablo estaba sentado en el sofá mirándome abiertamente. Me acerqué a la televisión y la apagué, solo quería escucharnos a nosotros, bajé la intensidad de la luz y me giré para mirarle.

- Empiezo a sospechar cuales fueron tus verdaderas razones para insistir tanto en poner regulador de luz en el salón - Solo me sonrió. 

Regresé a mi posición frente a él. Sin dejar de mirarle a los ojos, comencé a desabrocharme la camisa, botón a botón, muy lentamente. Por suerte, soy una mujer a la que le encanta la lencería y siempre llevo ropa interior digna de momentos como este. Esta vez tenía uno de los conjuntos de color negro, el sujetador era completamente de encaje, no dejaba nada a la imaginación, y la parte inferior era exactamente igual, un culote que enseñaba más que tapaba.

Iba por el cuarto botón de la camisa desatado, dejando a la vista parte de mi sujetador, y Pablo se removió en el sofá. Entonces, mientras continuaba con mi lucha con los botones de la camisa, me fijé en él. Tenía las manos a ambos lados de su cuerpo y estaba más tumbado que sentado, cualquiera que lo viese pensaría que estaba totalmente relajado, pero yo sabía la verdad. 

- Mmm, quizás deba parar. No parece que te agrade lo que estás viendo... ¿o sí?
- Continua - Pablo me miró a los ojos por primera vez desde que comencé a desnudarme, su voz era apenas un gruñido.

Me sentía poderosa y excitada a la vez, si continuaba mirándome de aquella manera me correría sin que me tocase. 

La camisa estaba desatada entera, pero no me la quité, si no que continué con el vaquero. Sin muchos juegos me deshice de él y lo dejé hecho un lio en el suelo. Estaba en mi camisa negra de seda y con la ropa interior solamente. La mirada de Pablo recorrió todo mi cuerpo, yo no estoy conforme con mi cuerpo, estoy gordita, pero Pablo lo encontraba sensual, excitante y sobre todo comestible, siempre me decía esas palabras cuando presentía que empezaría a criticar mi propio cuerpo. Aún no sabía cómo un hombre como Pablo estaba conmigo, todo el mundo me dice que es un gran partido que no lo deje escapar, él siempre dice que eso no es verdad, que la suerte está en su lado, al tenerme a mí. Mi cuerpo ardía de excitación por los pensamientos de su amor por mí y del mío por él. 

Continué donde estaba, dejando que su mirada recorriese mi cuerpo a placer, encendiéndole donde sus ojos se posaban, como si su mirada fuese una caricia ardiente. Me dolía el cuerpo de deseo, mis pechos estaba preparados para ser tocados, mis pezones reclamaban atención y qué decir de mi entrepierna.

- Ven – una simple palabra que derritió mi cuerpo.

Me acerqué despacio a él, colocándome entre sus piernas abiertas, rozando el sofá con las mías. Pablo se incorporó y sin rozar mi piel, desató el sujetador y soltó los tirantes de sus sujeciones, provocando que cayese al suelo, dejando libres mis pechos bajo la camisa abierta. Sus manos acariciaron mi estomago llegando hasta la cintura del culote, que no tardó en reunirse con mi sujetador. Sus labios besaron mi estomago y sus manos agarraron mi trasero acercándome más a él. Levantó la mirada atrapando la mía incorporándose a escasos centímetros de mí para besar mis labios y comenzar un camino descendente por mi cuello hasta mi sexo.

Verle descender y sentir cómo primero lamía y después atrapaba mi clítoris entre sus diente fue demasiado para mí. Cerré los ojos y me rendí.

Sin poder hacer nada más que rendirme al placer, eso hice...

Mi cuerpo seguía cada uno de los ataques que Pablo daba a mi sexo. Mis caderas se adelantaban cuando su boca me probaba y se retiraban cuando cambiaba la técnica de ataque. Las manos de Pablo amasaban mi trasero y me acariciaban desde atrás, aumentando las sensaciones. Mis manos estaban en sus hombros, agarrándolo con fuerza por temor a que mis piernas dijeran basta y cayera al suelo sin remisión.

Pablo se separó de mi cuerpo, dejándolo anhelante del calor sensual de su boca y sus caricias.

- Ven – su voz era apenas audible.
- Voy a pensar que te has vuelto tonto… solo dices ven – a pesar de estar al borde del abismo todavía era capaz de bromear.

Le obedecí y dejé que él me guiase. Me acomodó en su regazo con mis piernas a cada lado de sus caderas, dejando mi sexo desnudo y lubricado en contacto con la dureza de su miembro, que pude percibir a través de vaquero. Sin remediarlo exhale un gemido al sentir la aspereza del pantalón sobre mi sensible piel y comencé a moverme contra él. Pablo me sujetó las caderas, marcando el ritmo de mis movimientos y me besó. Aún tenía mi sabor en la boca.

Mi cuerpo estaba en llamas necesitaba desesperadamente acabar con aquella agonía, necesitaba correrme más que nada en el mundo.

- Necesito…

No pude acabar la frase, en un simple movimiento Pablo me levantó, me colocó de rodillas delante de él y mientras que con su boca capturaba uno de mis pechos sus manos me invadieron. Me introdujo dos dedos y la otra mano acarició mi clítoris con movimientos fuertes y continuos hasta que grité por el orgasmo que al fin atravesó mi cuerpo. Continuó con su asalto hasta que caí desfallecida en sus brazos, suspirando de placer e intentando no caerme, lo rodeé con mis brazos.

Levanté la cara de su cuello cuando fui capaz y lo observé. Él aún estaba completamente vestido.

- Me parece injusto la situación. Yo desnuda…
- No del todo – me contestó pellizcando uno de mis pezones a través de la seda de mi camisa.
- Semi-desnuda – dije apartando sus manos de mi cuerpo, si volvía a acariciarme dejaría de pensar – y saciada, por el momento – sonreímos a la vez -, y en cambio tu vestido y… - me moví en su regazo, Pablo cerró los ojos – tan tenso como al principio. Déjame ayudarte.

Mis manos descendieron desde su cuello, por su pecho, hasta llegar al borde inferior de su camisa. Mis manos vagaron por su estomago, notando cómo sus músculos se tensaban por mis caricias. A medida que ascendía por su pecho la camisa iba desapareciendo, terminando tirada en el suelo junto con mi ropa.

Mis labios buscaron los suyos y mis manos acariciaron su cuerpo en un movimiento inverso al anterior, ahora me interesaba deshacerme de la parte inferior. Éramos dos personas que necesitaban tocar, probar y sentir al otro, nuestras manos volaban por nuestros cuerpos, nuestras bocas se peleaban en la lucha más antigua y sensual existente.

Al fin conseguí llegar a mi objetivo y rompiendo el beso, descendí por su cuello, regando de besos y mordiscos el camino. Mis manos desataron sus vaqueros y sin aguantarlo más, introduje mi mano para acariciar la suave piel de su miembro erecto. Pablo lanzó un suspiro, dejando caer la cabeza contra el sofá, mi mano se alejó de su captura y con su ayuda conseguí deshacerme de los pantalones. Estaba desnudo ante mí, sentado desenfadadamente en el sofá con su miembro saludándome y tentándome a no dejarle por más tiempo sin atenciones.

Me coloqué entre sus piernas, obligándole a abrirlas al máximo. Mis yemas rozaron el fino bello de sus muslos ascendiendo lentamente, tentándole. Me sujeté a sus hombros y coloqué mis piernas a cada lado de sus caderas, como antes él me había mandado. Estaba completamente empapada por la excitación del momento y las atenciones de Pablo. Sus manos sujetaron mis nalgas acercándome a él, pegando nuestros cuerpos y besando la porción de pecho que la camisa dejaba ver de mi cuerpo, ascendiendo después por mi cuello, raspando mi mandíbula con su incipiente barba, hasta alcanzar mis labios y atraparlos con los suyos. Ahora me tocó a mí gemir.

Sus manos me agarraron de las caderas sujetándome con fuerza, bajando mi cuerpo por el suyo hasta sentir su miembro rozar el mío, buscando mi entrada, pero yo no se lo iba a poner fácil. Me sujeté más fuerte en sus hombros cambiando la dirección de mi cuerpo evitando que su miembro entrara en mí, si no que se restregara contra él. Sonreí contra sus labios al escucharse su gruñido.

- No quieras acabar tan pronto – le dije, sentándome completamente en sus caderas.

Ahora mi sexo quedaba completamente abierto contra el suyo, impregnándolo con mi deseo. Fui yo quién lo besó en ese momento a la vez que mis manos se enredaban en sus cabellos y mis caderas se movían contra él. Mis movimientos eran lentos y fuertes, buscando el máximo contacto. Sus manos regresaron a mis nalgas, ayudándome en el movimiento, guiándome. Las respiraciones eran cada vez más urgentes y superficiales, nuestro cuerpos comenzaron a sudar necesitando liberarse de la tensión tan deliciosa que se tiene antes de llegar al clímax.

- No puedo más... necesito sentirte dentro de mi – dije colocándome de nuevo de rodillas delante suyo –. Ahora.

No necesité repetirle la orden, sus manos sujetaron con mayor fuerza mis nalgas, cerré los ojos esperando y deseando el placer que necesitaba, y bajándome lentamente, colocó la punta de su duro miembro contra mí, pero ahí se quedó, no se movió. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y buscando la respuesta a ese comportamiento. Me encontré con la mirada azul de Pablo, me miraba fijamente y sonrió con su pícara sonrisa.

- Ya me tocaba a mí jugar un poco, ¿No crees?
- Has elegido mal momen… - Mi frase quedó inacabada. 

Pablo empujó de mis caderas hacia abajo provocando que entrase hasta el fondo de mí de una sola embestida, dejándome sin pensamiento racional alguno. 

- ¿No quieres hablar ahora? – me preguntó en tono gracioso.
- Cállate y continúa - Esta vez no jugó, nuestros cuerpos comenzaron el más antiguo juego de seducción. 

Mi cuerpo subía y bajaba a lo largo de su miembro, ayudado por la sujeción de sus manos. Mi clítoris se rozaba contra su cuerpo cuando Pablo me apretaba contra él, lanzado descargas de placer por todos mis sentidos, arrancándome jadeos. Reposé la cabeza en el hueco que forman su cuello y hombro, cerrando los ojos y dejándome llevar, dejándole a él toda la responsabilidad. Mi cuerpo comenzó a tensarse por la ansiada liberación.

Sentí su boca contra mi cuello, que lo besaba y lamía, y giré la cabeza para dejarle un mejor acceso. Tanto mi mente como mi cuerpo estaban excitados al máximo, se habían vuelto ansiosos, exigentes, locos por el contacto de nuestras pieles. Continuamos así un momento más, pegados lo máximo posible, hasta que nuestros cuerpos explotaron.

Fui la primera en correrme arrastrando a Pablo a su propio clímax por mis contracciones contra su miembro.


Desperté momentos después al sentir que una mano acariciaba lentamente mi espalda. Seguía en la misma posición de antes, a horcajadas sobre Pablo y mi cabeza en el hueco que tanto me gustaba de su cuello.

- Creo que se me han dormido las piernas – comenté al mover uno de mis pies y sentir un cosquilleo.
- Es posible, no sé cuánto tiempo llevamos aquí – contestó.
- Entonces deberíamos movernos – le dije incorporando mi cuerpo, quedando nuestras miradas a la altura.

Se le veía relajado, a pesar de tenerme a mí sobre él, y continuar dentro de mí.

- A sus órdenes. 

Se levantó conmigo en brazos sin darme tiempo a protestar, simplemente a agarrarme con fuerza a su cuello y enredar mis piernas en sus caderas, aún resentidas por la postura que tenían anteriormente.

- Pablo, bájame. Te vas a hacer daño.
- Te bajaré… cuando yo quiera.

Mi espalda sintió la frialdad de la pared, mis nalgas, las fuertes manos de Pablo, mi interior, su dureza y mi mirada, la determinación que desprendía. 

- Pablo, ¿Qué haces? – le pregunté asustada y excitada de nuevo.
- Jugar – me dijo -. Jugar con lo que más deseo.

Estas fueron las últimas palabras que dijimos en bastante tiempo. Mi corazón ardía de la emoción por el amor de ese hombre, y mi cuerpo ardía de pasión y deseo por él. Me amó contra la pared, como nunca lo había hecho, sentía que iba a estallar de la emoción de sentirme amada y deseada por el hombre que quería.

Pablo me susurró unas palabras que nunca olvidaré por el resto de mis días, unas palabras que en ese momento fueron muy especiales para mí y que día a día me hacen la mujer más especial del mundo. Esas palabras, que más tarde aparecieron grabadas en una pulsera de plata que llevo siempre conmigo, fueron:

Tú eres la mujer a la que amo y deseo en cualquier lugar. Tú eres la única mujer a la que quiero y deseo, ahora y siempre…

miércoles, 31 de agosto de 2011

¿Playa o montaña?

Aqui os traigo después de bastante tiempo sin pasarme, lo siento pero mi tiempo libre para escribir es una mera quimera hoy en día T_T. Esto es lo último que he hecho y lo hice sin "muchas ganas" perooo algo es algo ^^, espero que os guste.

PD1: Gracias Tses o Tses 2 por el dibu!!!!!!! *O*
PD2: Es Homoerótico.


¿Playa o montaña?

- Uff, ¿Ya es de día? – dijo Peter escondiendo su cara en la almohada.

Le gustaba el verano y el sol, pero odiaba que le diera en la cara por las mañanas, despertándolo y recordándole que debe levantarse. Sabía que había sido Josh el causante de aquello. Cuando se quedaba en su casa siempre abría las cortinas de su habitación cuando se levantaba, a pesar de haberle dicho mil veces que no lo hiciera.

Josh lo escuchó desde la escalera, sabía que odiaba despertarse con el sol en la cara, pero a él le divertía escucharlo “enfadado” y a Peter, que no le hicieran caso, o como él decía, que no escuchasen y acatasen sus “recomendaciones”, le molestaba. Había abierto las cortinas nada más levantarse y había bajado a preparar el desayuno, hoy quería ir a la playa y necesitaba ganarse a Peter, ya que no le hacía mucha gracia ir.

- Buenos días – dijo al entrar al cuarto -. He preparado el desayuno con lo que he encontrado por la cocina. Debes hacer la compra, por cierto.
- Pero si tenía la nevera llena – refunfuñó Peter contra la almohada.
- Sí, pero ya está vacía.

Iba hablando mientras se acercaba a la cama y le observaba, estaba incrustado contra la almohada intentando escapar del brillante sol, ocultando su cara dejando a la vista solamente el lado derecho de su rostro. Su cuerpo estaba desnudo, cubierto por la sábana a la altura de la cadera, dejando a la vista su amplia espalda, con el tatuaje que le cubría su hombro derecho y algo del omóplato, y los hoyuelos que se le formaban al final de esta. Aunque su mitad inferior estuviese cubierta, la sábana marcaba cada curva de sus piernas y la forma perfecta de su trasero. Cada vez que lo miraba, Josh sentía su cuerpo acelerarse, aún estaban en la fase de calentura, llevaban poco tiempo juntos, y cada vez que podían se veían, pero no para hablar precisamente, Peter siempre era el que comenzaba, pero Josh nunca se quejaría.

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- Venga perezoso, que hoy hace un día maravilloso, no lo desperdicies en la cama.
- Existen formas muy amenas de pasar el rato en la cama – dijo Peter al ponerse de lado y mirar a Josh -. Si quieres puedo enseñarte como, aunque por tu sonrojo creo que ya lo sabes...
- Hazme sitio, que quiero desayunar – que Peter fuese tan abierto en esos temas aún lo ponía nervioso

Peter se sentó contra el cabecero de la cama dejándole un sitio minúsculo, obligándole prácticamente a sentarse encima suyo.

- Creo que tienes más sitio en la cama – le dijo.
- Sí, pero creo que me gustará mucho más este sitio - contestó Peter dando una palmadita sobre la cama para que se sentara.
Sonriendo, Josh se sentó y empezó a enseñar lo que había preparado para el desayuno.
- Espero que te guste lo que he hecho...
- ¿Te puedo preguntar algo? – asintió - ¿Qué es lo que quieres? – Josh se atragantó con el zumo que estaba bebiendo.
- Contigo es imposible disimular, ¿no? –suspiró a la vez que se limpiaba los restos de zumo de la barbilla -. Me gustaría ir a la playa, sé que no te gusta, pero hace un día tan bueno para ir, y bueno... no tenemos nada que hacer hoy, así que pensé que...
- No es que no me guste sin más, ya sabes cómo se me pone la piel por la arena. Aún recuerdo la primera vez que me obligaste a ir…
- Pero después te cuidé, o ¿eso no lo recuerdas?
- Cómo olvidar la forma en que me lamiste la…
- ¡Ya! No hace falta que lo digas, veo que lo recuerdas – le dijo dándole un manotazo en su pecho desnudo.
- Jaja, así todo tienes razón, hace un día muy bueno para malgastarlo en casa. Podemos ir al río que cruza por aquí cerca, podrás bañarte y yo me libraré de la arena – contestó sonriendo y frotándose donde Josh le había golpeado.
- ¡Genial! entonces levántate para irnos ya – Josh se incorporó con la bandeja en las manos, pero Peter se la arrebató.
- De eso nada.
- ¡Peter no!

Peter arrojó los restos del desayuno y la bandeja al suelo, sin preocuparse en que mancharía todo, apresándolo contra la cama, sujetando sus muñecas y aplastando su cuerpo contra el suyo.

- Antes necesito un aliciente para salir de la cama – le susurró al oído, mordiendole el lóbulo de la oreja.
- Peter… déjame limpiar…lo… hmmm

Ignorando a Josh, la boca de Peter descendió por el costado de su cuello lamiéndolo y dando pequeños mordiscos que erizaban la piel de Josh y endurecía su cuerpo.

- Luego limpiaremos. Ahora… - le dijo antes de robarle un beso.

Josh tenía claro que esa batalla la tenía perdida, no era capaz de resistirse a las caricias que Peter le daba cuando quería algo más que su compañía. Ahora la boca de Peter acribillaba la suya, robándole el aliento, arrebatándole la razón. Su cuerpo no tardó en encenderse, arqueándose contra el de Peter, buscando el contacto. Sus torsos desnudos entraron en contacto, recibiendo descargas de pasión. Las manos de Josh seguían sujetas por las de Peter, luchando por soltarse para acariciarlo y cerrar el círculo. Peter soltó su boca para mirarle a los ojos y de seguido a las manos, había sentido su tirón intentando soltarse, y ahora tenía una idea.

- No te muevas – le dijo y salió de la habitación hacia el vestidor. Josh no se movió, pero no por la orden si no por la situación.

Peter estaba hace un momento besándole y enloqueciéndolos y de repente… Josh se quedó sin respiración.

- ¿Para qué es esa corbata?
- Creo que ya lo sabes, por la forma en que te has tensado – le sonrió acercándose a él.
- Ni se te ocurra…
- Oh, vamos - Peter se cernió de nuevo sobre Josh -. Siempre te quejas, pero siempre haces lo que yo quiero - besándolo con fuerza lo atrapó contra las almohadas y ató sus manos en el cabecero de la cama -. ¿Ves? Lo que yo decía.
- ¿No estarás hablando en serio? – Josh lo miraba con los ojos abiertos al máximo -. No creo que sea justo solamente te he pedido ir a la playa – dijo intentando soltarse.
- Cuanto más tires más fuerte se atará. Y sí, deberás ser el sacrificio para que salgamos de casa.

Josh dejó de protestar, pero no porque los argumentos de Peter le convencieran, si no porque una de sus manos se cerró con fuerza sobre su miembro, logrando lo que Peter quería, cortar cualquier “protesta” y empezar a jugar en serio. Ahora acariciaba su fuerte erección a través del áspero tejido de los vaqueros mientras que la otra mano sujetaba su nuca para besarlo con más fuerza.

Sus labios se separaron, arrancando un gemido de protesta por parte de Josh. Peter lamió sus labios entreabiertos, la línea de su barbilla terminando en su oreja, donde jugó con el lóbulo hasta conseguir la respuesta de Josh por la caricia. Sus manos ya estaban unidas, buscando la forma de librarse de los vaqueros y tenerlo entero para él. Sentir la tela del vaquero contra su piel desnuda estaba haciendo estragos en Peter, pero estaba dispuesto a eso y más con tal de tener a Josh a su disposición.

Los vaqueros ya no eran problema, ahora tenía el cuerpo desnudo de su amante listo para sus atenciones. Aún le sorprendía el pequeño detalle que descubrió de Josh la primera vez que se acostaron. En su pezón derecho llevaba un piercing y que según palabras textuales de Josh, “era la locura perfecta”. Su lengua acarició ese pezón provocando que Josh gimiera y arqueara el cuerpo buscando más contacto, el piercing aumentaba la sensibilidad, y en este caso el, placer.

- Peter…

Seguía excitando su pezón con la lengua, su cuerpo rozando el de Josh, dejando que lo sintiera, que se fuese haciendo una idea de lo que pronto sentiría. Sus manos estaban buscando el complemento que Peter necesitaba.

- ¿Qué… qué buscas? – jadeó Josh.
- Ahora lo verás, o más bien, sentirás.

Al fin encontró lo que quería, hacía meses que no lo usaba, desde que había conocido a Josh, pero hoy era una ocasión especial y, además, él no sería el que lo usaría. Colocándose de rodillas entre las piernas de Josh utilizó el lubricante para embadurnar el juguete y aprovechar para untarse sus propias manos.

- Necesito que te quedes quieto – le dijo.

Josh no podía moverse, nunca había usado un juguete sexual solo, menos aún en pareja. Saber lo que Peter pensaba hacerle lo estaba volviendo loco, sentir su mano agarrándolo y guiándolo hacia el juguete le hizo levantar las caderas.

- ¿Cómo… se llama… esa cosa? - Era un tubo de silicona trasparente con pequeñas protuberancias por la superficie.
- Se llama funda masturbadora, no creo que necesites más explicaciones, ¿No?

No, la verdad es que no las necesitaba, ya empezaba a sentir lo que esa funda lograba en su cuerpo. Peter había empezado despacio para colocárselo en su miembro hasta tenerlo por completo colocado, ya entendía por qué la funda tenía esas protuberancias, Josh las sentía oprimiéndolo. Ver su miembro envuelto en esa cosa y ver y sentir la mano de Peter envolviéndolo todo era una de las escenas más eróticas que había visto.

- Relájate… - le ordenó Peter.

Josh cerró los ojos, respiró hondo y asintió mirando a los ojos a Peter que empezó a mover su mano con la funda a lo largo de su miembro. Su otra mano lo acarició desde la cadera, pasando por sus testículos hasta llegar a su objetivo. Introdujo un dedo en su cuerpo a la vez que seguía moviendo la funda por su longitud. Peter observaba el movimiento de sus manos sobre el cuerpo de su amante, tenía su cuerpo en llamas, pero ver la cara de placer de Josh tenía casi lo desarma. Había dejado de mirarle, solo se centraba en sentir el placer que estaba recibiendo, su boca estaba entre abierta dejando salir los superficiales jadeos que eran su respiración.

Su cuidado torso brillaba por el sudor y se movía acompasado con las respiraciones y el lento movimiento que Peter estaba llevando. Introdujo otro dedo más en él, preparándolo para su cuerpo, lo que ocasionó que Josh gimiera y se mordiera uno de sus brazos. Por la tensión que estaba sintiendo en sus dedos sabia que pronto Josh se correría. Tocaba realizar la estocada final.

El movimiento de su mano aumento, pasó de ser lento y largo a ser rápido y corto. Sus dedos continuaban dentro de su cuerpo, sin realizar movimiento alguno, solamente dilatándolo, quería que Josh se concentrara solamente en la sensación de la funda.

- ¡Oh!….
- Eso es… - las caderas de Josh seguían los movimientos, ya no pensaba, quería liberarse -. Josh, sigue. Siente lo que yo siento al follar tu precioso culo.

No se sabría decir si fueron las palabras las que lo hicieron caer, pero Josh se corrió con intensidad. Sus manos se cerraron sobre la corbata que mantenía sus manos unidas y sus talones se hundieron en el colchón.

Peter que sintió cómo el cuerpo de Josh se levantaba, sin dejar que se relajara de nuevo, lo giró utilizando la mano que dilataba su trasero, sacándola y usándola de palanca para conseguir la postura que quería. Josh sintió que Peter lo giraba y le ponía de espaldas a él y de frente al cabecero, donde se aferró para no caerse, todavía no estaba recuperado del orgasmo que había tenido.

Una vez en la posición que Peter deseaba continuó con la mano que lo había masturbado agarrándolo y con la otra sujetó su propio miembro para guiarlo hacia su entrada. Entró de una sola embestida uniendo su cadera contra el trasero de Josh. Los dos gimieron, ninguno se movió.

Josh se estaba volviendo loco, su cuerpo estaba cubierto de una fina capa de sudor, y sentía el calor del cuerpo de Peter contra el suyo, que se había inclinado sobre su espalda, apoyando su pecho sobre él.

- ¿Listo para el segundo asalto? – le preguntó Peter.
- ¿Segundo asal…?

La mano que aún seguía apresándolo le apretó y sus caderas comenzaron a moverse, buscando el ritmo adecuado, que no tardó en hacerse enloquecedor, Peter estaba al borde. Sus cuerpos chocaban sin descanso, Peter sujetaba con fuerza a Josh por la cadera y por su miembro que seguía tenso bajo su mano.
Los gemidos de ambos se entrelazaban, sus respiraciones enloquecidas dejaban claro que aquello acabaría pronto dejándolos a los dos exhaustos. Josh no creía posible volver a correrse, pero su cuerpo estaba tensándose de nuevo y le pedía liberarse de nuevo. Peter no aguantó mucho más, dando dos embestidas profundas alcanzó su orgasmo dentro de Josh.

Lo sintió correrse y lo escuchó gruñir. Lo que no esperaba es que Peter no se relajara después de su orgasmo sino que liberó su miembro de la funda y empezó a masturbarlo con su mano. Josh gimió por el contacto directo, derramando su semen sobre las sábanas.

Al tener sus cuerpos saciados, los dos cayeron de costado. Peter salió de su cuerpo y soltó las manos de Josh, pero no dejó que se alejara de su cuerpo, así el sueño por el esfuerzo realizado los atrapó.


Josh fue el primero en despertarse, sentía el cuerpo de Peter detrás de él y su brazo abrazándolo. Su mirada vagó por la cama que estaba desecha completamente, los restos de la corbata estaban sobre la almohada y la funda abandonada en la otra esquina de la cama.

- Vas a tener que regalarme otra – Josh se sobresaltó, no había sentido que Peter se despertaba y lo miraba, estaba apoyado sobre uno de sus brazos.
- Otra… - Josh se asustó, ¿Pretendía que le comprara otra de esas fundas? Se moriría de la vergüenza.
- Esta me la has destrozado, sí que estás fuerte, o enloquecido – dijo pasando el brazo por encima suyo y recogiendo lo que quedaba de la corbata. Josh suspiró, una corbata, quería una corbata nueva.
- Cuando quieras vamos a comprarla – le dijo besándole -. Ahora, cumple tu parte del trato.
Josh salió de la habitación metiéndose en el baño para ducharse, no se le había olvidado el trato y pensaba ir al río, allí se cobraría la revancha con Peter, lo tenía decidido.
- ¿Qué trato? – escuchó preguntar a Peter

Eso sí que no. Cogiendo uno de los vasos que tenía para enjaguarse la boca, lo llenó de agua bien fría y fue hacia el cuarto, donde Peter seguía tumbado en la cama.

- Toma, bebe un poco a ver si así lo recuerdas – Josh esperó a estar bien cerca de él y que Peter se relajara para tirarle el vaso completamente sobre el cuerpo.
- ¡Serás cabr…!

Josh huyó de nuevo al cuarto de baño encerrándose allí, no era un gran escondite, pero al menos lo evitaría en los primeros momentos.

- ¿Ya lo recordaste? – le preguntó a través de la puerta.
- Sí – contestó Peter desde detrás suyo -. ¿No recordabas la puerta del pasillo? - ¡Mierda! Pensó Josh.

Abrazándolo lo arrastró hasta el plato de ducha abrió el grifo en el agua fría y lo metió dentro.

- Así si se despierta uno.

Josh tiritaba bajo el grifo, pero no pensaba dejarlo así, agarró uno de los brazos de Peter y tiró de él hacia la ducha, ahora los dos estaban bajo el agua helada.

- Da el agua caliente, me… estoy…helando…
- Será un placer.

Y una vez regulada el agua los dos se ducharon tranquilamente… ¿O no?...

FIN...

martes, 5 de julio de 2011

Una oportunidad - Navidad

Con este relato conoceréis mi otra cara, a Nishta, espero no escandalizaros jaja. Este fue mi primer relato Homoerótico y por el que me gané alguna que otra seguidora, y amenazas para que continuase escribiendo u.u. 

Otro punto a favor del relato es que tiene ilustración!! Gracias a mi amiga Tses (Herio) tengo a Bastian y Stephan “vivos” jaja. Podeis ver más dibujos de ella en DA --> Herio13

P.D: puede que la primera escena sea sensible para algún@s...

Espero que disfrutéis
Nistha

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Notar como una mano entra en contacto con mi piel. Recorre mi muslo, sentir la piel de otro en contacto con la mía. Hace mucho que no lo siento, es una sensación ya olvidada. Pero ahora noto cómo esa mano busca el contacto de mi piel. Un momento... ¿me están tocando?

Stephan abrió los ojos al notar que esa caricia era demasiado real para ser solamente un sueño. Y se encontró con una sonriente cara cubierta de mugre.

- Estate quieto chico y no te pasará nada. Hace mucho frío esta noche para pasarla solo ¿no crees?

Stephan intentó gritar pero el hombre le tapó la boca. Solo podía sentir la mano que seguía acariciándolo y oler a aquel tipo. Desprendía el olor característico de la gente de la calle, a suciedad. Sin hacer caso de la advertencia intentó zafarse del agarre pero lo que se ganó fue que la mano que tenía tapándole la boca acabase en su cuello.

- Te he dicho que te estés quieto chico – el hombre acercó su cara a la de Stephan y éste pudo oler el nauseabundo aliento del vagabundo.

Consiguió esquivar el beso en los labios, pero no el sentir esa sucia lengua recorrerle el cuello y la mejilla. Mientras Stephan intentaba no vomitar, la mano que le estaba acariciando subió hasta su entrepierna.

- Oh... tu amiguita no está alegre... dará igual, no me es de utilidad esta noche.

Según decir estas palabras el hombre giró el cuerpo de Stephan y lo colocó boca abajo, contra los cartones que le servían de cama. Stephan luchaba por liberarse, pero estaba muy débil por llevar varios días en la calle sin comer más que las sobras que encontraba o que la gente le daba. Al ver que no podía hacer más, ya que si seguía luchando se quedaría sin fuerzas y su asaltante podía llevar a cabo sus amenazas, cerró los ojos y rezó por quedarse inconsciente lo más pronto posible.

Sabía que se había ido, pero Stephan no quería abrir los ojos, no era capaz de ver un mundo que tantos problemas le había causado en cuestión de meses. Lo único que había pedido en estos meses era caer inconsciente y ni eso le había sido concedido, notando cada estremecimiento de su violador y sentir cómo se vaciaba en su interior y dándole unas palmaditas en el trasero le había recordado que volvería cada noche, que tenía un culo demasiado bonito para ser desperdiciado. No quería seguir viviendo en esas condiciones y ser la puta de un asqueroso. Agarró la manta raída que tenía y se tapó con ella deseando poder borrar esa situación de su mente.

El día llegó, pero no borró nada de lo sucedido, había sido real, no un mal sueño. El cuerpo de Stephan estaba dolorido por lo que tantas veces había recibido, el encuentro de la noche anterior había sido el primero en esta etapa de su vida, pero no el único. Del anterior había huido y de este huiría en cuanto se levantase, no volvería a ser la puta de nadie.

- Siempre serás mi puta Stephan. Allá donde vayas siempre estaré en la sombra, porque nunca podrás olvidarme – y tenía razón, pensó Stephan.

Stephan no era capaz de olvidar cómo su profesor y más tarde su familia lo habían destrozado.

Salió de debajo de la manta y enrolló en ella todas sus pertenencias que consistían en otro par de deportivas, un pantalón, un jersey y una muda, fue todo lo que pudo llevarse de su casa. Estaba ya en la salida del túnel abandonado donde los sin techo tenían sus hogares cuando oyó que el hombre que lo había atacado la noche anterior lo llamaba. Empezó a correr a pesar de que no tenía fuerzas apenas , ni para seguir andando, pero el miedo de que lo encontrase lo ayudó a huir de allí.

Llegó al parque, que lindaba con el túnel, agotado. Buscó un lugar donde esconderse para recuperar fuerzas y seguir huyendo como había hecho dos meses antes…



- ¡Abre la puerta ahora mismo Stephan! – Rugía su padre desde el pasillo.
- ¡No! ¡Vete, no quiero veros más, a ninguno!

Stephan escuchó como los pasos de su padre se perdían por el pasillo, había ganado esta batalla pero la guerra sería para el otro bando. No podía creer que su profesor lo hubiese traicionado, cuando él decía que lo amaba.

- ¿Por qué me has traicionado…? – Stephan estaba sentado contra la pared hecho un ovillo.

Su profesor le había descubierto el placer de estar con otro hombre de sentirse amado a pesar de desear cosas que todo el mundo decía que estaban erróneas y que eran una aberración. Y ahora todo lo que durante meses había sido su paraíso, se había convertido en el peor infierno que cualquiera puede sufrir. Su profesor había ido a su casa, a contar a sus padres mentiras sobre su relación, y todo porque se había negado a hacer lo que él quería.

Lo habían llamado al salón donde le esperaban sus padres y su profesor, este último le sonrió de una manera extraña que en ese momento no entendió pero a medida que fue hablando comprendió esa sonrisa, una sonrisa de venganza y superioridad.

- No sé cómo decirles esto señor y señora Tindale. Pero su hijo no es el hijo perfecto que habían pensado – había empezado su profesor -. Es mi deber decirles que su hijo intentó seducirme para poder tener algo con lo que chantajearme si le suspendía en mi materia.

Sus padres lo miraron horrorizados, pero Stephan no podía apartar su mirada de su profesor. Su corazón empezó a acelerarse, la traición dolía demasiado como para hacer otra cosa que no fuese mirarle esperando que dijese cualquier otra cosa y negase lo que acaba de decir. La voz de su padre le hizo mirarle.

- ¿Qué está diciendo tu profesor Stephan? – la voz de este sonó dura y fría.
- ¿Stephan? – su madre lo miraba con asco.

Stephan pasaba su mirada entre las tres personas que tenía delante. Sus padres lo miraban con odio y asco en partes iguales, su profesor en cambio lo miraba suficiencia y sin esconder su sonrisa.

- Yo… - Stephan no sabía que decir.
- No pensaste en que esto pudiese pasar ¿verdad? Pero yo tengo el deber y la responsabilidad de decirles a tus padres la clase de hijo que están educando.
- Y se lo agradecemos – respondió su padre -. Gracias por decirnos cómo es nuestro hijo en realidad.
- ¡Pero eso es mentira! Yo no me insinuó fue…
- ¿No iras a decir que fui yo el que te sedujo? – respondió su profesor supuestamente alarmado.
- Stephan no sumes más delitos a tu situación
- ¡¿Más delitos!? Os estoy diciendo la verdad ¿Lo creéis a él antes que a mí?
- Por supuesto – fue su madre la que contestó.
- ¿Qué puede sacar tu profesor con estas acusaciones? Entiéndenos…
- ¿Entenderos? Creéis antes a una persona ajena a la familia que a vuestro propio hijo… - Stephan se levantó del sofá donde estaba sentado –. Pero creo que esto solo era cuestión de tiempo que pasase, vuestro hijo no significa nada para vosotros.

Stephan salió del salón y subió las escaleras a hasta su cuarto, dejando atrás las voces de su padre llamándolo y a su madre decirle a su profesor que lamentaba esta situación que su hijo no era digno del apellido Tindale.

Stephan continuaba tirado contra la pared cuando escuchó que la puerta principal se cerraba. Fue hasta la ventana y observó como su profesor se subía al coche y miraba hacia su habitación. Stephan se apartó de allí y decidió lo que estaba rondando por su cabeza desde que entró en su habitación. Se iría de su casa.


Stephan se despertó asustado porque sintió una mano que lo sujetaba por el hombro. Su instinto le llevó a intentar golpear al que lo tocaba sin abrir los ojos. Pero su puño fue parado por una enorme mano.

- Tranquilo chico, no te voy a hacer nada.

Stephan abrió los ojos y se encontró con un hombre que estaba demasiado cerca de él, alejándose rápidamente por el suelo pudo observarlo mejor. Estaba en cuclillas donde había estado él tendido en el suelo. Debía tener cerca de los treinta, iba vestido con una cazadora de cuero y unos vaqueros gastados, su pelo era castaño claro y estaba despeinado. Sus ojos de color avellana lo miraban interrogante.

- Solo quiero saber si estás bien. Parecía que estabas desmayado ¿Qué te ha ocurrido? – le preguntó mientras le señalaba.

Stephan bajó la mirada hacia su cuerpo, su ropa estaba sucia y arrugada, señal de que llevaba como dos días sin poder cambiarse, y sabía que las zonas que se veía de su piel estaban marcadas por las heridas. Stephan solamente se encogió de hombros.

- No vas a hablarme ¿Verdad? Muy bien – dijo el hombre al incorporarse -. Como veo que estás vivo y que no necesitas mi ayuda, me iré.

Le observó mientras se alejaba, sin saber el porqué el corazón de Stephan empezó a latir con fuerza y en su cabeza comenzaron a surgir preguntas ¿Debía confiar en él? ¿Y si solamente era otra persona dispuesta a aprovecharse?

- ¡Espera! – gritó Stephan intentando ponerse en pie. Pero su cuerpo no lo sostuvo y una mano lo salvó de caerse al suelo.
- Tranquilo estoy aquí - Stephan se sujetó con fuerza al brazo que lo sostenía -. Apóyate en mí, vamos a sentarnos en aquel banco - Stephan asintió y juntos llegaron al banco donde se dejó caer. caer -. ¿Quieres algo de comer? Estas muy pálido – y el extraño lo acarició en la mejilla para dar más énfasis a sus palabras.

Stephan huyó de ese contacto, se apartó de su lado. Pero por dentro Stephan estaba preguntándose si el escalofrío que recorrió todo su cuerpo había sido porque no podía soportar el contacto de otro hombre o porque precisamente el contacto de ese hombre despertaba en él un deseo que había estado escondido.


Stephan estaba acostado en su cuarto cuando escuchó voces en el pasillo. Llevaba dos meses viviendo en la casa de Bastian, él lo había sacado de las calles y le había dado un hogar. Lo único que él debía hacer es seguir con las clases y ayudarlo con la gestión de su negocio.

- Veo que se te dan bien las cuentas – le había dicho a las pocas semanas de llegar a su casa -. Podemos hacer un trato, yo te ayudo si tú me ayudas con las cuentas de mi negocio. Siempre me han parecido un asco.

Los pasos se detuvieron cerca de su habitación, se quedó esperando a que la puerta se abriese y entrase alguien a romper su nuevo hogar, pero el que entró fue Bastian.

- ¿Aún sigues en la cama? Aunque sea sábado en esta casa se trabaja chico. Levanta y reúnete conmigo en mi despacho.

Estaba cerca del despacho de Bastian y abrió la puerta sin llamar, no esperaba ver lo que sus ojos vieron. Bastian estaba sentado en la silla de su despacho y había un hombre entre sus piernas. Por suerte para Stephan ninguno de los dos logró verle, con lo que cerró la puerta y se quedó mirándola.

Bastian era… no podía ser. En los dos meses que llevaba viviendo en su misma casa nunca le había notado nada. Pero lo que acaba de ver lo decía todo, la cara de placer que Bastian tenía no podía ocultar nada. Stephan cerró los ojos y apoyó la frente contra la puerta, su respiración estaba acelerada, la visión de Bastian con el otro hombre lo había alterado y al pensar en la imagen sentía envidia ¿Por qué él no podía disfrutar de eso sin ningún miedo? Esperó antes de llamar y volver a entrar en el despacho, pero esta vez llamó antes y hasta que no escuchó a Bastian diciéndole que pasase no abrió la puerta.

- Que rápido has sido, pensé que tardarías mas – le dijo con una sonrisa en la cara. Yo también sonreiría si hubiese hecho lo que él, pensó Stephan.
- Me había duchado anoche, asique solo ha sido vestirme – le dijo mientras buscaba con la mirada al otro hombre.
- Bien. Te he llamado porque al ser sábado me he tomado el día libre ¿Qué te apetece hacer hoy? – Stephan recordó la escena de antes al escuchar esa propuesta y su cuerpo se tensó - ¿Stephan?
- Me da lo mismo, para hoy no tenía nada pensado.
- ¿Qué te parece si vamos a la feria de navidad? Esta semana está en la explanada del antiguo túnel – Stephan sujetó con fuerza el respaldo de la silla que tenía en frente hasta que sus nudillos se pusieron blancos de la fuerza -. Sé que no quieres volver allí – le recordó Bastian mientras se acercaba a él y lo agarraba de los hombros -, pero esta vez estaré yo a tu lado. Además, tendrás que escribir la carta a Papa Noel con lo que quieres y que mejor manera qué mirando lo que ahí para poder pedir a gusto.

Stephan observo su cara, estaba a escasos centímetros de él. Sabía que Bastian no le abandonaría.

- Vale, iremos.

La feria estaba llena de familias que buscaban el mejor abeto para llevarse a casa y decorarlo esperando a ser rellenado con los regalos de Papa Noel. Stephan iba al lado de Bastian en todo momento, mirando a su alrededor esperando que alguien lo reconociese y todo lo que había conseguido se arruinase. Iba tan distraído que no escuchó la pregunta de Bastian.

- Stephan, escúchame y deja de buscar a tus dragones – esperó a que le mirase y continuó -. No hemos venido aquí para que estés asustado sino para elegir un buen árbol y regalos. Asique deja de mirar al horizonte y mira los puestos ¿Vale?

Bastian le pasó un brazo por encima de los hombros y juntos fueron al siguiente puesto del mercadillo. Stephan había conseguido relajarse y hasta sonreír por la manera de regatear de Bastian con el tendero cuando su mundo se vino abajo.

- No creo que aquí encontremos un árbol digno de la casa – oyó a su madre.
- Tranquila señora Tindale, sé de un sitio que venden abetos dignos de su salón – ahora era la voz de su profesor.

Estaban al otro lado del puesto observando los abetos, estaban sus padres y su profesor, y como si éste hubiese notado su mirada desvió la vista y se encontró con los ojos azules de Stephan.

- ¿Por qué no van saliendo para ir a comprar el abeto a la tienda que les digo? Enseguida me reúno con ustedes.

Stephan no fue capaz de irse de allí, estaba paralizado por lo que estaba viendo. Estaba solo Bastian acababa de irse a pagar el abeto y el estaba esperándolo. Y su profesor se acercaba a él. Seguía siendo un hombre muy atractivo, llevaba su pelo negro recogido en una cola en su nuca, llevaba unos pantalones de seda que marcaban sus piernas y una cazadora de ante. Sus oscuros ojos, ocultos tras unas gafas de ver, no dejaban de mirarle.

- Que sorpresa tan agradable, ¿o crees? – le dijo mientras le acariciaba el brazo -. Este era el lugar en el que menos esperaba verte mi niño – Stephan continuaba inmóvil agarraba el tronco del abeto con fuerza -. ¿No vas a saludarme como lo hacías antes? – Esto se lo dijo a escasos centímetros de su oído, se había ido agachando hasta llegar a esa altura.

Stephan temblaba del miedo y de la impotencia de no poder hacer nada con su cuerpo, como soltarle un puñetazo en su arrogante cara.

- Eh, ¿qué ocurre? – era Bastian había regresado -. Aléjese de él – y apartó a Stephan.
- Vaya… veo que no has perdido mucho tiempo en buscarte a otro para satisfacer tus deseos Stephan
- ¿Qué demonios dice? Lárguese de aquí ahora mismo si no quiere que lo eche yo.
- Y además te lo has buscado protector. Tienes buen gusto – Bastian se acercó a él de manera amenazante -. Tranquilo amigo, ya me marcho. Espero volver a verte Stephan…

Stephan observó cómo su profesor se perdía entre la multitud. Continuaba sin poder moverse o articular palabra. La presencia de ese hombre lo seguía alterando mucho.

- Stephan mírame a mí – Bastian se cruzo en su campo de visión -. Respira y tranquilízate, o nuestro abeto no vivirá para ser adornado – continuó sonriéndole. Stephan miro hacia su mano y soltó el abeto.
- Lo siento…
- No, no te disculpes por algo que no es tu culpa.
- Pero…
- Vamos a casa.


El camino a casa lo hicieron en silencio. Stephan miraba por la ventanilla para evitar la mirada de Bastian. No se atrevía a mirarle después del encuentro con su profesor, tenía miedo de lo que pudiese pensar de él. No quería volver a sentir el desprecio hacia su persona, y sabia que esta vez sería mucho peor, Bastian era muy importante en su vida, si lo defraudaba…

- Hemos llegado. Vamos ayúdame a bajar el abeto.

Entre los dos llevaron el abeto al salón y Bastian dejó que lo adornase Stephan a su gusto, mientras él iba a comprar la cena. Al regresar con la cena se encontró a Stephan tumbado en el sofá que había frente a la chimenea, mirando el fuego.

- Vaya, yo que tenía la esperanza de auparte y ayudarte a colocar la estrella en la cima del árbol – este comentario devolvió a Stephan al presente y sonrió.
- Creo que no hacía falta, nuestro abeto no es demasiado alto.
- No es alto, pero tiene personalidad – los dos sonrieron y se miraron durante un momento - ¿Cenamos? – Stephan apartó la mirada, asintió y se levantó para ir a la cocina -. ¿Por qué no cenamos aquí? Sería una tontería desperdiciar el calor de la chimenea.

Bastian se dejó caer a los pies del sofá e instó a Stephan, que continuaba de pie, que se sentase a su lado.

- Pero eso si, como se te caiga una gota kétchup en la alfombra será tu fin muchacho.

Stephan se sentó a su lado sonriendo, lo que pensó que tardaría en pasar después del encuentro en el mercadillo. Cenaron frente a la chimenea hablando de cualquier cosa, Bastian no le dejó que pensase en nada que no fuera ese momento y en lo que quería para navidad.

- De verdad que no quiero nada. Lo que me has dado ya es suficiente.
- ¡Vamos! Todos los chicos de tu edad sueñan con tener la Xbox o la Play.
- Pues llámame raro, pero prefiero hacer cualquier otra cosa que pasar mis horas libres frente al televisor.
- De acuerdo, tendré que devolverla entonces…
- ¡¿Ya la habías comprado?! Bueno si ya la tienes no la devuelvas – contestó con “indiferencia”.
- Vaya, con que preferías hacer cualquier otra cosa ¿no? – Bastian lo golpeó amistosamente en el hombro y dejó su mano allí. Stephan se tensó por el contacto, había olvidado sus miedos pero al ver a su profesor habían regresado -. Lo siento – se disculpó Bastian al notar su incomodidad.

Stephan lo miró y se sintió sucio. No se merecía que Bastian lo ayudase su profesor tenía razón, no valía para otra cosa que no fuese para dar placer.

- Ni se te ocurra volver a alejarte de mí – dijo Bastian -. No permitiré que lo que pasó esta tarde te hunda y te destroce.

Stephan empezó a levantarse mientras negaba con la cabeza. Debía irse antes de que descubriese su verdadera naturaleza, era un asqueroso gay que solamente quería el placer que le daban. Bastian consiguió agarrarle de la muñeca y evitar que se fuese.

- Cuéntame que te hicieron Stephan. Déjame ayudarte.

Stephan dejó de luchar y se derrumbó, le contó todo lo que le había pasado antes de conocerlo a él. Cómo había soportado el desprecio de sus padres, lo que le hizo su profesor, y lo que le ocurrió en las calles. Bastian no hizo ningún movimiento, permaneció impasible ante la historia que estaba escuchando. Estuvo en silencio hasta que Stephan dijo.

- Sé que ahora debo irme pero quiero que sepas…
- ¡Irte! ¿Pero qué estás diciendo? No te vas a ir a ningún sitio. Este es tu hogar ahora – Bastian se acercó a él -. Ahora y espero que por mucho tiempo – y juntó sus labios a los de Stephan.

Stephan abrió los ojos sorprendido por la reacción de Bastian, lo estaba besando. Al principio se sintió incomodo por ese beso, nunca lo habían besado, su profesor nunca lo había hecho solamente lo había utilizado para el sexo. Los labios de Bastian eran suaves y se apretaban con fuerza contra los suyos, Stephan se relajó y disfrutó de ese beso. Separó sus labios y dejó que Bastian entrase en su boca, sus lenguas se encontraron tímidamente la primera vez pero enseguida pasaron a jugar a un juego más sensual y apremiante. Y fue entonces cuando Bastian rompió el beso.

- Stephan – su voz sonaba ronca, y su respiración era superficial -. Ve a tu cuarto.

Bastian tenía su frente apoyada contra la suya y lo sujetaba con fuerza por los hombros. Las manos de Stephan estaban apoyadas contra su pecho y al escuchar esta orden cayeron muertas contras su propio cuerpo. Sin dejar que Bastian continuase humillándolo corrió a su cuarto donde se encerró con llave, alejándose de él.

*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

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A partir de este encuentro Stephan evitó a Bastian siempre que podía, iba a la escuela y cuando regresaba se encerraba en su cuarto. Había estado sin cenar con él hasta que Bastian fue a buscarlo a su cuarto.

- Stephan abre la puerta, por favor. Necesito hablar contigo – estuvo sin contestarle pero al oír que se alejaba por el pasillo abrió la puerta.
- Pasa – dijo asomándose al pasillo, y regreso a su habitación.
- No quería que pasase nada… - dijo Bastian al entrar y quedarse junto a la cama donde Stephan estaba leyendo.
- Tranquilo ya noté que fue un error no necesito que me lo recuerdes. Y si eso era lo que querías decirme…
- ¡Maldita sea! Quieres escucharme, lo que no quería era que pasase algo entre nosotros después de lo que has vivido, no quiero ser uno más de la lista – Stephan levantó la vista del libro -. No quiero unirme a las personas que han destrozado tu vida Stephan. Solo quería que lo supieras. Estaré abajo preparando la cena, si quieres cenar eres bienvenido - Y salió de su habitación cerrando la puerta a su espalda.

Quedaban dos días para Nochebuena y Stephan todavía no se atrevía a estar cerca de Bastian. No es que no quisiese no tenía fuerzas para enfrentarse a su mirada. El día que hablaron Bastian estaba extraño no tenía la vitalidad de siempre. Ese día había decidido bajar y acompañarlo en la cena, desde el día en que hablaron no había podido dormir tranquilo, la imagen de Bastian se repetía una y otra vez en sus sueños. Lo encontró cocinando.

- ¿Necesitas ayuda?
- Puedes acercarme ese cuenco con las verduras – le contestó por encima del hombro. Cuando se acercó con el cuenco le dijo –. Me alegro que te hayas animado a bajar.

Pero Stephan no miró la cálida sonrisa que le estaba ofreciendo sino el moratón que adornaba su cara.

- ¿Qué ha ocurrido? – le preguntó mientras acariciaba su piel magullada.
- Solo ha sido una pequeña discusión. No tienes que preocuparte – la mano de Bastian subió hasta envolver la suya -. Tenía que hacerlo – Stephan se quedó mirándolo.
- ¿Quién te lo hizo?
- Eso no importa…
- ¿Quién te lo hizo?
- Fui a visitar a tu profesor – Stephan se alejó de él.
- ¿Por qué has ido? ¡No ves que puede usar esto para hundirte como hizo conmigo!
- Eso no va a pasar, no tiene el valor de hacerlo. Esta vez seria él quien saliese perdiendo. Tengo una cinta en la que cuenta todo lo que te hizo. Lo siento tanto Stephan… - Bastian lo abrazó y esta vez Stephan no huyó de sus brazos. Necesitaba su contacto y su calor -. Tengo que acabar la cena o las verduras se quemarán, ve poniendo la mesa – le dijo y lo besó suavemente.

Esa noche cenaron como si nada hubiese pasado, ni el encuentro con su profesor en el mercadillo ni lo que vino después. Al acabar de recoger todo fueron al salón a ver la televisión antes de acostarse.

- Bastian…
- Dime.
- ¿Tú me ves como algo despreciable y que solo sirve para dar placer?
- No quiero que pienses eso nunca más acerca de ti. No eres nada de eso Stephan – Bastian puso dos dedos bajo su barbilla y alzo su cara -. No eres nada de esas dos cosas, nunca lo has sido ni lo serás.

Bastian lo besó y Stephan le respondió. Esta vez el beso continuó donde lo dejaron hacia unos días. El cuerpo de Stephan despertó sin dificultad al besó y las manos de Bastian, que sujetaban por las caderas a Stephan y lo subieron a su regazo.

Stephan pasó sus brazos por encima de la cabeza de Bastian y se agarró al respaldo del sofá y así apretarse contra su cuerpo. Las manos de Bastian acabaron en su trasero obligándolo a estar unido a su cuerpo y notar la dureza que sus pantalones escondían. Stephan gimió cuando la boca de Bastian se separó de sus labios y buscó su cuello, notó su lengua recorrer la línea de su mandíbula hasta acabar junto a sus labios.

- Si no paramos ahora, llegaremos hasta el final…
- Yo no quiero parar – contestó Stephan.

Stephan restregó su cuerpo contra el de Bastian en una clara invitación a que continuase con lo que había empezado. Sus bocas se encontraron de nuevo devorándose.

Las manos de Bastian subieron por su espalda, arrastrando en su exploración la camisa de este, dejando al descubierto su torso. Cuando la camisa desapareció por encima de su cabeza, la boca de Bastian capturó un pezón y comenzó a succionarle, provocando que de la boca de Stephan escapasen gemidos de placer. Sus dedos se enredaron en el pelo de Bastian y lo sujetaron contra él.

La lengua de Bastian recorrió el pecho de Stephan hasta su cuello. Stephan necesitaba sentir su piel contra la de Bastian por lo que sus manos arrancaron los botones de la camisa que llevaba, dejando al descubierto un pecho musculoso cubierto por un fino bello. Sus manos lo acariciaron y descendieron por su estómago hacia sus pantalones. Acarició débilmente el bulto que se marcaba en ello y disfrutó del sonido que Bastian dejó escapar y cómo sus caderas buscaban su contacto, al ver esta reacción por su parte Stephan hizo lo que llevaba queriendo hacer desde que lo viese con aquel otro hombre en su despacho. Se bajó del regazo de Bastian y se arrodilló entre sus piernas.

- Stephan… - no le dejó acabar la frase.

Sus manos desataron el botón que encerraba su miembro y lo liberaron. Su erección saludaba orgullosa a Stephan, que sin esperar a que Bastian se arrepintiese lamió la primera gota de su deseo que coronaba su glande. Bastian gimió y Stephan actuó. Se introdujo el miembro en su boca sin más preámbulos, comenzó lentamente disfrutando de la suavidad de la piel y la dureza que existía debajo de ella, una de sus manos acariciaba el estomago de Bastian y la otra acariciaba su propio miembro.

Bastian se inclinó hacia él para poder tocarlo. Sus manos comenzaron a acariciar su espalda de manera sensual y llegaron hasta la cintura de sus pantalones, consiguieron desatarlos y continuaron su exploración. Bastian buscó su entrada con una mano mientras que la otra buscaba su miembro, al dar con él lo acarició, provocando una sacudida en Stephan. La mano que acariciaba su miembro se humedeció con sus jugos y se fue a encontrar con su hermana en la entrada de Stephan. Los dedos impregnados en la esencia de Stephan comenzaron a acariciar su ano, estimulándolo para poder penétralo. Stephan notó cómo el primer dedo entraba en su cuerpo, y no pudo evitar tensarse y soltar el miembro de Bastian de su boca.

- Bastian…
- Dime qué quieres parar, y lo haré – le dijo mientras continuaba su exploración. Stephan gimió y negó con la cabeza.
- No pares… por favor…

Bastina acabó de introducir su dedo y Stephan gritó por la impresión. Aún estaba recuperándose por esa invasión cuando Bastian lo hizo subirse al sofá y así cambiaron las posiciones, ahora era él el que estaba sentado en el sofá. Le hizo tumbarse lo más que pudiese y empezó su ataque. Su boca fue a su entrada, y comenzó a estimularla, a la vez que una de sus manos acariciaba el pene de Stephan.

Stephan se sujetó a los cojines del sofá para soportar lo que Bastian le estaba haciendo, era demasiado placer el que le estaba provocando. Gemía, se retorcía, buscaba más placer, y esta vez no se arrepintió de ese hecho necesitaba a Bastian dentro de él y lo necesitaba ya. Agarrándolo de su cabello levanto la cabeza de Bastian y le dijo.

- Quiero sentirte en mí.

Bastian se incorporó y antes de hacer lo que Stephan le pedía probó su miembro. Su sabor era amargo a la vez que dulce. Al escucharle murmurar su nombre se incorporó del todo y esta vez sí cumpliría los deseos de Stephan. Se colocó en su entrada y muy lentamente comenzó a introducirse en él, mientras lo besaba.

Al principio Stephan estuvo tenso, pero a medida que Bastian entraba en él la tensión se transformaba en placer. Sus movimientos al principio fueron descoordinados ganando sincronización a la vez que el placer los inundaba a los dos, las embestidas de Bastian fueron incrementando su velocidad hasta que Stephan llegó al clímax, arrastrándolo a él al suyo propio al sentir las contracciones de su ano contra su miembro. Bastian dejó caer su cuerpo contra el de Stephan.

Se quedaron en esta posición hasta que sus respiraciones recuperaron su ritmo normal. Estaba sudorosos y cansados pero Stephan estaba feliz por el momento compartido con Bastian.

- Será mejor que nos acostemos en la cama, o mañana tendremos contracturas – dijo Bastian al levantarse y ofrecerle la mano.

Stephan lo contempló, estaba allí de pie, desnudo y sin miedo a demostrar lo que quería. Fueron a la habitación de Bastian y este estrechó entre sus brazos el cuerpo de Stephan.

- ¿Ya has pensado que quieres para navidad?
- Lo que quería ya lo tengo.
- ¿La Play?
- Exacto… - contestó Stephan a la vez que se acurrucaba más contra su cuerpo.


El día de Navidad llegó y Stephan se encontró con que estaba solo en la cama de Bastian, desde el día en el que se habían acostado en el salón no había vuelto a dormir en su cama. Se incorporó en la cama y descubrió una nota en la almohada.

Sigue las flechas… te llevaran a tu regalo de navidad…

Extrañado por esta nota buscó por la habitación hasta que encontró la primera flecha. Se levantó de la cama para seguir con el juego. La siguiente flecha la encontró en frente se la habitación, la siguió y así con todas las que encontró hasta llegar a la cocina. Encima del mármol había una caja con un lazo rojo adornándola, sin esperar abrió el paquete descubriendo la Play que Bastian le había comprado junto con otra nota.

Ya has encontrado el primero de tus tres regalos… continúa tu camino…

Con una sonrisa en los labios continuo su búsqueda, el siguiente regalo se encontraba en la despensa, se trataba de un bote de nata montada y unas tijeras, más otra nota.

Estás cerca del final… o del principio…

Encontró otra flecha que le llevó hasta el salón. Al lado del abeto estaba el mejor regalo que hubiese deseado. Bastian estaba sentado a su lado y en su regazo tenía un perrito.

- Ahora debes elegir con qué regalo te quedas. Con el cachorro, o conmigo…
- ¿Y no podemos llegar a un trato?
- ¿Qué me propones?
- Te cambio el perrito por este bote de nata y mi entera disposición…
- Veo que sabes negociar – le contestó mientras se levantaba y le tendía al perrito -. Pero quiero que ahora dejes al cachorro en su cuna y vengas a compartir mi regalo - Bastian le quitó el bote de nata, mientras le decía estas palabras junto al oído.

Sin perder mucho tiempo Stephan dejó a su nuevo amigo en su cama y fue en busca de Bastian, el bote de nata y la diversión que ésta combinación le daría... y sobre todo de disfrutar la libertad que Bastian le había ofrecido, su pasado no volvería a dañarle...

viernes, 24 de junio de 2011

Oscuridad

Primer relato, el cual inaugura este blog, en el que intentaré ir mostrándoos mis pequeñas obras. 

Esta la creé una tarde de inspiración o no... Simplemente me dejé llevar por la oscuridad y.... la luz.

Espero que disfrutéis,
Reina Negra





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Sin saber el por qué, estaba huyendo. Mónica corría por las oscuras calles de su ciudad buscando una luz que la llevara de regreso a la salvación. Sabía que no debería haber salido de casa, su instinto se lo dijo, pero era demasiado cabezona para hacerle caso. La situación en la que estaba se la había buscado ella solita y ahora estaba pagando su error.

Estaba corriendo sin mirar atrás, pero sabía que la estaban siguiendo. Estaba alcanzando el final del oscuro callejón cuando vio una silueta al final de éste recortada por la luz de las farolas. Sus piernas se descoordinaron por la impresión provocando que tropezara consigo misma y cayera al suelo. Este desliz provocó risas en el grupo que la perseguía y también provinieron del que estaba al principio del callejón. Al verse sin ninguna salida, fue arrastrándose hasta la fría pared, donde apoyándose en ella y usándola de ayuda, se incorporó para enfrentarse a ellos.

- ¿Tus papis no te enseñaron que fisgonear no era correcto? – el que le habló era claramente el jefe del grupo. 

Mónica los miraba alternativamente, eran tres, dos eran los que corrían detrás de ella y el tercero fue el que la cerró el paso. Sus manos se agarraban al ladrillo de la pared, buscando la fuerza que necesitaba para no caerse al suelo.

- ¿Te ha comido la lengua el gato? – al ver que no contestaba se acercó a ella -. Tendré que mirar por mis medios a ver si es verdad.

Su atacante agarró con fuerza su cara y sus labios chocaron con los suyos. Mónica luchó por zafarse, pero él era demasiado fuerte para ella y estaba ganando claramente la batalla. Al ver que mantenía los labios cerrados, su agresor la apretó con fuerza desmedida un pecho, logrando que la boca de Mónica se abriese dejando escapar un gemido de dolor. Aprovechando esto, introdujo su lengua en la boca de Mónica, que sin pensárselo dos veces la mordió.

- ¡Serás puta! – chilló al apartarse de ella y darle un puñetazo en el costado. 

Mónica cayó al suelo jadeante, el puñetazo le había arrancado todo el aire que tenía en su interior. Agarrándose el costado escuchó las protestas de sus asaltantes y notó cómo era levantada del suelo.

- Iba a ser disciplinado contigo, pero no me dejas elección - Mónica escuchó más que observó cómo su agresor empezaba a desabrocharse los pantalones -. Pero tranquila, después de mí te encargaras de mis dos amigos, cariño.

Su lengua recorrió la mejilla de Mónica mientras sus manos comenzaban a despojarle a ella de su ropa. Antes había estado conmocionada por el golpe y la impresión de todo lo ocurrido, pero ahora su mente empezó a trabajar, no podía dejárselo fácil, lucharía hasta el final. Sintió el frío aire nocturno en su estómago y se revolvió para impedir que su camisa siguiera subiendo por su cuerpo, abrió la boca y gritó todo lo fuerte que pudo siendo su chillido interrumpido por una bofetada que partió su labio. Al sentir la sangre manar de la herida, se la lamió por instinto.

- ¿Te gusta lamer zorrilla? – con un gesto de cabeza los otros dos le hicieron caer de rodillas delante del cabecilla.
- Oh, Riff te queda justo a la altura... no la canses mucho, yo también quiero sentir esa dulce boca acariciándome – dijo el de su derecha mientras tiraba de su pelo para que levantase la cara.
- Nos lo vamos a pasar muy bien chicos... es una verdadera belleza – el que habló ahora era el tercer asaltante.
- Y... ¿no puede haber un cuarto plato para ese festín? – todos giraron sus cabezas hacia la entrada del callejón. Mónica pudo ver de reojo la silueta de un hombre.
- No tío. Y si sabes lo que es mejor para ti será mejor que te largues.
- ¿Por qué? Estoy viendo que lo estáis pasando bien, yo también quiero mi pedazo del pastel – mientras hablaba se iba acercando al grupo.
- Muy bien. Si no te vas por las buenas, te irás por las malas – dijo el cabecilla, con un gesto, como el de antes, ordenó a sus compañeros atacar al hombre que había entrado al callejón.

Mónica fue agarrada por el que quedó a su lado mientras los otros dos se dirigían hacia el extraño. Observó cómo los dos asaltantes se lanzaron a por él sin piedad, esquivando el primer golpe, el desconocido fue capaz de asestarle un puñetazo a uno de los asaltantes que lo obligó a echarse atrás. Su compañero atacó de seguido y este no fallo. Mónica apartó la mirada al oír el suspiro que se escapó de los labios del desconocido al recibir el golpe. La lucha continuó y Mónica notaba como el que estaba a su lado estaba cada vez más nervioso y, aprovechando su distracción, le asestó un golpe en la sien, como había aprendido en las clases de defensa, y tal y como le habían explicado en esas clases, el hombre calló sin sentido al suelo dejándola a ella libre.

Se quedó mirando el cuerpo inconsciente del suelo sin darse cuenta que los otros dos asaltantes habían corrido igual suerte que su jefe y que el desconocido estaba a su lado, hasta que le agarró del brazo. Instintivamente, Mónica cerró la mano en un puño y se lo lanzó al desconocido, pero este lo esquivó con facilidad.

- Eh, tranquila, no voy a hacerte nada. Pero será mejor que salgamos de aquí ahora que podemos.
- No necesito tu ayuda, suéltame – Mónica sacudió su brazo para que le soltara -. Si quieres divertirte búscate a otra – y se dio la vuelta para irse.
- Espera ¿De qué hablas? – al ver que continuaba andando se puso a su lado - ¿Realmente crees que lo que dije iba en serio?
- Me dan exactamente igual tus opiniones...
- Solo lo hice para distraerlos. No creo que tu situación fuera elegida por ti... ¿o me equivoco y te he fastidiado la diversión? – ya habían salido del callejón. Raúl pudo ver la ira en sus ojos y la mano que se acercó rápidamente a su cara, que con un rápido movimiento atrapó
- ¡Vete a la mierda! Ya he tenido suficiente por hoy...

Soltándose de su agarre siguió caminando por la calle. A Raúl no se le había pasado el corte que tenía en el labio y cómo en sus verdes ojos empezaban a formarse las lágrimas. Murmurando un juramento se acercó a ella.

- Espera, no quería molestarte aún más. Solo quería ayudarte, escuché un grito cuando pasaba por aquí y fue cuando os descubrí – sin poder evitarlo estiró una mano y le retiró la sangre que manaba de su labio -. Debería haber llegado antes...
- No necesito ningún caballero, asique ahora déjame sola ¿quieres?

Mónica continuó andando sin mirar a Raúl, el breve roce de su dedo en su labio le había hecho estremecerse. Debía llegar a casa y no salir de allí en un mes, solo quería meterse debajo de las mantas y olvidar esa noche y lo que había visto. Pero parecía que ese pesado no lo entendía, pensó al sentir que volvía a alcanzarla.

- De verdad, ¿Tienes algún problema de audición o de entendederas? No-te-quiero-a-mí-lado.
- No tengo ningún problema. Pero creo que tu sí ¿Qué ocurrió? – Mónica le miró, esta vez le miró de verdad.

Tenía una cara fuerte y marcada, con unos ojos grises que la miraban con ternura. Su boca era sensual, y al sonreír, como estaba haciendo en ese instante, dejaba ver una pequeña imperfección en sus dientes, tenía un colmillo más salido que el resto.

- Si te crees que confiaré en ti, estás muy equivocado. No nos conocemos, te agradezco de verás que me ayudaras pero no recibirás más de mí.

Y dicho esto, Mónica se giró y se alejó calle abajo, sintiendo una leve punzada de resentimiento por la dureza de sus palabras. El desconocido la había salvado de esos tres y sólo quería ser amable con ella ¿no? Pero después del susto del callejón no se creía capaz de soportar nada más, le temblaban hasta las pestañas del miedo y la tensión acumulados. Suspirando, miró por encima del hombro y al ver allí al hombre observándola se detuvo.

- Lo siento. No debería pagarla contigo, pero es que... – sin poder retenerlo un escalofrió le recorrió por entero.
- ¡Hey!, no pasa nada. La verdad es que no sé cómo te has contenido y no me has dado una buena patada en el culo.

Se había acercado a ella y la tenía sujeta por los hombros. Su mirada era tierna y preocupada, en su boca asomaba una sonrisa que inspiraba confianza y otros pensamientos que decidió apartar, de momento. Sus manos las notaba pesadas en donde tocaban su piel, con un ligero movimiento hizo que las retirara, no se sentía cómoda con ese contacto. Raúl al notar la tensión de Mónica apartó sus manos y decidió probar otra técnica para no dejarla escapar tan fácilmente.

- ¿Te apetece tomar un chocolate caliente? Conozco un sitio donde sirven uno delicioso. Por cierto, me llamo Raúl, encantado – levantó la mano derecha para saludarla.
- Mónica, e igualmente – contestó ella con el primer amago de sonrisa de la noche.

Conteniendo el aliento y deseando profundamente que Mónica aceptase su petición, se quedó observándola mientras ella hacía lo mismo. Tenía unos ojos verdes tan intensos que no podía apartar su vista de ellos, la boca era fina pero con el labio inferior ligeramente más grueso y tenía el pelo corto, con un corte que no tenía ninguna simetría. Estaba tan entretenido haciendo su escrutinio que apenas logró escuchar el leve “de acuerdo” que Mónica dijo.


5 años más tarde...

- Mónica despierta, cariño es solo un sueño...
- Raúl...
- Estoy aquí, a tu lado, tranquila...

Raúl abrazó el pequeño cuerpo de su mujer con fuerza pero tiernamente. Las pesadillas habían disminuido aunque aún se despertaba en mitad de la noche para salvarla de los recuerdos. Mónica se ocultó en su abrazo, agarrándole con fuerza mientras las últimas imágenes de la pesadilla iban desapareciendo. Dándole dulces besos en el pelo y acariciando su espalda, Raúl intentaba consolar a su mujer.

- Han pasado unos cinco años, y aún sigo soñando con esa noche – su voz sonaba amortiguada contra el pecho de Raúl, sin ocultar el deje de desesperación.
- Cariño, fue una noche muy difícil. Yo aún sigo pensando en ella – Raúl cerró los ojos con fuerza. Todavía recordaba el sabor de la sangre y el placer de patear a esos imbéciles -. Esa noche nos marcó a los dos, y debes pensar que fue una noche importante en nuestras vidas – la hizo salir del abrigo de su abrazo para mirarle a los ojos -. Esa noche te encontré y, Dios sabe que lamento lo que te pasó, pero también está mi parte egoísta que le da gracias por traerte a mi vida.
- Raúl... – Mónica acarició el cuello de su marido con la nariz, aspirando el aroma que hacía que se sintiese segura – Quiero que esto se acabe, quiero dejar de ver esa noche una y otra vez.
- Los acontecimientos de nuestras vidas no podemos obviarlos, pero aprendemos a vivir con ellos – dijo besándola cuando terminó sus palabras -. Uhm, de momento, creo que podré ayudarte a olvidarlo por esta noche.
- ¿De verdad? – respondió Mónica sonriendo ante la promesa de Raúl.

Y juntos, recordando la noche en la que se conocieron y que tan marcada quedó en sus memorias, continuaron formando su presente y su futuro....