miércoles, 14 de noviembre de 2012

Anhelo - Nishta


Al fin actualizo con un relato surgido de una imagen hecha por mi amiga Tses/Herio, cómo no jajaja. La imagen la realizó para el concurso de Fan-arts que organizaron Studio Kosen para su manga Saihoshi

Es un relato homoerótico y espero que os guste y disfrutéis leyéndolo tanto como yo escribiéndolo *O* sin más, aquí os dejo el dibujo en cuestión y el relato:

Anhelo - Nishta




Mi cuerpo chocó contra el frio suelo de piedra, dejando todo en oscuridad. Aún no podía creerme lo que había pasado con aquel extraño que me ayudó a llegar hasta la sede y resultó llamarse Rashier. Intenté huir para buscar a Sastre, el cual había conseguido escapar, y seguro que estaba de regreso a casa en mi búsqueda.

 


Abrí los ojos despacio, una intensa luz me molestó, obligándome a colocar uno de los brazos sobre mis ojos. Sentí suavidad bajo mi cuerpo, ya no sentía el olor pestilente de las mazmorras ni el frío de la piedra desnuda. Aquello era distinto, cálido y agradable.

-          Al fin despiertas – me susurraron al oído.

Mi cuerpo se tensó al no esperar que nadie me hablara, menos desde tan cerca. Ahora sentí que una mano estaba sobre mi estómago, abarcándolo y acariciándolo. Mi cuerpo estaba acoplado de forma perfecta a otro que tan bien conocía, pero tenía miedo de hacerme ilusiones de que fuera él.

-          Ya estaba pensando en dejar de ser tan delicado.
-          ¿Sastre? – me giré para poder verle -. Oh Dios, eres tú.
-         ¿Quién si no? – dijo besándome en el hombro y bajando su mano hasta mi miembro ya despierto por la cercanía de su cuerpo.
-          Pero... ¿Cómo es posible....?
-          Shh... - Sastre me mandó callar.

Su boca se posó sobre la mía, haciéndome perder la cabeza y centrarme solamente en su sabor. Cada vez que nuestros labios se encontraban surtía ese efecto en mí, y él lo sabía, siempre que necesitaba salirse con la suya utilizaba ese truco para hacerme perder la pelea. Ahora lo agradecía, tenía el presentimiento que algo malo estaba pasando, pero entre sus brazos todo se iba, todo el dolor o el mal se borraban con un solo roce suyo.

La mano que me acariciaba el pene subía y bajaba, llevándome cada vez más cerca del punto sin retorno. Con la otra mano me sujetaba del pelo, pegándome más a su boca, como proclamando lo que era suyo y solo suyo. Yo estaba encantado, Sastre empezaba a mostrar su verdadera sexualidad conmigo, aunque seguía siendo tímido a la hora de dejarse llevar. Me retorcí contra él, sentí su fuerte erección en la zona baja de mi espalda. me separé de su beso para coger aire, me estaba volviendo loco con solo acariciarme.

-          Te necesito – le susurré -, entra en mi.

Mi mano derecha se coló entre nuestros cuerpos sujetando su miembro y dirigiéndolo a mi cuerpo. Empujó contra mí, despacio, demasiado despacio para mi necesidad. Mi cuerpo empujó contra su dureza, intentando que entrara más rápido y dejara de jugar conmigo.

-          No tengas prisa – me dijo sonriendo.

Volvió a apoderarse de mi boca, acallando cualquier negativa que le pudiera decir. La mano que lo guío a mi interior apretó su culo, oprimiendo así mi necesidad en su cuerpo.

-          Sastre... – de mi boca salían las palabras susurradas entre jadeos -, por favor.
-          Por favor ¿Qué? – preguntó con la voz ronca.

Lo sentía cada vez más duro y controlado. Su cuerpo me revelaba que lo que había empezado siendo un juego contra mí, se estaba volviendo contra él, el deseo lo estaba consumiendo también. Sus embestidas ya no eran suaves y lentas, se habían vuelto algo erráticas y la mano que masajeaba mi miembro se había vuelto exigente y rápida. Me estaba llevando a la locura, quería que yo acabara y disfrutara de lo que él me estaba regalando.

-          Me voy a correr.
-          Y ¿qué necesitas? – gruño contra mi oído.

Nuestros cuerpos chocaban, se escuchaba por encima de nuestros jadeos acompasados. Mis pulsaciones retumbaban en mis oídos, sentía el corazón de Sastre contra mi espalda, fuerte y acelerado.

-          A ti... Solo fue un susurro, que no creí que lo hubiera escuchado, pero lo hizo.

Sastre en aquel momento perdió toda la gentileza, se convirtió en un hombre cegado por el deseo y dispuesto a obtener su recompensa. Nos cambió de postura, elevando mi trasero aún unido a él, colocándome de rodillas con la cara aplastada contra las suaves sábanas. Sus manos me sujetaron por las caderas para asirme mejor mientras empujaba contra mí sin compasión.

-          ¡Te necesito a ti! - El grito surgió de mi garganta a la vez que me corría.

Mis manos se aferraron a las sábanas, próximas a romperse de la fuerza con la que las sujetaba. Aquel orgasmo me estaba llevando más allá de lo normal. Derramé mi esencia sobre las sábanas, pero Sastre no se detuvo al sentir que me corría, siguió entrando y saliendo de mi cuerpo, que convulsionaba por el placer, hasta que él también llegó al orgasmo.

-          Te amo Kaleth... – me dijo cayendo sobre mí, tan desfallecido como yo me sentía.

 


Cerré los ojos con una sonrisa en los labios, nunca antes me había sentido tan feliz de haberme escapado con Sastre de nuestras anteriores vidas.

-          Yo también a ti – susurré abriendo los ojos.

-          Es interesante observar los sueños de los demás, encima si estos son... especiales - mi corazón se paró.

Miré a mi alrededor, buscando una salida. No reconocía el lugar, pero sabía que estaba sobre una mesa o superficie elevada, ya que la cintura de Rashier quedaba a la altura de mi cara. Pude ver que su pantalón dejaba a la vista que estaba excitado, muy excitado.

-          Eres muy tentador cuando gimes y te retuerces, más si tienes un arma como esta - la mano de Rashier se apretó contra mi erección -. Una lástima que tú solo hayas hecho todo el trabajo – dijo chasqueando la lengua. Bajé la mirada y horrorizado vi que una mancha oscura adornaba mis pantalones -. Pero todavía no me sirves.

No tuve tiempo de evitar el golpe. Me alcanzó de lleno, mandándome de nuevo a un estado de inconsciencia total, esta vez sin ningún consuelo por arte de mi subconsciente...

~~~~ END ~~~~

domingo, 7 de octubre de 2012

La ruta 66 - Nishta


La ruta 66 ~ Nishta
 
 
Estaba en mitad de la nada, literalmente, y Mark comenzó a creer que un hombre pudiera llegar a deshidratarse con solo estar expuesto al sol. No recordaba haber pasado tanto calor en su vida, y la costa de California, donde había estudiado durante los años que duró su carrera, no era especialmente fría. Se encontraba entre las ciudades de Santa Fe en Nuevo Mexico, donde le habían dejado un matrimonio con su hija adolescente, y Amarillo, Texas.

Mark buscaba cualquier sitio para poder cobijarse, se había quitado la camisa buscando el poco aire que circulaba por allí, para intentar aliviar el calor que sentía. Sus ojos no divisaban ni un lugar donde hiciera la suficiente sombra para cubrirlo a él. 
 

- Por Dios santo… ¡¡pero es que nadie va a pasar por aquí!! – gritó Mark -. Claro que no va a pasar nadie, son más listos que tú – se recriminó.

Continuó andando por la solitaria carretera, fijándose en las ondas de calor que desprendía la carretera y que difuminaban el horizonte. Mark intentaba buscar cualquier entretenimiento que le ayudara a combatir el calor, necesitaba distraerse para sobrevivir.

Su mente regresó a la costa oeste, al mar azul en el que tantas veces se había zambullido, disfrutando del agua salada y fresca del mar, hasta que distinguió el sonido de un motor a lo lejos. Sus ojos volaron en una y otra dirección de la carretera, buscando el vehículo que podría sacarlo de allí. Vio el Mustang color negro que se acercaba a gran velocidad, sin pensárselo dos veces se cruzó en la carretera para hacerlo parar de la manera que fuese.

- ¡Eh! ¡eeeeeeeeeeeeey! – gritaba, saltando y haciendo aspavientos con brazos y piernas - ¡por favor para! – el Mustang seguía acercándose, pero sin mostrar signos de reducir su velocidad -. Pero que coñ… ¡Mierda! - Mark se lanzó a un lado poco antes de que el Mustang lo envistiera.

 
A buena hora tuvo que hacer el tonto con las gafas de sol, pensó Andrew, sin saber cómo se le habían caído al suelo. Necesitaba las gafas porque con aquel sol no era capaz de mirar a la carretera, la desventaja de tener unos ojos claros.

- Fijo que si supieran que con sol es imposible ver, nadie envidiaría mis ojos ¿Dónde narices estáis?

Con una mano en el volante y la otra buscando por todo el suelo, la carretera quedaba medio oculta a sus ojos al estar inclinado hacia un lado. Por eso cuando vio una pequeña sombra delante de sus ojos se olvidó de las gafas y dio un volantazo.

El coche paró en seco al salirse de la parte alquitranada y acabar entre los pequeños matojos que cubrían los lados. La cabeza de Andrew impactó contra el volante dándose un fuerte golpe en la cara. Se quedó quieto un momento, hasta que sus pulsaciones se normalizaron. Escuchó unos gemidos y salió del coche, tapando sus ojos del sol con una de sus manos vio a un joven al otro lado de la carretera tirado en el suelo. Corrió a su lado para comprobar cómo estaba.

- ¿Estás bien? – le preguntó arrodillándose a su lado.
- ¿Querías matarme o qué? – le preguntó Mark mientras se sentaba.
- No te he visto, estaba buscando las gafas y solo vi una sombra.
- Pues por poco me estampo como un mosquito en tu parabrisas.
- Lo lamento de verdad…además, ¿Qué pretendías hacer ahí en mitad?
- Intentar pararte. No lo pensé, solo escuché tu coche y me lancé sin pensar, será el calor que ya me ha afectado.
- Pues me has dado un susto de muerte.

Andrew le sonrió, los nervios iniciales al verle tirado en el suelo se habían pasado. Observó al chico y descubrió que se había magullado el brazo izquierdo y parte de la espalda.

- Hay que limpiar esas heridas – Andrew cogió el brazo de Mark.
- ¿Qué…?

Mark sintió que le quemaba la caricia de Andrew y eso era mala señal. Conocía a su cuerpo, y cuando reaccionaba así, significaba que esa persona despertaba sus instintos más primitivos.

- Que tienes todo esto hecho un desastre.
- Pues deberías mirarte tu cara – se miró el brazo -. Creo que estás tú peor - Andrew se tocó el rostro y siseó del dolor.
- Vaya… será mejor que nos movamos de aquí.
- Al final conseguí lo que quería.
- ¿El qué?
- Tengo coche para viajar.

Riéndose por esa broma se levantaron juntos del suelo y recogieron las cosas desperdigadas de Mark.

- Por cierto, me llamo Andrew.
- Yo Mark.
- Encantado, aunque la forma de conocernos no haya sido muy acertada.
- Pero nunca se nos olvidará jaja - subieron al coche y Mark suspiró por el frescor que notó en el interior del vehículo - . Al fin puedo respirar – Mark se puso la camiseta para no manchar el asiento con la sangre que manchaba su espalda.
- No es buena idea pasear a estas horas por estas carreteras – Andrew se miraba en el espejo retrovisor el estado de su cara -. Sí que me di fuerte contra el volante.
- Lo sé, no pensé que tardaría tanto en encontrar a alguien que pasara por aquí. Además, quién iba a pensar que a las seis de la tarde haría todavía este calor. Y lo del volante se llama Karma, por estar a punto de atropellarme.
- Ja ja… bueno ¿Y qué hace un joven como tú en un lugar como este? – Andrew puso en marcha el coche y retomó la marcha.
- Regresar a casa.
- ¿A casa?
- Sí, he estado estudiando en California Biología Marina y ahora que he acabado quería regresar a casa haciendo esta pequeña aventura.
- ¿Regresar por la ruta 66? – preguntó Andrew.
- Exacto, y haciendo autostop.
- Jajaja ¿Has tenido muchas historias para no dormir?
- Creo que tú te llevas la palma en eso.
- Siempre me gusta ser el mejor.
- ¿Y a ti? ¿Qué te lleva a recorrer la ruta?
- Pues negocios. Trabajo para una compañía de restaurantes y queremos abrir nuevos locales con el estilo de los clásicos bares de carretera. Un lugar donde puedes parar a tomar un buen café junto con su tarta de manzana.
- Oh dios, dime donde abrís para hacerme cliente habitual. Eso es lo mejor de esta ruta, solo llevo tres días y creo que he engordado y todo – dijo Mark dándose golpes en el estómago.
- No creo que ahí haya mucha grasa.
- Puro músculo ¿Quieres tocar? – le preguntó Mark levantándose la camisa, mostrando su estómago bien definido. Los ojos de Andrew se alejaron de la carretera para mirarlo y recordar la suavidad que sintió al tocarle minutos antes el brazo -. Perdona – se bajó la camisa -, suelo hacer cosas sin pensar.
- Tranquilo, solo me has pillado desprevenido. Entonces te gusta la idea del restaurante, ¿no?
- Oh sí…

Mark continuó escuchando a Andrew mientras su mente pensaba lo que acababa de hacer. Cuando algo le gustaba solía ir a por ello sin pensárselo dos veces, pero sabía que debía comportarse con Andrew. No lo conocía de nada e iban a pasar unas cuantas horas compartiendo coche, no era buena idea generar un ambiente tenso. Andrew era muy atractivo, aunque no era su tipo. Mark siempre tenía parejas parecidas a él, musculoso, moreno y sobre todo de su edad o menores que él. Andrew se le notaba que era un ejecutivo a pesar de ir vestido con unos vaqueros descoloridos y una camisa. Su pelo era rubio y sus ojos azules muy claros, y estaba claro que había pasado los veinticinco, su edad, hacía ya un tiempo. Por eso no entendía por qué su cuerpo reaccionaba a él.

- Lo que sí tiene claro mi compañía es que la distancia entre uno y otro de nuestros restaurantes no será tanta.
- No, por favor.
- Es muy desalentadora esta zona. Creo que nos queda aún una hora hasta llegar a la siguiente parada. Si quieres descansa.
- No me vendría mal, pero antes… - Mark sacó un pañuelo de su mochila y lo humedeció con el poco agua que le quedaba – déjame limpiarte la sangre que tienes en la cara, me está poniendo nervioso - Mark lo cogió de la barbilla para sujetarlo y poder limpiarlo bien -. Sí que te has dado un buen golpe - Andrew le miró, estaba bastante cerca de él.
- No hace falta que te molestes.
- No es una molestia, es solo que la sangre no me gusta mucho, y si tengo que estar a tu lado durante otra hora más, necesito no verla en tu rostro – con un último pase del pañuelo dio por terminada la labor -. Listo, ahora solo queda dar el último toque.

Mark le besó con suavidad en la mejilla magullada, Andrew lo miró con los ojos bien abiertos, sorprendido por el gesto y con el corazón algo alterado.

- Deberías mirar al frente, no querrás recoger a la próxima persona que atropelles ¿no?
- ¿Qué?, no, no quiero atropellar a nadie – dijo Andrew volviendo a mirar al frente.
- Ahora sí puedo cerrar un poco los ojos, necesito recuperar fuerzas.

 
El viaje continuó con Andrew atento a la carretera y Mark soltando pequeños ronquidos mientras dormía en el asiento del copiloto. Andrew se sentía algo raro en presencia de Mark, le gustaba aquel chico, pero le confundía. La verdad es que el rato que habían estado hablando le parecía un chico bastante simpático. Al uno de los lados de la carretera vio la sombra de una de las estaciones de servicio, típicas de la ruta 66.

- Mark ve despertando que llegamos a la siguiente parada.
- ¿Tan pronto? – dijo desperezándose.
- Llevamos una hora, como predije, de camino.
- ¡Tanto! Vaya, sí que he dormido.
- Y roncado.
- ¡Yo no roncó! – dijo Mark levantándose en el asiento.
- Jajajaja… pues se ha debido de colar algún oso en el coche sin darme cuenta.
- Idiota – murmuró.

Entraron en la zona del motel para registrarse, la noche se cernía sobre ellos a pasos agigantados.

- Oye Andrew, tengo una idea – le dijo sacando sus cosas del maletero -. ¿Tienes algún problema en que compartamos habitación? Me queda muy poco dinero y esta noche no tengo cuerpo para ganarme una habitación…
- Vale, cogeremos una de dos camas, me compraré unos tapones para poder dormir – Mark lo miró entrecerrando los ojos.
- Ve tú a alquilar la habitación y yo voy a por algo para cenar. Deja algo en la puerta para saber dónde nos quedamos.
- Hecho. Nos vemos en un rato.

 
Mark salía del baño cuando Andrew entró en la habitación, llevaba dos bolsas en las manos que para el estómago vació de Mark, eran el paraíso.

- Dime que en una de esas bolsas hay tarta de manzana.
- Por supuesto, hay que acabar bien la noche - Andrew le tendió una de las bolsas -. Pero antes de cenar me toca a mí la ducha.
- Toda tuya - Se hizo a un lado para dejarlo pasar –. Yo voy a por hielo para nuestras magulladuras.

 
Entró en la habitación con un vaso de plástico lleno de hielo y llamó a la puerta del baño. Al no escuchar nada la entreabrió y volvió a llamar a Andrew. Miró al espejo y el reflejo lo dejó paralizado. Se veía el cuerpo de Andrew desnudo, dentro de la ducha, con el agua recorriendo su cuerpo esbelto.

Mark tragó saliva, Andrew estaba tocándose, se estaba masturbando con efusividad. Tenía los ojos cerrados y se mordía el labio inferior. Se le veía excitado, su piel estaba sonrojada del deseo y el agua caliente de la ducha. Mark entró cegado por la lujuria.

Andrew abrió los ojos al escuchar ruido y se encontró con Mark, quien tenía la mirada fija en su cuerpo desnudo. Paró de masturbarse, ya era bastante extraño estar tocándose con la fantasía de que fuera Mark quien recorría su cuerpo en vez de sus manos.

- Te he traído hielo para la cara.
- Gra… gracias – Andrew bajó la mirada a la entrepierna de Mark. Estaba duro, al igual que él.

Dejó la bolsa de hielo en el lavabo, abriéndola y sacando uno de los hielos. Se volvió hacia Andrew sin dudarlo, sabía que se la jugaba con esa acción, pero ahora la razón no mandaba, y los condones que acaba de comprar le quemaban en el bolsillo.

- Déjame que te alivie – dijo acercándose a Andrew.

Sin saber qué hacer o qué decir, Andrew se quedó quieto, esperando que Mark acercara el hielo a su rostro para pasarlo por sus magulladuras. Lo que no esperaba es que Mark se introdujera el hielo en la boca, se quitara la camiseta y se arrodillara delante de él. Sin dejarle tiempo de reacción, se introdujo su miembro en la boca y Andrew solo pudo jadear por el contraste de la suavidad del interior de su boca y el frío del hielo.

Entrelazó sus manos en el oscuro pelo de Mark. Sus caderas empujaron contra la boca de Mark sin pensar en nada más que en recibir placer, necesitaba aquello, se sentía mejor que lo que su mente había generado hacía unos segundos.

La lengua de Mark jugueteaba con el miembro de Andrew, deslizándola por el terciopelo duro de su extensión, entreteniéndose en el sensible glande, mordisqueándolo.

- Oh dios santo – Andrew jadeaba por el placer que esa boca le estaba dando.

Mark succionó con fuerza una última vez antes de sacarse el miembro de Andrew de la boca, incorporarse y quitarse los pantalones, cogiendo un condón de su bolsillo, para entrar con él en la ducha y poder tocarlo por entero. Tiró el hielo dentro de la bañera y asaltó la boca de Andrew sin compasión. Andrew buscó su miembro, acariciándolo de arriba abajo, sujetándole los testículos con una mano, masajeándolos hasta que las caderas de Mark buscaron más caricias por su parte. El agua les mojaba haciendo sus cuerpos más resbaladizos y receptivos.

Sus labios se separaron, los dos jadeaban por la tensión que sus cuerpos tenían en aquel momento. Sus miradas se encontraron.

- Nunca pensé que esto me pasaría, al verlo en las películas o leerlo en alguna novela subida de tono, siempre pensé que los que pensaban eso tenían una imaginación demasiado vívida.
- Nunca digas nunca jamás – Mark sonrió antes de besarlo y girarse hasta quedar de espaldas a él -. Ahora tienes la oportunidad de ser el protagonista – dijo al darle el condón y apoyar las manos en los azulejos de la ducha, exponiéndole su entrada.

Andrew pegó su cuerpo al de Mark, alojando su dura erección entre las nalgas de Mark, restregando su longitud en ella, imitando los movimientos de lentas embestidas. Rasgo con los dientes el envoltorio de plástico que protegía el condón colocándoselo sin perder el ritmo de la seducción. Sus manos acariciaron la espalda de Mark, una de ellas le sujetó por uno de sus hombros y con la otra dirigió su miembro a la entrada del ano de Mark, introduciendo su miembro poco a poco. Los dos jadeaban por la intrusión, el cuerpo de Mark al sentir la invasión y adaptarse poco a poco a su tamaño, y el cuerpo de Andrew al sentir la estrechez de Mark y luchar por no entrar de golpe en él.

- Hacía mucho que no sentía esto… - suspiró Mark.

Mark jadeo por la sensación del dolor y el placer unísono que siempre venía con las primeras embestidas.

- Ya estoy dentro – Andrew llegó hasta el final, sus cuerpos entraron en contacto de la forma más íntima -. Se siente tan bien…
- Fóllame, deja de hablar…

Ante esa petición, Andrew sujetó con fuerza las caderas de Mark y embistió como si la vida le fuera en ello. Se escuchaba el agua caer, sus cuerpos chocando con fuerza en cada embestida profunda y fuerte, y sus jadeos acompasados. Una vez encontrado el ritmo y sintiendo que su cuerpo iba a explotar de un momento a otro, Andrew bajó una de sus manos por el cuerpo de Mark hasta sujetar su miembro para masturbarlo y que llegara al orgasmo con él.

- Más… más… oh sí – Mark movía sus caderas, incrementando el placer tanto para él como para Andrew.
- No voy a durar mucho más.
- Sigue…
- ¡Aguanta! – embistió por última vez -. Mark… – Andrew gruño la palabra, al conseguir el orgasmo más salvaje que había tenido en mucho tiempo.

Se inclinó sobre el cuerpo de Mark al llegar al orgasmo con una fuerte y profunda embestida que lo dejó sin respiración. Besó el hombro de Mark y buscó su boca, besándolo, saliendo de su interior. Girándolo para tenerlo de cara, esta vez fue él quien se arrodilló frente a Mark y se metió su miembro en la boca. Andrew se lo introdujo por entero y Mark enloqueció.

- No puedo parar…

Sujetó los húmedos cabellos de Andrew y lo embistió, entrando y saliendo de su boca con rapidez, buscando su liberación por encima de todo. Andrew le agarró de las nalgas, apretándole a la vez que lo dejaba entrar en su boca, dejando que irrumpiera en ella hasta que se corriera.

- Dios… ¡Andrew!

Mark se corrió en la boca de Andrew, que absorbió cada gota de su esencia, succionando hasta que Mark dejó de temblar por el orgasmo. Los dos jadeaban, Mark se dejó caer al lado de Andrew, sonriéndole, saciado.

- Como te dije antes. Hasta el día de hoy eres la mejor aventura de mi viaje – comentó Mark.
- Ya te comenté que me gusta ser el mejor y todavía la noche no ha acabado.

Andrew salió de la bañera, desnudo, goteando agua por todo su cuerpo y sonriéndole por encima del hombro, en una clara invitación que Mark no quería dejar pasar…

sábado, 18 de agosto de 2012

De gira - Nishta

Un breve relato que escribí paraun foro que administro en el que organizamos un pequeño concurso y participé con lo que leeréis a continuaión. No es gran cosa pero me sirvió para salvar la cara jajaja

Está bajo el pseudónimo de Nishta, así que es historia chico-chico, pero nada escandaloso, esta vez me comporté ^^.

Espero que os guste...

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De gira



La gira comenzaba en dos días, el grupo estaba ultimando los arreglos para poder hacer el tour que los llevarían por las diferentes ciudades de España, regando con su música las diferentes fiestas que en verano son tradición. El grupo se había dado a conocer hacia tan solo dos años y, gracias a las buenas críticas y el boca a boca entre la gente que los había escuchado, este verano tenían contratados muchos conciertos.
-          Este verano no vamos a parar – Ian puso los pies encima de la pequeña mesa de su salón. 
-          Solo espero que todo salga bien – le contestó Rubén. 
-          Siempre tan precavido. Deja de preocuparte por lo que pasará mañana, disfruta el hoy. 
-          Pero también es bueno tener un ojo en el presente Carlos. 
-          Y ¿Desde cuándo eres bizco Sergio? – le dijo Gorka.
Sergio le lanzó un cojín a Gorka, dejándole claro lo que pensaba de su comentario. Los cinco se conocían desde la infancia, siempre unidos desde preescolar. Al crecer y ver que su afición por la música los unía todavía más decidieron formar un grupo. La idea del grupo inicialmente era para poder estar los cinco juntos y disfrutar con la música y, si con eso podían volver locas a sus madres, mejor que mejor.
Ahora todos habían crecido y necesitaban algo más que las tardes en el local que tenían alquilado para tocar cada vez que podían reunirse. Carlos era el mayor de todos, tenía veintisiete años, al igual que Gorka, se diferenciaban tan solo en unos meses; Ian, Rubén y Sergio tenían veinticinco. A pesar de ir a diferentes cursos siempre conseguían encontrar un momento para estar juntos, ya fuera en el colegio o más tarde en el instituto.


Carlos fue el que propuso que salieran del local y empezaran a tocar en pequeños bares de la localidad, consiguiendo así que la gente les valorara y poder mejorar. Todos estuvieron de acuerdo, querían dar el siguiente paso. Empezaron a tocar en pub´s gratuitamente, sabían que no tendrían oportunidad si encima iban con pretensiones de cobrar algo. En sus primeras actuaciones tocaban canciones de grupos conocidos como Saurom, Stravaganzza, Sober, pero poco a poco iban entrelazando canciones de ellos mismos.
Gorka era el que escribía las letras, había demostrado que sus letras llegaban a la gente y los demás del grupo le dejaban escribir lo que le apeteciera, confiaban plenamente en él. Los arreglos musicales los hacían entre todos, se dejaban llevar por la letra. Gorka, al ser el vocalista del grupo, cantaba la letra para que todos pudieran visualizar la música que acompañaría a la letra. Pronto todos los demás se unían a él improvisando y recordando lo que sus dedos y pies generaban. Sergio marcaba el ritmo con la batería, Carlos componía los acordes adecuados con el teclado, Rubén rasgaba su guitarra eléctrica dando la fuerza necesaria para cada canción e Ian con el bajo redondeaba la música.
Sus canciones eran ahora los únicos temas que tocaban, habían sido bien acogidos entre los oyentes y ellos trabajaban por tener nuevos temas para este verano que entraba. Ya tenían un nuevo repertorio listo, pero Gorka estaba trabajando en una nueva canción que, según él mismo decía, no conseguía arrancarlo por lo que no era capaz de plasmarlo. 

-          ¿Aún sigues con la canción atravesada? – le preguntó Sergio. 
-          Creo que ya la tengo, me gustaría que probáramos hoy a rematarla y así introducirla este año con las demás. 
-          ¡Genial! Me estaba acartonando en el sofá – Carlos saltó hacia su teclado. 
-          Empecemos a crear.
Los cinco dejaron de lado cualquier preocupación que les reclamara sobre la gira de ese verano y se centraron en lo que más les gustaba, crear música. 



-          ¿Qué, me vas a decir para quién es la última canción? ¿Alguna enamorada que no nos hayas contado? – Carlos le preguntó a Gorka. 
-          Jaja, tal vez. 
-          Ooooh, ¿Entonces este verano no nos acompañarás mientras cazamos? 
-          Dependerá de las presas.

Los dos vivían en calles continuas así que siempre iban juntos a casa después de los ensayos. Dentro del grupo todos se llevaban muy bien, pero la diferencia de edad hacía que la relación entre ellos se notara. Carlos y Gorka tenían más complicidad entre ellos, siempre contaban el uno con el otro para cualquier cosa, y que Gorka le ocultara un posible romance a Carlos le extrañó. 

-          Ahora que recuerdo ¿Qué fue de aquella chica con la que tonteabas en la uni? 
-          Otra amiga más. No cuajó la cosa – Gorka lo dijo con indiferencia, las relaciones que había tenido hasta ese día habían sido esporádicas y cortas en el tiempo. 
-          A ver si este verano encontramos a dos mujeres que nos alegren.

Carlos le sonrió al decirle esa frase, él había terminado con su novia hacia unos meses y necesitaba pasar página, olvidar los malos momentos. Se despidieron al llegar a la casa de Gorka hasta el día siguiente que tomarían rumbo a la primera ciudad donde tocarían ese verano. 

-          No te olvides que mañana nos vamos, haz la maleta ya – comentó Carlos. 
-          Sé que peco de despistado, pero esto no se me olvida. 
-          Yo solo te lo recordaba – sonrió. 
-          Venga, nos vemos mañana.


Gorka estaba acabando la maleta antes de irse a dormir, nunca le diría a Carlos que se le había pasado prepararla. Se había abstraído como nunca antes con la letra de la última canción, Despertar. Él era el verdadero motivo de la canción, de lo que escondía en verdad esa letra. Sacó del su bolsillo trasero el borrador de la letra que desde hacía días llevaba junto a él, no era cierto que hubiese estado hasta ese día trabajando en ella. La había terminado hace días pero necesitaba acumular valor para dejar que otros la leyeran. Una pequeña parte de sí deseaba que alguien, por pequeña que hubiera sido, hubiera descubierto la verdad de esa canción, pero ninguno de sus amigos había captado la esencia, o al menos, ninguno había dicho nada.
Se tiró en la cama con la hoja arrugada de tantas vueltas que había dado en sus manos y leyó una vez más la letra.
Cada día me despierto
Buscando el sol
Amándolo por darme calor
Sufriendo por no tenerlo
Sin poder remediar mi instinto
Sigo persiguiendo mi sueño
Sigo persiguiendo sin descanso
Alcanzar aquel sol que huye de mí

Lucho por él aunque no me vea
Lucho por él aunque sé que es imposible

Respiro mi último aliento del día
Cierro los ojos, oigo su voz
Veo su bello rostro sonriéndome
Y pienso
Mi vida puede acabar ya

Lucho por él aunque no me vea
Lucho por él aunque sé que es imposible

Busco entre mis recuerdos
Encontrando las pasiones que tanto anhelo
La caricia de tus labios en mi piel
Tu sonrisa grabada a fuego en mis labios

Lucho por él aunque no me vea
Lucho por él aunque sé que es imposible

Me enseñaron a luchar por mis sueños
Y oh!
Mi sueño se hizo realidad
Conseguí acariciar tu piel
Me abrasé entre tus rayos candentes
Saboreé tu dulce ser

Lucho por él aunque no me vea
Lucho por él aunque sé que es imposible

Y al final todo se acabó
Mi sueño llegó a su fin
Contigo entre mis brazos
Ya nada más podrá hacerme infeliz
Ya nada más podrá hacerme infeliz


La letra se acabó, dejándolo con el nerviosismo propio de un trabajo bien hecho, de poder decir que eso era obra suya y sentirse orgulloso. Ese verano Gorka sabía que iba a ser largo para él, adoraba la música y lo que sus amigos y él habían conseguido, pero conocía que sus sentimientos iban a jugar un papel muy importante en su día a día. Suspirando, dejó esos pensamientos para cuando tuviera que lidiar con ellos, de momento tenía que centrarse en acabar la maleta y ultimar las cosas para pasar fuera de casa durante dos meses. Tenía que dejar a Cosita, su gato, en casa de sus padres. 

-          Que por cierto... ¿Cosita? -  Gorka salió en su busca, seguramente estaba en el sofá, aprovechando los últimos rayos de sol -. ¡Ja! Te pillé. Ya podría vivir como tú, sin preocupaciones ni sentimientos no correspondidos... – el gato maulló colocándose en sus brazos -. Toca ir donde los abuelos, papi mañana se va.

Metiendo a Cosita en su cajetín y recogiendo todos sus juguetes y comida, Gorka salió de su casa para ir donde sus padres y dejarles a “su nieto”.

Ya habían tenido su primera actuación, el camino hasta allí fue caótico. Carlos siempre se pedía conducir el primero, guiando al grupo,  y como suele pasar cuando no se conoce la zona, se perdieron. Llegaron a su destino justos de tiempo y con Carlos echando humo por las orejas ya que sus amigos, sus tan buenos amigos, habían encontrado un nuevo motivo para meterse con él. A partir de ese día fueron Gorka e Ian quienes guiarían al grupo. Se dividían en dos grupos, Ian y Gorka llevaban la furgoneta más pequeña, en la que iban todos los enseres del aparato técnico, como la mesa mezcladora, los diferentes cables, los altavoces, todo lo necesario para la actuación; en el otro vehículo iban Carlos, Sergio y Rubén, ellos llevaban los instrumentos.
Ian iba dormido contra la ventanilla con la boca abierta, estaban viajando de noche para regresar pronto a casa. Gorka lo observaba en los momentos que podía apartar la mirada de la carretera. Su largo pelo ocultaba parte de su rostro y una de sus manos la tenía tocándole la cara, aún Gorka se sorprendía por esa manía que tenía Ian, no podía dormir si no tenía una mano tocándole el rostro. Viéndolo así dormido se extrañaba que la gente lo mirara fijamente, la verdad es que Ian era muy alto rondaba el metro noventa y su larga cabellera y la ropa que llevaba no ayudaban a su semblante serio. Pero era solo eso una apariencia ya que Ian siempre era el primero que se apuntaba a todo y el que levantaba el ánimo al grupo, cuando estaba a gusto cambiaba radicalmente, su timidez le hacía parecer borde.

Gorka conducía por la oscura carretera, aburrido de escuchar la radio, sin nada más que hacer que ver una y otra vez el mismo paisaje. En ese momento se le ocurrió una idea. 

-          ¡Dios mierda, pero que coñ...! – gritó Gorka. 
-          ¡QUÉ! – Ian abrió los ojos como platos agarrándose al asiento y buscando el peligro - ¡Qué pasa! 
-          Jajajajajajajajajajaja – Gorka no paraba de reírse, le costaba hasta mantener el coche en la carretera de la risa. 
-          ¡Oh! ¡Eres un payaso! – dijo cuando vio que todo había sido una broma -. Casi me da un infarto... 
-          Es que se te veía tan bien dormidito jajaj, no pude resistirme. 
-          Esta me la pagas, no se me olvidará. 
-          Dios, pero lo bien que me lo estoy pasando ahora lo compensará jajaja. 
-          ¿Queda mucho?

Gorka volvió a estallar en carcajadas ante esa pregunta, hizo bien en despertarlo de esa manera, el viaje se le iba a hacer bastante corto.


Los días pasaban y los conciertos que daban se iban agotando, ya era finales de agosto cuando Carlos decidió hablar con Gorka, cada día que pasaba lo veía más inquieto. Además, cuando alguno del grupo le insistía en averiguar que en qué o quién se había inspirado para la canción Despertar, Gorka cada vez contestaba de peor forma y Carlos no quería que algo así rompiera la amistad que todos ellos tenían. Aprovecharía ahora que los demás se habían ido a sus casas para preparar las cosas para el último concierto de ese verano, viajarían al día siguiente hacia Galicia. 

-          Ey Gorka. 
-          ¿Hmm? – dijo distraído, colocando las partituras de sus canciones en la carpeta donde las almacenaba. 
-          ¿Qué te ocurre? 
-          Nada, ¿por qué piensas eso? 
-          Pues porque cada vez que alguno de nosotros te habla o te comenta algo saltas al cuello sin motivo. 
-          Yo no lo creo así. 
-          Venga ya. Lo sabes tan bien como yo. Te conozco y tú no estás bien – Gorka continuaba sin mirarlo. 
-          No quiero hablar de ello. 
-          No es lo que quieras. Eres mi amigo y quiero lo mejor para ti - Gorka se dejó caer en el sofá cercano -. Sé que tiene que ver con la canción. 
-          Veo que no se te escapa una. 
-          Una de mis cualidades – comentó Carlos para aligerar la presión -. Entonces he acertado, ¿no? ¿De quién se trata? 
-          Ian – Gorka apartó la mirada. Esperando el rechazo de su amigo. 
-          Mírame Gorka – Carlos esperó a que lo mirara - ¿Por qué has apartado la mirada? ¿Esperabas que te mirara con desprecio? 
-          Sí. 
-          Me ofendes. Soy tu amigo, ¿Qué tiene que ver que te guste Ian o María? Es más, mejor que te guste Ian, no tendré que luchar contra ti por las mujeres, seguro que perdería – los dos sonrieron – ¿Y él lo sabe? 
-          ¡¿Cómo va a saberlo?!  No creo que le hiciese ilusión saber que me gusta. 
-          Eso no lo sabes. Ian es el que se mantiene más al margen cuando se hablan de estas cosas, ¿tú le has conocido alguna novia o algo? 
-          No. 
-          Entonces no des nada por descontado, fuiste tú quien me enseñó eso. Aún recuerdo a aquella morena que conseguí por esa frase tuya. 
-          Es difícil – Gorka se miró las manos entrelazadas -. Eres la primera persona que sabe esto. 
-          Me alegro que hayas confiado en mí. Ahora, vamos te invito a cenar.

El último concierto estaba a punto de terminar les quedaba por tocar la última canción de su repertorio, para éste concierto Gorka les había dicho que quería terminar con Despertar. Ahora que Carlos sabía el significado de esa canción lo sentía por Gorka, más cuando minutos antes del concierto Ian les había comentado que se iría a estudiar el año siguiente al extranjero. Gorka le había dado la enhorabuena y le había comentado que no se durmiera contra la ventana del avión no fuera a ver algún problema, todos rompieron en risas. Pero él no se quedó para seguir celebrando esa buena noticia de su amigo, salió al escenario con la disculpa de ultimar detalles. Carlos observó que Ian había notado que Gorka huía de aquella sala. 

-          No te preocupes. 
-          Sé que le pasa algo, pero no nos deja averiguarlo – dijo Ian. 
-          Déjale, él sabrá qué es lo mejor. 
-          Sé que tiene que ver con la canción. - Carlos no comentó nada más, dejó las cosas como estaban.

Ian no consiguió quitarse ese malestar de encima, apreciaba mucho a Gorka, tanto que dudaba hasta de sus propios sentimientos. Se había leído mil y una veces la letra de la música para ver si descubría qué era lo que lo tenía tan abstraído, pero no había conseguido encontrar nada que le dijera por qué su amigo estaba así. Esa noche sería la última que estarían juntos en meses y no quería irse sin saber que él estaba bien. Ahora se arrepintió de haber cogido el vuelo que salía desde Galicia hasta Dublín, a donde se trasladaría a estudiar.
Los primeros acordes de la última canción empezaron a sonar, sacado a Ian de sus pensamientos. Sus dedos se deslizaban por las cuerdas del bajo, se sabía la canción sin necesidad de prestarle mucha atención a lo que hacía. Esto le permitió observar a Gorka mientras cantaba la canción. Su voz sonaba fuerte y segura, una voz rasgada que en sus otras canciones era agresiva, pero en esta sonaba anhelante. Ian presto atención a la canción, sonaba la estrofa donde los amantes se encontraban a escondidas, Gorka lo miró y por poco pierde el ritmo en los dedos.
No podía ser lo que vio en sus ojos, era como si le estuviera cantando a él la canción, pero Ian sabía que Gorka había tenido novias, debía haber sido la capacidad con la que vivía la canción. Sí, seria eso, él vive la canción como si fuera real, se dijo Ian interiormente. Apartó la mirada de Gorka y se concentró en el público, no quería tener más líos en la cabeza aquella noche, quería pasarlo bien durante las horas que le quedaban con sus amigos. 

-          ¡Éste verano no lo olvidaré nunca! – les dijo Rubén a todos -. Ha sido genial, la pila de sitios que hemos conocido y la gente parece estar contenta con nuestra música. 
-          Nuestro siguiente paso es el disco chaval – Sergio golpeó el hombro a Rubén. 
-          Jaja, primero toca camelarse a los productores, después todo será sencillo – dijo Carlos. 
-          Sí, sí... y viviremos entre montones de dinero. 
-          Ya tuvo que hablar el dublinés – recriminó Rubén el sarcasmo de Ian. 
-          Venga vamos, ayudadme a meter los instrumentos en la furgoneta o no será un dublinés - Carlos, Rubén y Sergio se fueron, dejando solos a Gorka e Ian. 
-          ¿Te imaginas que esos dos tengan razón? – comentó Ian. 
-          Tu ahora debes centrarte en aprovechar la oportunidad que te han dado y dejar al dúo calavera con sus sueños. 
-          Pero... suponte – le dijo acercándose a él -. Que todo nos sale bien y que a pesar de estar lejos podamos seguir componiendo como hacemos ahora. 
-          Ajá – Gorka se giró para verlo. Ian se había acercado hasta un brazo de distancia de Gorka. Éste se paró en seco. 
-          ¿No te gustaría que todos siguiéramos juntos? ¿Qué lo que un día empezó como un juego acabara en algo más importante? 
-          Dejar salir los sueños es bueno, pero hay que saber hasta donde es posible ese sueño. 
-          A mí me gusta creer que los sueños se hacen realidad si uno lucha por ellos - Ian dio otro paso hacia Gorka - ¿Qué sueños tienes tú, Gorka? ¿Cuál es ese sueño que te tiene preocupado?

Ian lo tenía arrinconado contra las cajas del equipamiento, no podía irse sin que se notara que aquella situación le ponía nervioso. Desde que descubrió que Ian lo miraba mientras cantaba Despertar, sabía que su mirada lo había delatado, y no quería estropear su amistad en el momento que su amigo se iba. A pesar de que Ian rondaba el metro noventa Gorka seguía mirándolo a los ojos, unos ojos decididos a descubrir su secreto. 

-          Creo que los demás nos esperan, llevemos esto – Gorka hizo amago de coger las cajas que tenía a su espalda pero Ian lo sujetó de la muñeca. 
-          ¿Para quién es Despertar? Necesito saberlo. 
-          Ian, nos esperan. 
-          No, dímelo – Gorka abrió la boca, dispuesto a decirle cualquier estupidez para que lo dejara tranquilo y pudiera respirar -. Gorka...

Ian bajó su mirada hasta su boca, observando cómo se abría y cerraba sin omitir una palabra. Nunca había visto a Gorka así. Dejándose llevar fue acercando lentamente su rostro al de él, mirando cualquier gesto o intención de que Gorka no quisiera aquello, que huyera de él o lo apartase. No lo hizo, los dos estaban envueltos en la bruma del desconcierto y el no saber qué ocurrirá, pero necesitando aquello. Sus alientos se mezclaron, sus labios se rozaron por primera vez. 

-          ¡Chicos...! – Carlos se detuvo al verlos. Gorka estaba atrapado por el cuerpo de Ian y las cajas, e Ian sujetaba una de sus manos. Al escucharle los dos se alejaron rápidamente –. Esto... lo siento. 
-          No... no pasa nada – dijo Gorka saliendo de allí con unas de las cajas

Ian se quedó donde estaba, mirando al suelo por lo que acababa de ocurrir. 

-          Veo que ha habido cambios – le dijo Carlos. 
-          La verdad es que no lo sé. 
-          Yo no puedo ayudaros – Carlos agarró otra de las cajas -. Solo te diré que Gorka se merece algo bueno y que si no estás seguro de que dejarás salir lo que sientes... prefiero que no hagas nada – empezó a alejarse hasta que Ian lo detuvo al preguntarle. 
-          ¿Desde cuándo lo sabes? 
-          Hay un dicho que dice: el amor es ciego, pero los vecinos no. Hay pequeños gestos o comentarios que dejan ver la verdad de las personas. Yo solo me limito a observar. 
-          Supongo que eso es cierto. 
-          Por supuesto. Además, parece que soy minoría. 
-          ¿Y eso? – le preguntó Ian extrañado. 
-          Soy al único que le entusiasma que tengamos seguidoras en vez de seguidores
-          Sergio y Rubén... – Ian estaba sorprendido, eran compañeros suyos desde la infancia y no había visto nada. 
-          Otros dos que prefieren seguir jugando al escondite. Con lo bonito que es vivir mirando bien alto y no observando las piedras del suelo. Y ahora venga o perderás un avión.

El viaje al aeropuerto fue como cualquier otro donde en vez de ir al aeropuerto para que él se fuera, regresaran a casa. Ian iba con Gorka en el coche hablando de cualquier cosa salvo del momento que vivieron hacía unos minutos. Esta vez Ian luchó por no dormirse, no quería morir de un infarto por culpa de alguna broma de última hora por parte de Gorka. Ya en el aeropuerto de Galicia los cuatro amigos se despidieron de Ian entre abrazos e insultos, una huella de identidad de los hombres para decirse lo mucho que se apreciaban y que los echarían de menos. Ian abrazó a sus amigos, despidiéndose así de uno en uno, diciéndoles que no se desprenderían de él tan fácilmente, que les visitaría muy a menudo y que ellos estaban invitados allí cuando quisieran. Al llegar a Gorka lo abrazó y le susurró unas palabras al oído.

Se alejó de ellos sonriendo y despidiéndose con la mano, prometiéndoles que regresaría pronto y con nuevas ideas para el grupo. Los demás esperaron a que el avión despegara y se perdiera por el horizonte para regresar a las furgonetas y tomar rumbo a casa. 

-          ¿Qué te dijo? 
-          Joder macho, no se te escapa una. ¿Por qué no te metes a poli? – dijo Gorka a Carlos. 
-          No es mala idea, los uniformes vuelven locas a las mujeres. 
-          Jaja. Que me escribiría y que cuando regresara le prestara unas horas de mi tiempo. 
-          ¿Ves como no debías dejar que tu miedo te asustara? 
-          Eso no quiere decir nada Carlos, es mi amigo. Quedará conmigo al igual que con vosotros. 
-          Yo esperaría a la carta para decir eso – Carlos se encogió de hombros -. Vamos tortolitos, que se nos hace tarde para ir a casa. 
-          Te hemos dicho que no nos digas así – comentó Sergio, pero se encaminaron a la salida como Carlos les dijo. 
-          ¿A qué fin les dices eso? – preguntó Gorka. 
-          Observa – Gorka les miró, por primera vez les miró bien. 
-          ¡¿En serio?! – estaba sorprendido. 
-          Creo que hoy iré contigo en la furgoneta. 
-          Es buena idea.

Los dos amigos se rieron y juntos siguieron a Rubén y Sergio hacia la salida, dispuestos a regresar a casa y retomar sus vidas...