La ruta 66 ~ Nishta
Estaba en mitad de la nada, literalmente, y Mark comenzó a creer que un
hombre pudiera llegar a deshidratarse con solo estar expuesto al sol. No
recordaba haber pasado tanto calor en su vida, y la costa de
California, donde había estudiado durante los años que duró su carrera,
no era especialmente fría. Se encontraba entre las ciudades de Santa Fe
en Nuevo Mexico, donde le habían dejado un matrimonio con su hija
adolescente, y Amarillo, Texas.
Mark buscaba cualquier sitio para
poder cobijarse, se había quitado la camisa buscando el poco aire que
circulaba por allí, para intentar aliviar el calor que sentía. Sus ojos
no divisaban ni un lugar donde hiciera la suficiente sombra para
cubrirlo a él.
- Por Dios santo… ¡¡pero es que nadie va a pasar por
aquí!! – gritó Mark -. Claro que no va a pasar nadie, son más listos que
tú – se recriminó.
Continuó andando por la solitaria carretera,
fijándose en las ondas de calor que desprendía la carretera y que
difuminaban el horizonte. Mark intentaba buscar cualquier
entretenimiento que le ayudara a combatir el calor, necesitaba
distraerse para sobrevivir.
Su mente regresó a la costa oeste, al mar
azul en el que tantas veces se había zambullido, disfrutando del agua
salada y fresca del mar, hasta que distinguió el sonido de un motor a lo
lejos. Sus ojos volaron en una y otra dirección de la carretera,
buscando el vehículo que podría sacarlo de allí. Vio el Mustang color
negro que se acercaba a gran velocidad, sin pensárselo dos veces se
cruzó en la carretera para hacerlo parar de la manera que fuese.
-
¡Eh! ¡eeeeeeeeeeeeey! – gritaba, saltando y haciendo aspavientos con
brazos y piernas - ¡por favor para! – el Mustang seguía acercándose,
pero sin mostrar signos de reducir su velocidad -. Pero que coñ…
¡Mierda! - Mark se lanzó a un lado poco antes de que el Mustang lo
envistiera.
A buena hora tuvo que hacer el tonto con las gafas
de sol, pensó Andrew, sin saber cómo se le habían caído al suelo.
Necesitaba las gafas porque con aquel sol no era capaz de mirar a la
carretera, la desventaja de tener unos ojos claros.
- Fijo que si supieran que con sol es imposible ver, nadie envidiaría mis ojos ¿Dónde narices estáis?
Con
una mano en el volante y la otra buscando por todo el suelo, la
carretera quedaba medio oculta a sus ojos al estar inclinado hacia un
lado. Por eso cuando vio una pequeña sombra delante de sus ojos se
olvidó de las gafas y dio un volantazo.
El coche paró en seco al
salirse de la parte alquitranada y acabar entre los pequeños matojos que
cubrían los lados. La cabeza de Andrew impactó contra el volante
dándose un fuerte golpe en la cara. Se quedó quieto un momento, hasta
que sus pulsaciones se normalizaron. Escuchó unos gemidos y salió del
coche, tapando sus ojos del sol con una de sus manos vio a un joven al
otro lado de la carretera tirado en el suelo. Corrió a su lado para
comprobar cómo estaba.
- ¿Estás bien? – le preguntó arrodillándose a su lado.
- ¿Querías matarme o qué? – le preguntó Mark mientras se sentaba.
- No te he visto, estaba buscando las gafas y solo vi una sombra.
- Pues por poco me estampo como un mosquito en tu parabrisas.
- Lo lamento de verdad…además, ¿Qué pretendías hacer ahí en mitad?
- Intentar pararte. No lo pensé, solo escuché tu coche y me lancé sin pensar, será el calor que ya me ha afectado.
- Pues me has dado un susto de muerte.
Andrew
le sonrió, los nervios iniciales al verle tirado en el suelo se habían
pasado. Observó al chico y descubrió que se había magullado el brazo
izquierdo y parte de la espalda.
- Hay que limpiar esas heridas – Andrew cogió el brazo de Mark.
- ¿Qué…?
Mark
sintió que le quemaba la caricia de Andrew y eso era mala señal.
Conocía a su cuerpo, y cuando reaccionaba así, significaba que esa
persona despertaba sus instintos más primitivos.
- Que tienes todo esto hecho un desastre.
- Pues deberías mirarte tu cara – se miró el brazo -. Creo que estás tú peor - Andrew se tocó el rostro y siseó del dolor.
- Vaya… será mejor que nos movamos de aquí.
- Al final conseguí lo que quería.
- ¿El qué?
- Tengo coche para viajar.
Riéndose por esa broma se levantaron juntos del suelo y recogieron las cosas desperdigadas de Mark.
- Por cierto, me llamo Andrew.
- Yo Mark.
- Encantado, aunque la forma de conocernos no haya sido muy acertada.
-
Pero nunca se nos olvidará jaja - subieron al coche y Mark suspiró por
el frescor que notó en el interior del vehículo - . Al fin puedo
respirar – Mark se puso la camiseta para no manchar el asiento con la
sangre que manchaba su espalda.
- No es buena idea pasear a estas
horas por estas carreteras – Andrew se miraba en el espejo retrovisor el
estado de su cara -. Sí que me di fuerte contra el volante.
- Lo sé,
no pensé que tardaría tanto en encontrar a alguien que pasara por aquí.
Además, quién iba a pensar que a las seis de la tarde haría todavía
este calor. Y lo del volante se llama Karma, por estar a punto de
atropellarme.
- Ja ja… bueno ¿Y qué hace un joven como tú en un lugar como este? – Andrew puso en marcha el coche y retomó la marcha.
- Regresar a casa.
- ¿A casa?
-
Sí, he estado estudiando en California Biología Marina y ahora que he
acabado quería regresar a casa haciendo esta pequeña aventura.
- ¿Regresar por la ruta 66? – preguntó Andrew.
- Exacto, y haciendo autostop.
- Jajaja ¿Has tenido muchas historias para no dormir?
- Creo que tú te llevas la palma en eso.
- Siempre me gusta ser el mejor.
- ¿Y a ti? ¿Qué te lleva a recorrer la ruta?
-
Pues negocios. Trabajo para una compañía de restaurantes y queremos
abrir nuevos locales con el estilo de los clásicos bares de carretera.
Un lugar donde puedes parar a tomar un buen café junto con su tarta de
manzana.
- Oh dios, dime donde abrís para hacerme cliente habitual.
Eso es lo mejor de esta ruta, solo llevo tres días y creo que he
engordado y todo – dijo Mark dándose golpes en el estómago.
- No creo que ahí haya mucha grasa.
-
Puro músculo ¿Quieres tocar? – le preguntó Mark levantándose la camisa,
mostrando su estómago bien definido. Los ojos de Andrew se alejaron de
la carretera para mirarlo y recordar la suavidad que sintió al tocarle
minutos antes el brazo -. Perdona – se bajó la camisa -, suelo hacer
cosas sin pensar.
- Tranquilo, solo me has pillado desprevenido. Entonces te gusta la idea del restaurante, ¿no?
- Oh sí…
Mark
continuó escuchando a Andrew mientras su mente pensaba lo que acababa
de hacer. Cuando algo le gustaba solía ir a por ello sin pensárselo dos
veces, pero sabía que debía comportarse con Andrew. No lo conocía de
nada e iban a pasar unas cuantas horas compartiendo coche, no era buena
idea generar un ambiente tenso. Andrew era muy atractivo, aunque no era
su tipo. Mark siempre tenía parejas parecidas a él, musculoso, moreno y
sobre todo de su edad o menores que él. Andrew se le notaba que era un
ejecutivo a pesar de ir vestido con unos vaqueros descoloridos y una
camisa. Su pelo era rubio y sus ojos azules muy claros, y estaba claro
que había pasado los veinticinco, su edad, hacía ya un tiempo. Por eso
no entendía por qué su cuerpo reaccionaba a él.
- Lo que sí tiene claro mi compañía es que la distancia entre uno y otro de nuestros restaurantes no será tanta.
- No, por favor.
- Es muy desalentadora esta zona. Creo que nos queda aún una hora hasta llegar a la siguiente parada. Si quieres descansa.
-
No me vendría mal, pero antes… - Mark sacó un pañuelo de su mochila y
lo humedeció con el poco agua que le quedaba – déjame limpiarte la
sangre que tienes en la cara, me está poniendo nervioso - Mark lo cogió
de la barbilla para sujetarlo y poder limpiarlo bien -. Sí que te has
dado un buen golpe - Andrew le miró, estaba bastante cerca de él.
- No hace falta que te molestes.
-
No es una molestia, es solo que la sangre no me gusta mucho, y si tengo
que estar a tu lado durante otra hora más, necesito no verla en tu
rostro – con un último pase del pañuelo dio por terminada la labor -.
Listo, ahora solo queda dar el último toque.
Mark le besó con
suavidad en la mejilla magullada, Andrew lo miró con los ojos bien
abiertos, sorprendido por el gesto y con el corazón algo alterado.
- Deberías mirar al frente, no querrás recoger a la próxima persona que atropelles ¿no?
- ¿Qué?, no, no quiero atropellar a nadie – dijo Andrew volviendo a mirar al frente.
- Ahora sí puedo cerrar un poco los ojos, necesito recuperar fuerzas.
El
viaje continuó con Andrew atento a la carretera y Mark soltando
pequeños ronquidos mientras dormía en el asiento del copiloto. Andrew se
sentía algo raro en presencia de Mark, le gustaba aquel chico, pero le
confundía. La verdad es que el rato que habían estado hablando le
parecía un chico bastante simpático. Al uno de los lados de la carretera
vio la sombra de una de las estaciones de servicio, típicas de la ruta
66.
- Mark ve despertando que llegamos a la siguiente parada.
- ¿Tan pronto? – dijo desperezándose.
- Llevamos una hora, como predije, de camino.
- ¡Tanto! Vaya, sí que he dormido.
- Y roncado.
- ¡Yo no roncó! – dijo Mark levantándose en el asiento.
- Jajajaja… pues se ha debido de colar algún oso en el coche sin darme cuenta.
- Idiota – murmuró.
Entraron en la zona del motel para registrarse, la noche se cernía sobre ellos a pasos agigantados.
-
Oye Andrew, tengo una idea – le dijo sacando sus cosas del maletero -.
¿Tienes algún problema en que compartamos habitación? Me queda muy poco
dinero y esta noche no tengo cuerpo para ganarme una habitación…
- Vale, cogeremos una de dos camas, me compraré unos tapones para poder dormir – Mark lo miró entrecerrando los ojos.
- Ve tú a alquilar la habitación y yo voy a por algo para cenar. Deja algo en la puerta para saber dónde nos quedamos.
- Hecho. Nos vemos en un rato.
Mark
salía del baño cuando Andrew entró en la habitación, llevaba dos bolsas
en las manos que para el estómago vació de Mark, eran el paraíso.
- Dime que en una de esas bolsas hay tarta de manzana.
- Por supuesto, hay que acabar bien la noche - Andrew le tendió una de las bolsas -. Pero antes de cenar me toca a mí la ducha.
- Toda tuya - Se hizo a un lado para dejarlo pasar –. Yo voy a por hielo para nuestras magulladuras.
Entró
en la habitación con un vaso de plástico lleno de hielo y llamó a la
puerta del baño. Al no escuchar nada la entreabrió y volvió a llamar a
Andrew. Miró al espejo y el reflejo lo dejó paralizado. Se veía el
cuerpo de Andrew desnudo, dentro de la ducha, con el agua recorriendo su
cuerpo esbelto.
Mark tragó saliva, Andrew estaba tocándose, se
estaba masturbando con efusividad. Tenía los ojos cerrados y se mordía
el labio inferior. Se le veía excitado, su piel estaba sonrojada del
deseo y el agua caliente de la ducha. Mark entró cegado por la lujuria.
Andrew
abrió los ojos al escuchar ruido y se encontró con Mark, quien tenía la
mirada fija en su cuerpo desnudo. Paró de masturbarse, ya era bastante
extraño estar tocándose con la fantasía de que fuera Mark quien recorría
su cuerpo en vez de sus manos.
- Te he traído hielo para la cara.
- Gra… gracias – Andrew bajó la mirada a la entrepierna de Mark. Estaba duro, al igual que él.
Dejó
la bolsa de hielo en el lavabo, abriéndola y sacando uno de los hielos.
Se volvió hacia Andrew sin dudarlo, sabía que se la jugaba con esa
acción, pero ahora la razón no mandaba, y los condones que acaba de
comprar le quemaban en el bolsillo.
- Déjame que te alivie – dijo acercándose a Andrew.
Sin
saber qué hacer o qué decir, Andrew se quedó quieto, esperando que Mark
acercara el hielo a su rostro para pasarlo por sus magulladuras. Lo que
no esperaba es que Mark se introdujera el hielo en la boca, se quitara
la camiseta y se arrodillara delante de él. Sin dejarle tiempo de
reacción, se introdujo su miembro en la boca y Andrew solo pudo jadear
por el contraste de la suavidad del interior de su boca y el frío del
hielo.
Entrelazó sus manos en el oscuro pelo de Mark. Sus caderas
empujaron contra la boca de Mark sin pensar en nada más que en recibir
placer, necesitaba aquello, se sentía mejor que lo que su mente había
generado hacía unos segundos.
La lengua de Mark jugueteaba con el
miembro de Andrew, deslizándola por el terciopelo duro de su extensión,
entreteniéndose en el sensible glande, mordisqueándolo.
- Oh dios santo – Andrew jadeaba por el placer que esa boca le estaba dando.
Mark
succionó con fuerza una última vez antes de sacarse el miembro de
Andrew de la boca, incorporarse y quitarse los pantalones, cogiendo un
condón de su bolsillo, para entrar con él en la ducha y poder tocarlo
por entero. Tiró el hielo dentro de la bañera y asaltó la boca de Andrew
sin compasión. Andrew buscó su miembro, acariciándolo de arriba abajo,
sujetándole los testículos con una mano, masajeándolos hasta que las
caderas de Mark buscaron más caricias por su parte. El agua les mojaba
haciendo sus cuerpos más resbaladizos y receptivos.
Sus labios se separaron, los dos jadeaban por la tensión que sus cuerpos tenían en aquel momento. Sus miradas se encontraron.
-
Nunca pensé que esto me pasaría, al verlo en las películas o leerlo en
alguna novela subida de tono, siempre pensé que los que pensaban eso
tenían una imaginación demasiado vívida.
- Nunca digas nunca jamás –
Mark sonrió antes de besarlo y girarse hasta quedar de espaldas a él -.
Ahora tienes la oportunidad de ser el protagonista – dijo al darle el
condón y apoyar las manos en los azulejos de la ducha, exponiéndole su
entrada.
Andrew pegó su cuerpo al de Mark, alojando su dura erección
entre las nalgas de Mark, restregando su longitud en ella, imitando los
movimientos de lentas embestidas. Rasgo con los dientes el envoltorio de
plástico que protegía el condón colocándoselo sin perder el ritmo de la
seducción. Sus manos acariciaron la espalda de Mark, una de ellas le
sujetó por uno de sus hombros y con la otra dirigió su miembro a la
entrada del ano de Mark, introduciendo su miembro poco a poco. Los dos
jadeaban por la intrusión, el cuerpo de Mark al sentir la invasión y
adaptarse poco a poco a su tamaño, y el cuerpo de Andrew al sentir la
estrechez de Mark y luchar por no entrar de golpe en él.
- Hacía mucho que no sentía esto… - suspiró Mark.
Mark jadeo por la sensación del dolor y el placer unísono que siempre venía con las primeras embestidas.
- Ya estoy dentro – Andrew llegó hasta el final, sus cuerpos entraron en contacto de la forma más íntima -. Se siente tan bien…
- Fóllame, deja de hablar…
Ante
esa petición, Andrew sujetó con fuerza las caderas de Mark y embistió
como si la vida le fuera en ello. Se escuchaba el agua caer, sus cuerpos
chocando con fuerza en cada embestida profunda y fuerte, y sus jadeos
acompasados. Una vez encontrado el ritmo y sintiendo que su cuerpo iba a
explotar de un momento a otro, Andrew bajó una de sus manos por el
cuerpo de Mark hasta sujetar su miembro para masturbarlo y que llegara
al orgasmo con él.
- Más… más… oh sí – Mark movía sus caderas, incrementando el placer tanto para él como para Andrew.
- No voy a durar mucho más.
- Sigue…
-
¡Aguanta! – embistió por última vez -. Mark… – Andrew gruño la palabra,
al conseguir el orgasmo más salvaje que había tenido en mucho tiempo.
Se
inclinó sobre el cuerpo de Mark al llegar al orgasmo con una fuerte y
profunda embestida que lo dejó sin respiración. Besó el hombro de Mark y
buscó su boca, besándolo, saliendo de su interior. Girándolo para
tenerlo de cara, esta vez fue él quien se arrodilló frente a Mark y se
metió su miembro en la boca. Andrew se lo introdujo por entero y Mark
enloqueció.
- No puedo parar…
Sujetó los húmedos cabellos de
Andrew y lo embistió, entrando y saliendo de su boca con rapidez,
buscando su liberación por encima de todo. Andrew le agarró de las
nalgas, apretándole a la vez que lo dejaba entrar en su boca, dejando
que irrumpiera en ella hasta que se corriera.
- Dios… ¡Andrew!
Mark
se corrió en la boca de Andrew, que absorbió cada gota de su esencia,
succionando hasta que Mark dejó de temblar por el orgasmo. Los dos
jadeaban, Mark se dejó caer al lado de Andrew, sonriéndole, saciado.
- Como te dije antes. Hasta el día de hoy eres la mejor aventura de mi viaje – comentó Mark.
- Ya te comenté que me gusta ser el mejor y todavía la noche no ha acabado.
Andrew
salió de la bañera, desnudo, goteando agua por todo su cuerpo y
sonriéndole por encima del hombro, en una clara invitación que Mark no
quería dejar pasar…