Aquí os dejo un regalito rápido y a contrarreloj para una señorita que se lo merece....
FELIZ CUMPLE LEHANAN!!!!! Espero que te guste <3
Los personajes son los protas de Dual Gun uno de sus proyectos Joe y Lena ^^ --> Dual Gun
El relato está basado en esta imagen.
~~PURO ~~
Sabía que no
debería estar persiguiéndola, que tendría que estar a refugio y no en las
sombras bajo la fuerte lluvia que caía sobre la ciudad. Pero la curiosidad le
había llevado a estar allí, observando en la lejanía el suave balanceo de sus
caderas.
Joe se
mantenía oculto entre las sombras, lejos del alcance de la visión de Lena y de
quien fuese con quien se iba a reunir. No tendría que importarle lo que aquella
mujer hiciera en su vida, cada uno tenía su destino y los breves encuentros que
tenían eran tensos y siempre acababan peleándose o… «no necesitas pensar en eso
ahora». Respiró hondo, tratando de calmar su cuerpo y concentrarse en la tarea
que estaba llevando a cabo.
Había
regresado a la ciudad después de varios días fuera en una de las tantas incursiones
que tenía que hacer cada cierto tiempo, y lo primero que vio al llegar a la
calle donde quedaba el burdel donde Lena trabajaba, fue a la susodicha salir
por una de las puertas laterales. Cualquiera que la hubiese visto no podría
reconocerla bajo la enorme sombrilla que llevaba y que le servía para huir de
la lluvia, pero él conocía demasiado bien ese decadente movimiento de caderas
que invitaba a que un hombre dejase volar a su imaginación. Sin pensar en nada
más ató a su caballo en uno de los postes y decidió seguirla, la curiosidad fue
más fuerte que el calor del fuego acompañado de un vaso de whisky.
Se pegó a la
pared del edificio que tenía a la espalda, ocultándose todavía más entre las
sombras, al ver cómo Lena se detenía al final del callejón, esperando. Joe
observó los alrededores en busca de cualquier movimiento, de algo que le
indicase con quién se iba a reunir a aquellas horas de la noche. Al otro lado
de la calle observó una sombra menuda que cruzó después de mirar a ambos lados
de la misma y pararse al lado de Lena, pero manteniendo las distancias. Se fijó
en cada uno de los movimientos de las dos personas, captando todos los detalles
y reteniéndolos para investigar más adelante.
Lena sacó un
pequeño saco de los pliegues de su falda y se lo tendió a la pequeña sombra
mientras le hablaba. No era capaz de escuchar lo que ella estaba diciendo por
culpa del sonido que las gotas de agua hacían al chocar contra la madera de los
edificios, pero, por los gestos, comprendió que ese intercambio no era casual,
ya había sucedido más veces en el pasado. Se alejó deprisa de allí al ver cómo
las dos sombras se alejaban, y Lena regresaba sobre sus pasos, de vuelta al
burdel.
Entró por la
puerta lateral por la que había salido, dejando que el agua cayera desde la
sombrilla al suelo, marcando su camino con las gotas que iban formándose en la
gastada madera a su paso. No se molestó en mirar si alguien la descubría llegar
a esas horas, mojada y claramente con prisas por llegar cuanto antes a su
cuarto. Lena no pensaba dar explicaciones a nadie, trabaja en aquel burdel
porque no le quedaba otra, pero nadie era dueño absoluto de ella. Podrían
controlar su cuerpo, pero no su vida. Cerró la puerta de su alcoba apoyándose
en ella, cerrando los ojos y suspirando.
En ese momento
no quería encontrarse con nadie, ni siquiera con las compañeras con las que
había conseguido entablar una amistad y que trabajan allí con ella. Cada vez
que regresaba de esos encuentros necesitaba tiempo para calmarse. A pesar de
saberse a salvo, no podía evitar que su cuerpo temblara cuando cruzaba esa
puerta y todo acababa. Toda la tensión que acumulaba cada noche que salía
desaparecía en la soledad de su alcoba, dejándola débil y sin defensas ante el
cruel mundo.
Se separó de
la puerta dejando la sombrilla caer al lado de esta. Fue despojándose de la
ropa mojada, a pesar de intentar protegerse con la pequeña sombrilla su ropa
había quedado empapada, sobre todo el bajo de su abultado vestido. Soltó las
cintas que lo sujetaban entre sus pechos, deslizando la suave tela por cada uno
de los ojales hasta que quedó laxa alrededor de sus caderas, que, con un
estudiado movimiento, movió para deslizar el resto de la tela por su cuerpo,
dejándola con el corsé, la ropa interior y las ligas como única protección en
su cuerpo. Estaba orgullosa del cuerpo de mujer que había conseguido, era
vanidosa, todo el mundo lo sabía y ella no trataba de ocultarlo. Conocía
demasiado bien las debilidades de los hombres y sabía que su cuerpo era su
mejor arma, aunque nunca salía del burdel sin el puñal que años atrás le
regalaron y llevaba atado en su muslo derecho.
Como antes
había hecho con las cintas del corpiño del vestido, ahora comenzó a desatar las
cintas del corsé antes de quitarse las mangas de rejilla que adornaban sus
antebrazos. Con cada cinta que aflojaba volvía a respirar mejor, esas prendas
le encantaban, hacían que su cuerpo pasara de bonito a irresistible, pero
admitía que eran una trampa para cualquier mujer. También era una ventaja tener
la ropa de una mujer soltera, todo se ataba y desataba por delante, sin
necesidad de que otra persona la ayudase en esa labor.
Sentía el
corsé suelto en torno a su torso, le quedaban apenas dos cintas para desatarlo
por completo y dejar al descubierto sus pechos cuando un ruido a su espalda la
detuvo. Rápida como el viento, llevó su mano al cuchillo que guardaba en el
muslo y lo agarró con fuerza antes de que la persona que estaba en su alcoba se
la echase encima y la sujetase en un fuerte abrazo. Sintió la humedad de la
camisa del hombre que la mantenía presa y su olor la envolvió, sin embargo,
saber quién era no le impidió acercar el cuchillo a la garganta del hombre.
—Tienes suerte
de que no quiera manchar mi ropa de sangre, Joe.
—No te
preocupes, tampoco era mi intención que lo hicieras —su voz sonaba ronca y Lena
cerró los ojos, su voz siempre lograba perturbarla, y escucharla al lado de su
oído no ayudaba.
—¿Qué haces
aquí? —dijo secamente, ocultando su nerviosismo —¿Sabes que es de mala
educación no llamar a la puerta?
—Estaba dentro
antes de que tú entraras.
Lena contuvo
el aliento, «así que me ha visto, ha visto todo lo que he hecho», ese
pensamiento le cruzó la mente revolviendo su interior. No le gustaba que
hubiese visto su momento de debilidad, aunque saber que la había mirado, que
había estado bajo el escrutinio de esa intensa mirada, hizo que su cuerpo
cobrara vida.
—No te tenía
por un voyeur, querido.
—Ya sabes que
a mí me gusta la acción.
Acompañó esas
palabras con un movimiento de sus caderas, apresándola más contra su cuerpo,
para que Lena notase su turgente erección. Retuvo el jadeo que escapaba de su
boca justo a tiempo. Joe estaba duro, muy duro, y solo por ver cómo se
desnudaba. Sus encuentros no solían ser así, ella nunca le permitía tomarse
tantas libertades, le mantenía donde ella podía controlar todo lo que pasaba
entre ellos, perder el control no le gustaba.
—¿No vas a
bajar el cuchillo? —su voz sonó aún más cerca de su oído derecho.
—¿Por qué
debería de hacerlo? —la mano izquierda de Joe subió por su costado, acariciando
levemente la piel que quedaba al descubierto de su pecho entre las cintas del
corsé, siguiendo su ascenso, recorriendo la suave piel, para detenerse en su
cuello.
Lena giró el
rostro para enfrentar su mirada, buscando sus ojos y descubrir qué había
ocurrido para que Joe se comportara de esa forma. Su miraba la asustó, nunca
había visto tanta determinación en sus ojos, tenía el ceño contraído y no le
quitaba el ojo de encima. Se pasó la lengua por los labios en un gesto
nervioso, Joe era uno de los pocos hombres que conseguían alterarla, que hacían
que su mundo tambalease.
—¿Qué haces
aquí? —le preguntó sin apartar la mirada —¿No has podido esperar? ¿Tantas ganas
tienes de foll…?
—¿A dónde
fuiste antes? —su voz sonó dura, sin dejar la oportunidad de esquivar esa
pregunta.
Lena le miró y
no pudo evitar que su corazón se acelerase, «me ha seguido, sabe lo que he
hecho». Luchó por soltarse de su agarre, moviéndose entre sus brazos, pero lo
único que consiguió fue que las manos de Joe se apretaran más contra su cuerpo,
incluso su mano derecha buscó decidida su entrepierna. Soltó un jadeo al sentir
sus cálidos dedos buscar su feminidad entre la poca ropa que la cubría.
—Contéstame
Lena —otra vez esa voz fuerte, segura y que no dejaba margen a negarse.
Apretó más el
cuchillo contra la piel de su cuello, buscando asustarle y que la soltara,
ambos sabían que era capaz de utilizarlo sin ningún miedo, sin vacilar. Joe
siseó al sentir la afilada hoja en su garganta y notar el escozor del pequeño
corte que seguramente le había hecho. A pesar de ello, continuó con el
movimiento de su mano derecha, hallando por fin el sexo de Lena. Deslizó dos
dedos por sus pliegues sin apartar la mirada de los intensos ojos verdes,
observando cómo sus pupilas se dilataban.
—Suéltame, me
estás mojando —siseó agarrándole la mano que le envolvía el cuello.
—No, tú serás
quien me moje a mí —gruñó momentos antes de introducir sus dedos en el interior
de Lena, descubriendo para su asombro lo mojada que estaba, delatando el deseo
que sentía — ¿De verdad quieres que te suelte? —sus bocas se encontraban a
escasos centímetros.
—Maldito
bastardo —dejó caer el cuchillo, rindiéndose a lo que Joe le estaba provocando
«solo hoy, solo esta vez», pero luchó por liberarse.
Empujó el
cuerpo de Joe, con sus manos intentó alejarlo de ella, pero sin resultado. La
mano que Joe mantenía sobre su sexo seguía dentro de ella, acariciándola sin
darle un respiro. La torturo, a cada movimiento que ella hacía para salir de su
abrazo Joe impartía más velocidad a sus dedos, jugando con su interior y el
clítoris de Lena, que empezaba a inflamarse por el deseo. Finalmente se detuvo,
las caricias que él le estaba prodigando habían su nublado, que ahora solo
quería acabar con el fuerte anhelo que palpitaba entre sus piernas.
Joe sonrió al
saberse ganador de esa lucha. Con su mano izquierda giró el rostro de Lena
completamente hacia él y la besó sin reservas. Sus lenguas se encontraron en
una lucha tan feroz que ambos perdieron el control con demasiada facilidad.
Lena sabía que estaba a su total disponibilidad, Joe la sujetaba y ella solo
era capaz de dejar que él continuara con sus atenciones. A la vez que la
besaba, su otra mano la atormentaba en su parte más sensible, entrando y
saliendo de ella, esparciendo sus fluidos y acariciándole el clítoris,
despertando todavía más su deseo.
Rompieron el
beso para recuperar el aliento, jadeantes. Joe la giró entre sus brazos,
alejando la mano de su sexo, arrancando una protesta de Lena por el vacío que
sintió al verse alejada de ella. Sin perder tiempo, las manos masculinas
acabaron de quitarle el corsé, dejando al descubierto los hinchados pechos, que
proclamaban su atención.
—¿Dónde
fuiste? —Joe le preguntó a la vez que pellizcaba con dos dedos la inhiesta cima
de uno de los pezones de Lena.
—¡Joe! —Lena
solo pudo agarrarse a los anchos hombros de Joe ante ese inesperado acto
— Por favor…
—jadeó.
—Contéstame.
—No te importa
—había recuperado un poco el control por el inesperado dolor y el placer que lo
siguió, antes de poder contestarle.
—Sí, sí me
importa —dijo soltando de golpe el pezón que mantenía entre sus dedos.
El grito que
Lena exhaló demostró lo excitada que se sentía a pesar de haber sentido el
dolor punzante por ese gesto. Tenía que alejarse de él, ahora no la sujetaba,
podía huir, sin embargo, su cuerpo no se movió, continuó sujetando sus hombros.
Su mirada continuaba clavada en la de Joe, desafiándolo, no iba a decirle dónde
había estado ni con quién, él lo sabía, lo veía en sus ojos. Ninguno se movió,
solamente se miraban, atrapados por el momento, uno intentando recuperar el
control y la otra luchando consigo misma y su deseo. Lena dejó caer las manos
hacia su pecho, acariciando el fino vello que asomaba por la camisa
desabrochada. Continuó con su movimiento al no ver una señal que le indicara
que él no quería eso, desató los últimos botones, descubriendo por completo su
cuerpo. Recorrió su duro torso, acariciándolo desde la cintura a los hombros,
pasando por los duros pezones. Joe no se movió, mantenía la mandíbula apretada,
mirándola sin parpadear apenas.
La mojada
camisa cayó al suelo junto a su vestido, dejando a Joe desnudo de cintura para arriba.
Si era sincera consigo misma, Joe no le era indiferente, a lo largo de su vida
habían pasado muchos hombres, y alguna mujer, por su cama, pero con él era
diferente. No era amor, ella se negaba a sentir ese sentimiento por alguien,
pero Joe era una constante en su vida. Se asustó y no pudo evitar estremecerse
al escuchar su gutural gruñido antes de que la sujetara con fuerza por el pelo
y poseyera de nuevo su boca, esta vez con una brutalidad que no conocía en él,
como si de verdad necesitase aquello para vivir.
Dejó que él
llevara la batuta por una vez, la faceta que Joe estaba dejando salir esa noche
no la conocía y, desgraciadamente, a ella le estaba gustando demasiado. Pronto
se vio arrastrada hacia la cama con el peso de Joe sobre ella, besándola,
atacando cada rincón de su boca. Se alejó de ella, deslizando la lengua por su
mandíbula, por su cuello, dibujando la fina línea de su clavícula para llegar
al pezón que antes apretó sin piedad. Lena jadeó y arqueó el cuerpo en busca de
la caricia, enredando sus dedos en el húmedo cabello de Joe.
—No —Joe se
alejó de ella sujetándole las dos manos con una de las suyas y las subió por
encima de su cabeza.
—¿Cómo qué no?
—Lena se retorció buscando librarse del agarre.
Joe se quitó
el cinturón y, con un rápido movimiento, amarró las manos de Lena con él, apretándolo
hasta que la hebilla quedó contra su piel, dejándola sin posibilidad de
desatarse y a él con el control total.
—¡Quítame
esto! —le exigió enseñándole las manos.
La única
respuesta de Joe fue sonreír de medio lado a la vez que sujetaba la parte del
cinturón que quedaba suelta y regresaba a atender su tenso pezón. Lena gimió
por las fuertes sensaciones que la lengua de Joe estaba ocasionándole al
torturar su sensible carne. Luchó por liberar sus manos, pero él la mantenía
sujeta, tirando del cinturón con cada movimiento y ocasionando que cada vez
éste se apretara más en sus muñecas. La mezcla de las punzadas en sus muñecas
con las suaves e insistentes caricias en su pecho estaban volviéndola loca.
—Eso es…
—murmuró Joe contra su piel en aprobación.
Lena había
dejado de tirar de la sujeción, jadeando por sentirle sobre ella y sin dejarle
otro remedio que sentir lo que su cuerpo estaba experimentando. Ella no
entendía cómo esa situación estaba consiguiendo que se perdiera en el placer,
se notaba más mojada que nunca antes, si Joe bajase en ese momento su mano a su
entrepierna, descubriría lo excitada que estaba. Se arqueó contra su boca,
buscando su calor otra vez, al hablar se había alejado y lo añoraba.
—Joe… —gimió
mirándolo.
—¿Qué
necesitas? —sopló sobre el húmedo pezón.
—Cualquier
cosa, pero ya —exigió, restregando su cuerpo contra los pantalones de Joe.
Le observó
sonreír de nuevo y Lena se preparó para que su boca regresara a su pezón, sin
embargo, Joe se alejó más de ella y, justo cuando iba a protestar por su
lejanía, él bajó la boca a su sexo. No tuvo compasión por ella, y succionó sin
piedad el duro clítoris. Lena se arqueó,
clavando los talones en el colchón y levantándose de la cama casi por
completo, mientras dejaba escapar un grito y sus manos se crispaban alrededor
del cinturón.
—Tu cuerpo me
dice lo que necesitas —gimió al separarse de ella —.Tu cuerpo llora por mis
caricias —con la mano libre, Joe recogió los fluidos que empapaban su sexo y se
llevó los dedos a la boca, chupándolos para que Lena le observara.
—Dios sí…
Lena se le
estaba ofreciendo por completo y él no iba a desaprovechar esa oportunidad.
Volvió a atacar su hinchado sexo sin piedad, manteniendo sus manos sujetas para
que ella no intentase ninguno de los trucos que utilizaba con él. La atormentó
con la lengua, con sus dedos, entrando y saliendo de ella a la misma velocidad
que su lengua torturaba su apretado punto de placer. Escuchaba los jadeos de
Lena y sentía en sus dedos que estaba a punto de llegar al orgasmo «lo siento
cariño», pensó antes de alejarse de ella, despojándola de su calor.
—¡Nooo! —Lena
gritó al verse tan cerca del orgasmo.
No le habló,
se separó de ella, incorporándose pero sin soltarla y se despojó de los
pantalones, dejando a la vista la fuerte erección que se erguía orgullosa en su
dirección. Se subió a la cama con ella, colocándose entre sus piernas y
subiendo sus manos atadas por encima de su cabeza.
—No voy a
parar, aunque me lo ruegues, seguiré —Lena jadeó al sentir la sedosa cabeza del
duro miembro contra sus pliegues.
Joe le sujetó
las caderas con la mano libre, reteniéndola contra la cama, impidiendo
cualquier movimiento por su parte. Entró en ella de una sola embestida, sin
despegar la mirada de la suya, haciendo chocar su cuerpo directamente contra el
torturado clítoris. Con el primer envite, Lena jadeó, con el segundo, explotó
en un fuerte orgasmo que le cruzó el cuerpo entero, estremeciéndola. Se ciñó
sobre el duro miembro de Joe, que no se detuvo, continuó entrando y saliendo de
ella de esa forma tan bestial, pero que no le generaba dolor, sino el placer más
primitivo. Se estaba volviendo loca, el orgasmo parecía no acabar, incluso
cuando los espasmos cesaron, su cuerpo estaba demasiado sensible para soportar
ese demoledor ritmo.
—Joe… no
puedo… por favor… —Lena odiaba tener que rogar por algo en su vida.
—No, acepta lo
que te doy.
Cerró las
manos en torno al cinturón con fuerza, echando la cabeza hacia atrás, gimiendo
como nunca antes lo había hecho, lastimándose la garganta. Joe la taladraba sin
descanso, sin disminuir ni un ápice sus embestidas y haciendo que el deseo
volviera a crecer en su interior. ÉL sabía cómo moverse, buscar cada rincón de
su cuerpo y, sobre todo, acariciar con la base de su pene el sensibilizado
clítoris. Lena no creía ser capaz de soportar otro orgasmo, el primero por poco
la parte en dos y temía lo que un segundo orgasmo haría en su cuerpo.
Los jadeos de
ambos se mezclaban, sus cuerpos sudorosos se unían en la locura del deseo y Joe
no podía apartar la mirada del rostro y del sonrojado cuerpo de Lena. Estaba
maravillado con ella, en lo que su cuerpo le estaba entregando sin reservas.
Sentía la tensión en sus testículos, lo que le indicaba que pronto su propio
orgasmo llegaría, embistió en ella a la vez que con la mano que sujetaba la
cadera de Lena se movía entre ellos para acariciar el centro de su placer.
—¡Oh Dios!
El cuerpo de
Lena se tensó en torno a él, apresándolo aún más en su resbaladizo túnel. Se
pegó a ella para besarla, capturando su boca en un beso tan exigente como lo
estaba siendo su cuerpo. El grito de Lena al llegar a la cima del clímax quedó
sofocado en su boca, mezclado con su propio gruñido de satisfacción al vaciarse
dentro de la mujer. Continuó embistiendo contra ella hasta que su cuerpo no fue
capaz de soportarlo más y se dejó caer a su lado en la cama. Le soltó las
muñecas, lanzando el cinturón al suelo junto al resto de la ropa y le acarició
las muñecas para calmarle cualquier dolor.
Sus miradas
volvieron a encontrarse, saciados sus cuerpos, ahora eran los sentimientos
quienes hablaban, pero ninguno de los dos quería ver más allá del acto
desgarrador que acababan de compartir, por una vez, no escarbarían en sus vidas
personales. Joe observó cómo los ojos de Lena bajaban hasta su cuello, donde
seguramente tendría el corte que antes le ocasionó con el cuchillo y le
acariciaba con sus delicados dedos.
—No deberías
andar sola por los callejones de noche —le recordó.
—Es mi vida,
Joe. Se cuidar de mí misma.
Lena se dio la
vuelta, separándose de él, rodando por la cama para levantarse y alejarse de
ese momento. Joe alargó la mano y la sujetó por el brazo antes de que pudiera
huir, y volvió a tumbarla a su lado, de espaldas, pegándola completamente a su
pecho. Enterró la cara en el cuello de Lena, inspirando su aroma y acariciando
su pierna en unos movimientos lentos que buscaban que se relajara entre sus
brazos.
«Una noche, un
momento. Un sentimiento tan puro como el deseo no va a destrozarte…» pensó entre
los brazos del hombre que alteraba todo su cuerpo, dejándose arrastrar por la
tranquilidad que le estaba transmitiendo.
Se despertó
sola en su alcoba por los fuertes golpes que alguien estaba dando en su puerta.
De un rápido movimiento se incorporó en la cama mirando a su lado, buscando a
Joe, pero él ya no estaba a su lado. Se sorprendió a si misma al colocar una
mano sobre las sábanas, buscando el calor del hombre que aún permanecía en
ellas.
—¡¿Lena estás ahí?!
—¡Sí, pasa!
Suspiró
aliviada por la interrupción de una de sus compañeras, que enseguida saltó a su
cama y empezó a relatarle los acontecimientos más jugosos de la noche en el
burdel. Pero una parte de ella no podía apartar los pensamientos de la noche
anterior y de cómo dejó que Joe tomase lo que él quisiera de su cuerpo.