viernes, 5 de julio de 2013

Juguete - FanFic~Arena - Nishta

Actualización bajo el nombre de Nishta. Esta vez con otro Fanfic para Lehanan Aida sobre su comic Arena, que ya tengo en mi poder!!!!!! *O* JOJO!!! y con firmita!! más linda!!! <3

Como la gran mayoría de las veces este relato viene acompañado por un dibujete de mi amiga Tses <3 (DA, Tumblr).

Así que os dejo ya con el relato y con Athal y Claudius que son... son... son.... ains cómo son!!!! jajaj Y espero que os guste ;)

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Juguete

 


Lo dejaron solo en la habitación que tantas veces había tenido que visitar a lo largo de las semanas en las que había empezado a ser un esclavo en la vida de los romanos. Habían atacado su pueblo y lo habían degradado a esclavo porque él se negó a ser uno más de aquella sociedad que estaba destruyendo cualquier cultura contraria a la romana.

Athal estaba aprendiendo por las malas que no podía hacer más que besar los pies de sus dueños. Los primeros días había luchado como un animal enjaulado, atacando a todo el que se le acercaba, recibiendo el doble de daños, hasta casi perder la vida en alguna ocasión, ya fuera en su ludus o en la arena donde le hacían luchar contra otros hombres para ganarse el derecho de vivir.

Además de eso, el hijo del emperador se había fijado en él, y Athal debía ser obediente a los dictados caprichosos de aquel romano. Tantas veces había sido mandado a los aposentos de Claudius que había aprendido a convertirse en una cáscara vacía cada vez que cruzaba aquellas puertas.

Aún recordaba la primera vez que lo visitó en su celda. Hicieron que todos los demás gladiadores que compartían celda salieran y el hijo del emperador entró allí, con sus soldados guardando la puerta para que nadie lo molestara. Sabía por boca de su comodore que aquel romano había comprado a sus hermanas al enterarse de su parentesco.



Athal se encontraba sentado y encadenado a la pared a causa de una de sus peleas con los guardias o con los gladiadores más veteranos del ludus.

-    Eres el germano – dijo Claudius.
-    Veo que al menos hay un romano listo.
-    Por tu aspecto tú no debes de serlo.
-    Gracias a los dioses no me castigaron con ser romano – Athal dijo aquellas palabras con todo el asco que pudo imprimir.
-    Jaja – Claudius sonrió por esas palabras -. Levántate.
-    ¿Quién me lo ordena?
-    Tu señor.
-    El único que podía llamarse así está muerto.
-    Cierto… tu amada familia – Claudius se movía por la celda, obligando a Athal a seguirle con la mirada -. Una lástima lo de tus padres, pero recuerda a tus queridas hermanas… ellas son mías, en todos los sentidos.
-    ¡Bastardo! - Athal se levantó furioso dispuesto a acabar con la vida de aquel romano por aquellas palabras malintencionadas.

Claudius aprovechó ese arrebato para sujetarlo por las muñecas encadenadas y empujarlo de cara a la pared, dejándolo atrapado entre esta y su cuerpo. 

-    ¿Señor está bien? – los soldados entraron al escuchar el grito y el forcejeo que lo siguió.
-    Todo está controlado, salid. ¡He dicho que salgáis! – les gritó al ver que no se movían -. Hmm, siempre me gusta más cuando se resisten.

Athal lo miró por encima del hombro, dispuesto a luchar para liberarse de su agarre, pero una de las piernas de Claudius se introdujo entre las de él, obligándolo a separarlas y quedar aún más atrapado entre su cuerpo y la pared.

-    Verte en la arena luchando por tu vida, sudando y sangrando, con este cuerpo y sobre todo con ese hermoso culo – Claudius acompañó a sus palabras con la caricia de una de sus manos por el cuerpo de Athal.
-    ¡Suéltame! – Athal empujó con su cuerpo hacia atrás, utilizando la pared como apoyo.

Claudius usó la mano que tenía libre, y que antes lo acarició, para sujetar con fuerza el pelo de Athal y empujar su cabeza contra la pared, dejándolo atontado para que no luchara y lo atacara. 

-    Aprende a ser dócil por tu bien – le dijo Claudius al odio con rabia -. Aprende a serme útil y tus hermanas seguirán con vida e intactas.

Sintió cómo Athal se quedaba quieto a causa del golpe y de sus palabras. A pesar de su arrogancia, sabe lo que le conviene, pensó Claudius sabiéndose ganador. Soltando el rubio cabello de Athal, bajó la mano hasta la escasa tela que lo cubría, dejando al descubierto su cuerpo por completo. Clauduis se apartó la túnica, dejando al aire su ya excitado miembro.

-     Siéntelo, aprende cómo se abre camino en tu cuerpo.

Athal apretó los dientes al escuchar esas palabras, sabía lo que llegaría, lo iba a violar y él no podía hacer nada por evitarlo. Sintió la cálida humedad de la saliva que Claudius dejó caer en su cuerpo, humedeciendo su ano para la intromisión. Cerró los ojos y los puños al sentir la primera punzada de dolor cuando el miembro de Claudius entraba en él, empujando con fuerza pero despacio.

-    Por ser la primera vez seré compasivo contigo. No quiero que esta parte de tu cuerpo se estropee demasiado.
-   Te mataré – susurró Athal antes de que Claudius se enterrara en él por completo.
-    Eso es… muéstrame tu odio.

Susurró Claudius en su odio, mezclando sus palabras con los jadeos cada vez más profundos y rápidos al igual que sus embestidas. Acabó en su interior, vaciándose en él por completo.


-    ¿Recordando de nuevo tu amada tierra? - Athal regresó al presente al escuchar la voz de Claudius, hiriente y segura como siempre.

Enseguida sus miradas se encontraron al entrar Claudius por una de las entradas laterales de la estancia, y las amenazas veladas quedaron patentes. Desde aquel día en las celdas, Athal había aprendido a mantenerse alejado de toda provocación o disputa que no le fueran propicias, como el enfrentarse a Claudius. Lo que más le molestaba era que él sabía perfectamente lo que le carcomía por dentro y cómo debía mantenerlo oculto, al menos de palabra.

-   Veo que sigues atado de manos ¿Qué hiciste esta vez germano?
-    Nada que te importe… romano.
-   Según he escuchado defendió a uno de los nuevos gladiadores de su ludus – la voz femenina se escuchó desde la espalda de Claudius, a la vez que una sensual mujer entrara -. Parece ser que lo intentaron violar en los baños - La mujer acarició el pecho de Claudius por encima de su blanca túnica.
-    Vaya… tenemos a un vengador ante nosotros – Claudius bajó su cabeza hasta la de la mujer, posando sus labios en los de ella, exigiendo un beso que pronto pasó a ser más que un simple roce de labios.
-    ¿Para qué me queréis? – ladró Athal.
-    Hmm… ¿celoso? – Claudius se apartó de la mujer para sentarse en el diván que tenía en sus habitaciones -. Gala – dijo el nombre sin mirarla, miró a Athal y, haciendo un gesto con la cabeza hacia él, dejó clara su orden.

La mujer, obediente, se acercó a Athal decidida, éste se fijó en las redondas curvas de sus caderas y la plenitud de sus pechos. Sus pezones, marcados y visibles a través de la ínfima tela que cubría su cuerpo, dejaban clara cuál era su función dentro de la vida de Claudius. La joven Gala se paró delante suyo, observando su cuerpo con deseo, mordiéndose sus sensuales labios.

-    Hoy ha tenido una lucha intensa, debe estar agotado – le dijo acercándose a su oído y lamiéndole el lóbulo de la oreja.
-    Aún puedo cobrarme alguna vida más.
-    Me gustaría verlo, pero ahora solo relájate – Gala acercó sus labios hasta los de Athal.
-    Detente – Claudius detuvo su avance -. Encárgate solo de excitarlo.

Gala asintió, apartando su mirada de los ojos de Athal y pasar por su sensual boca, bajó su mirada hacia el subligar que cubría su hombría. Con manos expertas, deshizo el nudo con facilidad y dejó caer la prenda, descubriendo el miembro semierecto de Athal.

-    Hermoso…

Fascinada con lo que acababa de descubrir, Gala se arrodilló ante Athal, olvidando que Claudius le hubiera prohibido disfrutar como correspondía de aquel cuerpo. Cogiendo con una mano su miembro lo acercó hasta su boca, lamió lentamente la punta sonrosada, provocando que Athal aguantara un suspiro ante la visión de su húmeda lengua contra su glande. Claudius quedó en un segundo plano ante aquellas caricias que estaba recibiendo de Gala, utilizaba sus manos de igual manera que su experta boca.

Su miembro entraba y salía de su boca al ritmo que ella imponía, con las manos acariciando sus testículos, jugando a placer con ellos. La lengua y dientes de Gala  torturaban su miembro sin compasión, haciendo que Athal adelantara las caderas en su encuentro, provocando en ocasiones que la punta acariciara la garganta de Gala. Sacando el pene totalmente duro de su boca, Gala pasó su lengua por los apretados testículos de Athal, succionándolos a placer.

-    Ya es suficiente – dijo Claudius al escuchar el largo jadeo de Athal y apreciar el sudor que empezaba a perlar su cuerpo -. Gala, ven - Dando una última lamida a aquella exquisita polla, Gala se levantó acariciando el sensual cuerpo que tenía delante.

Athal observó su espalda y sus caderas que se ondulaban a cada paso que daba de camino al diván donde Claudius estaba sentado, anhelando sus caricias. Siguiendo las órdenes silenciosas de su señor, la mujer fue despojándolo de su túnica, dejando a la vista un cuerpo musculado y joven. Athal contempló cómo Gala obedecía sin protestar, una a una, sin vacilar en sus movimientos.

-    Puedes retirarte – Claudius habló cuando se vio desnudo.
-    Pero… - Gala los miró confundida, su mirada volaba entre Athal y Claudius.
-    Retírate, Gala - haciendo una reverencia, retrocedió y salió por la puerta lateral por donde había entrado momentos antes -. Acércate.

Se fijó en Claudius, allí sentado, desnudo y observándole fijamente. Su mano subía y bajaba a lo largo de su miembro, excitado seguramente por observarlos. Athal caminó hacia él con la vista fija en su rostro, conocía los gustos de Claudius, y ver cómo Athal lo observaba mientras se tocaba era una de sus tantas fantasías. Se quedó a escasos centímetros de él, de pie y quieto, retándole.

-    Arrodíllate – Athal obedeció y sus rodillas tocaron suelo entre las piernas abiertas de Claudius -. ¿Te molesta?

Claudius estiró su pie y acarició el duro miembro de Athal, pasándolo por toda su longitud. Sonrió al sentir la presión que Athal generó contra su pie, sobándose contra él, buscando el alivio que la clara humedad que coronaba su miembro proclamaba.

-    Interesante… mírame germano – Athal levantó la vista hasta él.

Con la mano que tenía libre sujetó el cabello de Athal y lo acercó aún más a él, dejándolo cerca para poder llegar a su polla fácilmente. Athal gruñó por el gesto, pero se mantuvo donde estaba, con el pie de Claudius sobre su miembro, apretándolo ahora que estaba más cerca de él.

-    Acaba contra mi pie – le ordenó Claudius.
El cuerpo de Athal se movió por voluntad propia contra el pie que lo apretaba, la fricción de aquel gesto estaba logrando que perdiera cualquier sensación, el odio, la repugnancia por su vida y por Claudius, desaparecía a cada roce de aquel pie. Con las manos atadas a su espalda, Athal se dejó caer. Apoyó las manos en el suelo, abriendo las piernas, dejando más espacio para las caricias y aumentar la velocidad de los movimientos.


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Su respiración acelerada se escuchaba por encima de cualquier ruido que pudiera filtrarse en la habitación. Claudius lo miraba sin dejar ver los sentimientos que lo recorrían, solo demostraba su excitación al acariciarse su propio miembro al mirarle. Su mano subía y bajaba acompasada a los movimientos que las fuertes caderas de Athal llevaban a cabo.

-    Sería una lástima que todo acabara ahora…

Claudius apartó el pie al ver que el orgasmo de Athal se aproximaba, al sentir que sus caderas embestían con ferocidad contra él, levantando su pie del suelo con sus movimientos.

-    Noooo… - gruñó Athal avanzando las caderas buscando el último roce.
-    Jajaj… ¿suplicando germano? Tu premio tardará – Claudius se sentía feliz, tenía a aquel ser a sus pies y rogando.

La mano que Claudius mantenía en su miembro continuó con los movimientos, subiendo y bajando a lo largo de su polla, entreteniéndose en el glande, apretándolo. Su otra mano acariciaba su cuerpo, imaginando que era aquel germano que ahora tenía a sus pies, suplicándole acabar con su suplicio.

-    Oh dioses… - gruñó Claudius.

Su orgasmo le llegó fuerte e intenso, expulsando todo su semen encima de Athal que se mantenía quieto en el suelo entre sus piernas. Cuando los espasmos terminaron, Claudius abrió los ojos, jadeante, y observó el escenario. En el pecho de Athal brillaba su semen, blanco y espeso, recorriendo aquel duro torso. Observó más abajo y descubrió para su fascinación que Athal continuaba duro, su miembro temblaba por la urgente necesidad de correrse.

-    No te dejaré así por esta vez – Claudius se levantó del diván hacia el baúl que estaba a los pies de su cama y sacó de allí uno de sus tantos juguetes.

Se acercó a él con una vela en la mano, sonriendo al ver la mirada que Athal le dedicó por encima del hombro y cómo los músculos de su espalda se tensaban. Antes de sentarse en el diván, prendió la mecha de la vela con una de las lámparas de aceite que iluminaban la estancia. Regresó ante Athal y esperó pacientemente a que se generase la cera deseada en la vela.

-    Te recomiendo no moverte, ninguno de los dos queremos que le pase nada – comentó Claudius acariciándolo de nuevo con el pie.

Acercando la vela al cuerpo de Athal, la inclinó y dejó que una gota cayera sobre su cadera, provocando que Athal gimiera entre el dolor y el placer, por el contacto cálido y suave de la cera por su piel. Continuó con el sendero de cera hacia el centro de su entrepierna, hacia la base de su miembro, que se balanceaba con cada gota que caía sobre su cuerpo. Una lágrima de placer emergió de él, dejando ver que la excitación estaba llegando a su fin. Las caderas de Athal se movían ligeramente cuando veía que Claudius apartaba la vela de él, siguiéndolo.

-    A pesar de que me gusta verte a mis pies… acabaré con tu suplicio.

La cera cayó caliente sobre su miembro, de golpe en su base. Athal echó la cabeza para atrás al llegar al orgasmo, sus labios se abrieron al soltar un gemido largo y profundo mientras su miembro expulsaba todo su placer con fuerza. Todo acabó de la misma forma que llegó, rápida y fulminantemente.

Jadeante, Athal observó su cuerpo bañado en sudor, coronado por el semen de Claudius, el suyo y la cera, ya endurecida, sobre su pene, medio flácido que caía sobre su pierna.

-    Gala – Claudius llamó a la mujer al levantarse del diván y dejar la vela en su lugar -. Límpialo y llama a los guardias para que se lo lleven – dijo al verla entrar -. Ya es todo tuyo.

Claudius se puso una de sus túnicas ligeras y los dejó a solas en la habitación, ignorándolos a propósito.

-    Siento todo esto – Gala le ayudó a ponerse de pie -. Ven conmigo a los baños.
-   No esperes mi compasión – Gala se volvió sorprendida por la dureza de sus palabras -. No voy a follarte en los baños.
-    No busco tu polla germano. Sé diferenciar entre trabajo y pasión.

Con esas palabras Gala recogió la tela marrón que traía Athal y lo guió hacia los baños de los esclavos…