martes, 4 de febrero de 2014

Llegando a Praga ~ Alek & Lope by Ninona ~ Nishta

Nuevo mes, nuevo relato nuevo regalo jaja... Hoy os traigo un regalito para Ninona (DA y Tumblr), dos días después pero bueh!!
El relato es un Fan-fic de sus niños de The Lotus Eaters, Alek y Lope. Y como es lógico, es un Fic, así que me he tomado la libertad de modificar cosas, aunque Ninona me haya dicho que he acertado con ellos jajaj

Sin más... espero que disfrutéis leyendo como yo al escribirlo...


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LLEGANDO A PRAGA

Ya habían llegado a Praga, llevaba apenas unas horas en aquellas tierras y Lope ya tenía ganas de ver la casa de Alek y, sobre todo, su habitación. Durante el vuelo no había parado de jugar con él, excitándolo con el simple hecho de beber una copa durante el vuelo. Verle lamer la gota que quedó en el borde del vaso de plástico y más cuando subió la mirada hasta sus ojos y descubrió que los tenía fijos en él, tuvo que retener el gemido que pugnaba por salir de su garganta.

Lo maldijo con cada hora que pasaron allí encerrados, con Alek crispándolo con cualquier excusa. Ahora, mientras caminaban hacia la salida del aeropuerto, en busca de un taxi, se acordaba de todos los santos habidos y por haber por la dolorosa erección que tenía entre las piernas.

-          Vamos Lope, no te quedes atrás – le dijo por encima del hombro, sonriéndole.
-          Cabrón… - susurró.

Por suerte para él, no tardaron en localizar un taxi y pensó en su venganza. Se subió al taxi el primero, sentándose en la parte de atrás con las piernas abiertas, ocupando el mayor espacio posible. Escuchó cómo Alek hablaba en su idioma natal con el taxista y juntos metían las maletas en el maletero. Se frotó las manos mentalmente al escuchar cómo cerraban el maletero y observó cómo ambos se subían al coche, en la parte de delante.

-          ¿Pero qué haces? – le preguntó Lope enfadado.
-          Sentarme con este amable señor e indicarle adecuadamente dónde está mi casa.

Lope se recostó contra los asientos cruzando los brazos y las piernas, enfadado, aunque enseguida se arrepintió de esto último cuando sus ajustados pantalones se ciñeron aún más contra su dura erección.

Alek sonrió, sabía lo que Lope buscaba al sentarse en la parte de atrás y él no iba a dejarle ganar tan fácilmente. Con ese chaval estaba disfrutando más de lo que lo había hecho en años, era fácil excitarlo y después mantenerlo en vilo hasta que él, y solo él, le decía o le daba el permiso para llegar a la culminación. Los juegos del avión habían dado su fruto por cómo Lope se estaba moviendo en el asiento de atrás, pensó Alek. Necesitaba llegar a casa cuanto antes y darle por fin su premio.

-          Ya hemos llegado Lope, pronto te relajarás – le dijo, recalcando las últimas palabras.

No llegó a escuchar la respuesta que Lope le ofreció puesto que se había girado para hablar con el taxista y pagarle. Lope fue quien sacó las maletas y le esperó en la acera, con los brazos cruzados y mirándole con una cara que indicaba que ésta se la pagaría. Iluso, pensó Alek.

-          Subamos – le dijo al pasar por su lado.

Lope lo siguió al interior de su casa, que, como esperaba, era pomposa pero sin llegar a ser tan recargada como la casa de su amigo en España. En el momento en que los dos entraron y la puerta de la casa se cerró, Lope lanzó su maleta y fue a por Alek, quien, al no esperarse ese movimiento, quedó atrapado entre el cuerpo de Lope y la pared.

-          ¿Ahora no te ríes? – le preguntó Lope al oído, mordiendo el pequeño aro que colgaba de su lóbulo y tirando de él.
-          Para ser un gran duelista tienes que ser paciente y observar al enemigo.
-          ¿Qué quieres decir? – una de las manos de Lope jugó con el borde de los pantalones de Alek y se coló para apretar sus dedos contra la secreta entrada de este.
-          Que nunca debes fiarte de tu enemigo.

Con esas palabras, Alek utilizó la pared como punto de apoyo y empujó a Lope contra la pared de enfrente, donde, gracias a la sorpresa, las posiciones habían cambiado.

-          Deja de gruñir, me gustas más cuando gimes - Alek apretó el pene de Lope, haciendo que gimiera sin poder reprimirse - ¿Lo ves? – pasó su lengua por el cuello de Lope -. Sígueme - lo dejó allí, sin mirar a ver si lo seguía o no.

Lope clavó las manos en la pared furioso y, dándose por vencido en esa pequeña lucha, lo siguió. Al entrar en la habitación de Alek no pudo evitar fijarse en la enorme cama que destacaba en la habitación, con un intrincado cabecero de hierro con formas complicadas y hermosas. Las paredes estaba decoradas con diferentes premios y diplomas, intercalados con alguna espada que, supuso, serían de adorno, con algún que otro mueble indispensable.

-          Bonito refugio – le dijo acariciando los postes de atrás de la cama, que conservaba la misma estética que el cabecero.
-          El baño está detrás de esa puerta, por si lo quieres utilizar – Alek estaba deshaciendo la maleta, de forma meticulosa y lenta, sobre todo lenta.
-          ¡Déjate de chorradas! – le increpó Lope.

Se acercó a él hecho una furia, cansado ya de ese juego sin sentido que estaba llevando a cabo y todo para mantenerlo en ese estado de excitación. Sin dejar que se escapara, le agarró de la polla y tiró, arrancándole una sonrisa junto con un siseo, mezcla del dolor y del placer. Lope le buscó la boca ferozmente y, Alek, generoso, dejó que lo besara. Con manos nerviosas Lope le desató el pantalón, rozando su tierna piel, pero Alek lo empujó, alejándolo de él y dejándolo tirado en la cama.

Sonrió al saberse vencedor al fin y poder conseguir que Alek lo follara como tan bien sabía hacer. Se quitó la camisa, sabedor que ahora que tenía una mínima ventaja debía aprovecharla y, deprisa, empezó a deshacerse de sus pantalones, quedándose completamente desnudo, con su miembro saludando a Alek, duro y listo para sus atenciones. Le observó quitarse la camisa, siempre le gustaba ver cómo se desnudaba y cómo su cuerpo iba quedando al descubierto. Se moría de ganas de pasar su lengua por la cicatriz que le cruzaba el pecho e ir descendiendo por su abdomen hasta acabar rodeando su miembro y disfrutar devorándolo.

Pero Alek no continúo deshaciéndose de su ropa, sino que se quedó con los pantalones puestos, a medio desabrochar, y se acercó a una de las paredes, donde estaba colgada una espada que Lope reconoció.

-          ¿Tienes más de una? – le preguntó al reconocer la Espada Toledana que lo caracterizaba.
-          A esta le tengo especial cariño.
-          ¿Por qué?

Sentía curiosidad, pero no se olvidaba de dónde estaban y, sobre todo, no olvidaba el dolor rugiente de su erección. Se puso de rodillas en la cama, enfrentándolo y Alek se acercó a él, con la espada entre las manos. Intentó hacerse con ella, pero Alek se alejó, dejándole claro que solo él podía jugar con ella. Pasó la punta de esta con cuidado por uno de los muslos de Lope.

-          Un movimiento en falso y no te gustará el resultado – le avisó.
-          ¿Está afilada?
-          Así es. Yo nunca dejo mis espadas descuidadas - ninguno de los dos dejaron pasar el doble sentido de esas palabras.

Lope sonrió, quedándose totalmente quieto, esperando el siguiente movimiento de Alek. La espada continuó con su recorrido, subiendo por el otro muslo hasta la ingle, donde se detuvo para pasar lentamente por su longitud y tirar, al final, del piercing que este llevaba. Observó cómo Lope echaba la cabeza hacia atrás mordiéndose los labios y cerraba las manos en dos puños para retenerse y continuar quieto.

-          Túmbate en la cama – le ordenó, dejando a un lado la espada y acercándose hasta una cómoda de donde sacó un cuidado maletín.

Obedeció sin dudarlo, esas ligeras caricias había vuelto a levantarle el ánimo a cotas difíciles de soportar. Le vio sacar dos tiras negras del maletín, que brillaban a causa de la luz.

-          ¿Para qué quieres eso?
-          Así me aseguro que no corres el riesgo de sufrir algún accidente.

Alek envolvió las muñecas de Lope y este sintió la suavidad de la seda en su piel, cerrándose en torno a su piel de forma fácil y sencilla. Repitió el movimiento con su otra muñeca y después se las subió por encima de la cabeza para anudar los otros extremos de la tela a los barrotes que adornaban el cabecero de la cama. Una vez atado, Alek lo besó en la boca, dejando a Lope llevar el control del beso.

Rompió el beso al sentir que estaban cerca de pasar la línea de no retorno y descendió por la suave barbilla de Lope y su cuello hasta llegar a los pezones. Jugó con ellos, rodeándolos con la lengua y soplándolos hasta que Lope levantó el cuerpo por el frío contraste. Se separó de él para regresar al maletín y sacar otra tela, esta vez más grande.

-          ¿Ese es para el pequeño Lope?
-          Tu autoestima no tiene límites – movió la cabeza, negando -. Levanta la cabeza.

Obedeció de nuevo, la voz de Alek había cambiado y cada célula de su cuerpo estaba dispuesta a seguir cualquier dictado que él le dijera. La tela le tapó los ojos y sintió las manos de Alek en la parte de atrás de su cabeza, anudando la tela y privándole de la visión. Sin darse cuenta, estaba buscando a Alek con el oído, atento a cualquier roce o sonido que pudiese emitir.

Se sobresaltó al sentir la húmeda lengua de Alek en su vientre, rodeando su ombligo y jugando con él. Sintió el cálido aliento sobre su miembro, levantó las caderas, intentando acercar su cuerpo a esa boca próxima y que conocía demasiado bien las maravillas que sabía hacer con él.

-          No, no… - una de las manos de Alek se posó en su estómago, reteniéndolo contra el colchón.
-          No te alejes… - susurró al escuchar los pasos de Alek, retorciendo el cuerpo buscándolo.
-          Date la vuelta.

Otra escueta y clara orden y otra vez, él obedeció. Pronto estuvo de rodillas en la cama con las manos cruzadas bajo su rostro al hacer el giro, lo que hizo que quedase más sujeto todavía. Alek observó el cuerpo que se le ofrecía desde la cama, blanco y duro y, sobre todo, listo para él y a punto de correrse. Con la espada de nuevo en sus manos, subió a la cama, detrás de Lope, acariciando su trasero hasta bajar a sus testículos y jugar con ellos.

La espalda de su amante se arqueó al sentirlo, dejándole más espacio para sus caricias. Alek sujetó la dura polla de Lope, estirándola hacia atrás, exponiéndola ante él, Lope gimió al sentir el tirón en su parte más sensible.

-          Ahora quédate totalmente quieto.

Lope sintió el frío metal de la espada por uno de sus muslos, deslizándose por su lado plano, sintiéndola un momento después en la otra pierna, delicada y suave por su piel. No sabía qué pretendía Alek, notaba su mano envolviendo el pene y la fina espada en sus piernas.

-          Alek… - susurró Lope, levantando la cabeza.

Se moría por moverse, la mano de Alek le apretaba y le mantenía firme hacia atrás, pero lo que él necesitaba era que se moviera contra él. Le soltó y un grito salió de sus labios al notar el frío metal.

-          No te pasará nada si eres bueno – Alek lamió uno de sus glúteos.

Le observó, expuesto a él y ahora con su espada sujetándole la polla hacia atrás, mostrándosela, y un deseo feroz le recorrió el cuerpo entero. Dejó caer lubricante entre las nalgas de Lope, jugando con sus dedos, esparciendo el líquido y dilatándolo para él. Sentía su propio deseo tenso contra los pantalones, tan necesitado como lo estaba Lope en aquellos momentos. Un dedo curioso se introdujo en él, haciéndole gemir y moverse un poco hacia delante, haciendo que la espada tensase aún más su miembro hacia atrás. Otro dedo se introdujo en él, moviéndose adentro y afuera, dándole placer.

Con la mano libre, Alek se desabrochó sus propios pantalones, dejando libre su duro miembro. Se acarició al mismo ritmo que entraba y salía de Lope, como si fuese su miembro en vez de sus dedos quienes entraban en el cálido cuerpo. Lope apretaba con fuerza la tela que lo mantenía sujeto al cabecero, resistiendo así sus ganas de moverse en busca del contacto. Sus dientes se clavaron con fuerza en su labio inferior hasta que sintió dolor, distrayendo un poco el placer con el dolor.

-          Solo un poco más – susurró Alek.

Sacó los dedos de él y empujó con su miembro, aprovechando la humedad del lubricante fue introduciéndose en lentamente, sujetándolo por las caderas. Poco a poco sus cuerpos se fueron uniendo. Ambos gruñeron al quedar totalmente pegados y Alek empezó a moverse, lento en un principio, haciéndose a la situación. Lope lo apretaba, jugaba con eso cada vez que entraba en él, apretaba y relajaba sus músculos en cada movimiento, llevándole rápidamente al límite de su control. Por su parte, Lope necesitaba que Alek lo tocara, que lo aliviara, pero la espada y su propio orgullo le impedían pedirle eso.

Alek se inclinó sobre Lope y le mordió en el hombro, acelerando el ritmo de sus embestidas pero sin ser demasiado brusco, sabía que su espada podría lastimarlo y no le hacía gracia ver cómo se hería en esa parte de la anatomía que tanto le gustaba. Los gemidos dejaron paso los suspiros y gruñidos por el esfuerzo y la contención que ambos estaban sintiendo. Los dedos de Alek se clavaban con fuerza en sus caderas, dejándole marcas en su cuerpo que pronto pasarían a ser moratones que lo marcarían.

Sus bocas se buscaron al compás de los movimientos, Lope le acogió con deseo, enredó su lengua con la de Alek y se olvidó del orgasmo que tanto ansiaba su cuerpo. La espada le apretaba en la parte de atrás de sus muslos y dejaba preso su miembro, lejos de cualquier contacto. Sentía las manos de Alek agarrándolo con fuerza de las caderas y su pene entrando en él vorazmente.

Alek sintió la tensión de su cuerpo, anunciándole que el orgasmo estaba cerca, apretándole con fuerza los testículos. Apretó la mandíbula cuando el relámpago de placer cruzó su cuerpo, subiendo por toda su espina dorsal. Se vació dentro de Lope, embistiendo dos, tres veces más hasta que su cuerpo quedó distendido y aliviado. Le besó en la nuca y fue dejando un reguero de besos por toda su espalda. Bajando por su cuerpo a la vez que salía de él.

Lope sintió la lengua de Alek pasar entre sus nalgas, recogiendo de él su propio sabor y llegando hasta sus testículos, succionándolos con fuerza. Se metió uno dentro de la boca a la vez que un dedo subía y bajaba por su necesitado miembro, acariciándolo y haciendo presión contra la espada. Lope nunca creyó que un simple dedo le llevase al orgasmo, pero así fue.

Descargó su placer sujeto por la espada y atormentado por la boca y un solo dedo de Alek. El grito que escapó de su garganta fue seco, prolongado, acabando en un gruñido gutural mientras su cuerpo temblaba.

Unos segundos después, Alek retiraba la espada, dejándola con cuidado en la pared donde había estado antes colgada. Regresó junto a Lope para desatarlo y quitarle la tela que le tapaba los ojos. Se miraron y ambos sonrieron.

-          Bienvenido a Praga – le dijo Alek, tumbándose a su lado en la cama, dispuesto a dormir y recuperarse de ese encuentro, pero ya pensando en el siguiente asalto.
-          Me encanta Praga – murmuró Lope, adormilado.

Ambos cerraron los ojos y dejándose atrapar por el sueño que sus cuerpos necesitaban, imaginando cada uno de ellos cómo ganar la siguiente vez que sus cuerpos sintiesen la necesidad de atacar al otro.

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